Mujeres intensamente habitadas. María Alfonsina Angelino. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María Alfonsina Angelino
Издательство: Bookwire
Серия: La Universidad Pública publica
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789874948021
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palabras y frases densas que por su peso, su heterogeneidad y su carácter reflexivo posibilitan cultivar y producir sentido. Como lo plantea Geertz (1991), lo importante, en definitiva, es captar lo dicho en el decir, un modo de tratar el flujo del discurso social y la interpretación, que consiste en intentar rescatar lo dicho en ese discurso de sus ocasiones perecederas y fijarlo en términos susceptibles de consulta.

      Para concluir el entramado de lxs sí mismxs retomo nuevamente a Raúl Díaz: “Lxs ‘sí mismxs’ se constituyen en documentos donde se construye lo particular y se presentan, por decirlo así, los puntos nodales en los que se comienza a visualizar lo general sobre la base de las preguntas al y del (ir hacia y venir de) objeto teórico a esa primera textualización. Las descripciones retoman las ‘categorías sociales’ y ‘analíticas’ de los actores implícitas o explícitas, para ordenarse según ejes de análisis propuestos por el investigador” (2006:14). En adelante, reservo las cursivas para la literalidad de los relatos de las mujeres.

      Amparo, tierna pero no vulnerable. Afirma que, por suerte Layla es su hija. Ella estaba preparada para ser madre de alguien con discapacidad. A lo largo de toda la entrevista habla de su relación con sus hermanas y de los temores de cada una de ellas con cada embarazo ante esta posibilidad. Frente a este fantasma de la discapacidad, Amparo reafirma: yo me sentía preparada. Y eso, dice, la hace feliz.

      Con su relato, mis recuerdos me llevan a mi infancia. Allí rememoro los juegos en los que yo adoptaba hijos. Me recuerdo de pequeña y no tanto soñando a ser mamá, y eso tenía que ver con adoptar. Quizá todas lo decimos alguna vez. No creo en la cuestión religiosa del destino de entrega o predisposición natural o la teoría de la benevolencia de quien adopta. Para mí (para nosotros, como pareja), fue una opción primera cuando los primeros análisis no resultaron alentadores. Yo me sentía preparada. Y eso me hacía sentir feliz.

      Lola, frágil y sensible, arrancó su relato expresando algo que me conmovió y me situó en un terreno que no había pensado. Cuando comenzamos a conversar, me dijo: ¡entonces tu tesis es sobre la maternidad! Y desde allí, todo su relato, sus esperanzas y esperas, sus miedos y angustias con Milo me llevaron a mi maternidad. Me sentí completamente interpelada por todo lo que decía.

      Bárbara, activa, épica, heroína cotidiana. ¡Cuánta energía puesta en el relato! Imparable sería la palabra que mejor la define. Ninguna adversidad la doblegó.

      Esa es la imagen que le gusta mostrar de sí misma. Nada la detiene. Ni el autismo de su segundo hijo varón, ni el accidente cerebrovascular y sus consecuencias en Zoe, de seis años. Nada. Tanta energía sinérgica deja en evidencia mis propias limitaciones. ¿Cómo podrá hacerlo?

      Soledad, callada, melancólica. Me une a ella nuestra condición de madres adoptivas y se lo dije a poco de andar nuestra conversación. Esta declaración fue un remanso a partir de lo cual las dos nos relajamos, para seguir luego compartiendo vivencias en torno a la discapacidad, la adopción y la maternidad.

      Leonela, una madraza, como le gusta nombrarse. Luminosa, digo yo. Cuando la invité, dudó: ¿Qué puedo decirte yo que te sirva? La conozco desde hace mucho tiempo y siempre me conmovió su historia. Lo que es común entre nosotras se me desdibuja por momentos, aunque la empatía es total. No siento ni lástima pegajosa ni una admiración simulada. La quiero mucho y la respeto en su actitud ante la vida. Una de sus hijas me acompaña en el cuidado de mis hijxs y eso nos hace cercanas en el afecto y en el cuidado de los nuestros.

      Lara, protectora, inquieta. A ella también la conozco hace mucho tiempo, de su participación en organizaciones vinculadas a la discapacidad y la sordera, y esa es nuestra conexión o común (unidad). Participa del Foro Municipal por la Discapacidad y del Círculo de Sordos, aunque ella no lo es, pero sí su hija del medio. Por ella dice estar allí, representándola hasta que sea más grande.

      Lya, frágil y sarcástica a la vez. Me une a ella el profundo afecto de haber compartido la formación académica y la militancia. También es trabajadora social y, como estudiantes, fuimos parte de la misma agrupación. La vida nos llevó por distintas vías hasta que la discapacidad nos volvió a reunir. El sarcasmo y la acidez fueron siempre sus marcas personales. Hoy, madre de tres hermosas criaturas, está sensibilizada a más no poder. Llora buena parte de la larguísima entrevista y aunque no es (o no era) creyente, una cierta idea del castigo se cuela en su relato. Te acordás cuando yo me reía de los tullidos, viste lo que me pasó ahora, ¿no?, pregunta sin querer respuesta. Y se ríe de sí misma, conmocionada, dolorida. Su marido es su ancla y su remanso. Sin él, no podría, dice. Él es quien le pone humor a lo que nos pasa, yo no puedo más.

      A Mara, calma, la conocí el día de la entrevista, un hermoso domingo por la mañana. Conversamos durante unas tres horas en su casa de Gualeguaychú. Nos contactó una persona en común. También estaba Mía, una de sus hijas, todo el tiempo en su falda. No faltaron entre ellas los besos reiterados, abrazos de oso. Se repitieron a lo largo de nuestra conversación. Mara, creyente y practicante, abrió las ventanitas de su vida a partir de la vida de Mía. Así, con el nacimiento de Mía comenzó el relato con una voz pausada y tranquila acerca de quién era ella, Mara en primera persona. Sentimos afecto a primera vista; lo que tenemos en común podría ser la mezcla agridulce de las luchas cotidianas. No tengo la entereza que ella deja advertir. Madura y afectiva, contenedora, agradeció la charla y yo también. Un abrazo profundo nos llevó al borde de las lágrimas. Hablar es curarse un poco, me dice al despedirse.

      Con Franca, Luz, Serena, Lydia y Vera nos encontramos en una conversación colectiva en Maciá a fines de noviembre de 2012. Pasó algo raro, o al menos algo que me sorprendió gratamente. La idea del viaje surgió repentinamente. Las mujeres que convocó acudieron. Aun cuando luego confesaron que ni siquiera sabían muy bien cuál sería finalmente el propósito de la reunión, pero que no les importó; se convocaron, sabían que era algo para hablar de discapacidad y que aquí en Maciá no hay muchas oportunidades. Cada relato abrió un mundo increíble de ires y venires, de razones y sinrazones, de apuestas y conquistas. El clima fue distendido. Ellas se conocían entre sí, la extraña era yo. Haber nacido y vivido casi la mitad de mi vida allí y que mis padres aún lo hagan allanó el camino.

      Clara, sonriente, mujer en movimiento, visiblemente cansada. Con ella también nos une nuestra condición de madres adoptivas. La burocracia y el papeleo la han maltratado, y hace diez años que espera resolución al juicio de adopción de Luca. A ella la recordaba de un taller que ofrecimos desde el espacio de extensión sobre derechos y discapacidad en la escuela especial para ciegos. Recuerdo que me conmovió su relato y su entereza y por eso decidí convocarla. Ella había decidido dos cosas que me atraviesan: adoptar a alguien con discapacidad. Necesitaba escucharla.

      A Ema, una luchadora incansable, la conozco desde hace mucho tiempo por haber compartido espacios y actividades políticas, desde la época en que la discapacidad no la involucraba. Se considera nueva en esto. Recientemente, cuando nos (re)encontramos, fue en circunstancias en que la discapacidad sí tenía centralidad. Es tenaz, fuerte y con una energía inagotable. “Va pa’ lante”, sin medidas.

      Es desde estas trayectorias cotidianas que de algún modo he compartido con las mujeres, con las que ya conocía y con las que no, y me he permitido hablar de/con mujeres encarnadas que atravesaron mi garganta. Creo que a ellas también algo les sucedió a partir de ofrecerme sus relatos. Como dijo Mara, hablar es curarse un poco. Me hablaban a mí y sus voces no solo entraron por mis oídos (se desgrabaron y escribieron) sino que vuelvo a decirlo: atravesaron mi garganta. Y en ese hablar(me) se hablaron a sí mismas.