Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sigmund Freud
Издательство: Ingram
Серия: biblioteca iberica
Жанр произведения: Зарубежная психология
Год издания: 0
isbn: 9789176377437
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de un amigo mío que durante ocho años había sido condiscípulo mío en segunda enseñanza. Un día me oyó pronunciar una conferencia sobre mi nuevo descubrimiento de que el sueño constituía una realización de deseos. Aquella noche soñó que perdía todos sus pleitos -era abogado- y vino a relatarme su sueño como prueba de la inexactitud de mi teoría. Por mi parte, salí del paso con la evasiva de que no todos los pleitos se pueden ganar, pero en el fondo me dije: «Un hombre que ha sido condiscípulo mío durante ocho años, y que estaba siempre entre los medianos mientras yo era el primero de la clase, ¿no habrá conservado de estos años de colegio el deseo de verme alguna vez en ridículo?»

      Una muchacha joven, a la que tenía sometida al tratamiento analítico, me relató -también como prueba de la inexactitud de mis afirmaciones- otro sueño más sombrío: «Recordará usted -me dijo- que mi hermana no tiene ya más que un hijo: Carlos. El mayor, Otto, se le murió cuando todavía vivía yo con ellos. Otto era mi preferido; podía decirse que era yo quien había cuidado de él y le había educado. Naturalmente, también quiero al pequeño, pero no tanto como quise a su hermano. Pues bien: esta noche he soñado que Carlos había muerto, y le veía ante mí, colocado ya en su pequeño ataúd con las manos cruzadas y rodeado de velas, tal y como vi a Otto, cuya muerte me causó tan profundo dolor. ¿Qué puede significar este sueño? Usted me conoce y sabe que no soy tan perversa como para desear que mi hermana pierda el único hijo que le queda. ¿O querrá decir que hubiera preferido que muriera Carlos en lugar de Otto, mucho más querido por mí?»

      Esta interpretación debía desecharse, desde luego, y así se lo comuniqué a la paciente. Una corta reflexión me reveló luego, sin necesidad de análisis, el verdadero sentido del sueño, sentido que la sujeto aceptó y confirmó al dárselo a conocer. Claro está que si pude prescindir del análisis fue tan sólo porque me hallaba previamente en posesión de todos los antecedentes necesarios.

      Al quedar huérfana siendo aún muy joven, se fue a vivir con una hermana suya mucho mayor que ella, en cuya casa conoció a un hombre que impresionó profundamente su corazón. Durante algún tiempo pareció que aquellas relaciones, apenas manifestadas, iban a terminar en boda. Pero la hermana estorbó este feliz desenlace, sin que hayan llegado nunca a verse claramente los motivos que para ello pudo tener. Después de la ruptura dejó el pretendiente de visitar la casa, y la muchacha concentró toda su ternura en el pequeño Otto. Muerto éste, abandonó la casa de su hermana y se fue a vivir sola. Pero su amorosa inclinación hacia el amigo de su hermana continuó viva en ella. Su orgullo le ordenaba evitarle, pero le era imposible transferir su amor a otro de los pretendientes que luego la solicitaron. Cuando el hombre amado, que era un conocido dientes que luego la solicitaron. Cuando el hombre amado, que era un conocido literato, daba alguna conferencia, se la hallaba siempre entre los oyentes, y no dejaba pasar ocasión alguna que de verle de lejos se le ofreciera. El día inmediatamente anterior a su sueño me había relatado que pensaba asistir a un concierto en el que seguramente podría gozar de la vista de su amor. Este concierto estaba anunciado para el día mismo en que acudió a relatarme el sueño antes detallado. Con todos estos antecedentes no era difícil hallar la interpretación exacta del mismo. Para confirmarla pregunté a la paciente si recordaba algún suceso acaecido después de la muerte de Otto, obteniendo en el acto la respuesta siguiente: «Si, el profesor (título que poseía su amado) fue a casa de mi hermana, después de una larga ausencia, y pude verle junto a la caja del pobre Otto.» Esto era precisamente lo que yo esperaba, y mediante ello pude ya dar por terminada la interpretación, expresándola como sigue: «Si ahora muriese el otro niño se repetiría la misma escena. Pasaría usted el día en casa de su hermana, el profesor iría seguramente a dar el pésame y volvería usted a verle en situación idéntica a la de entonces. El sueño no significa sino este su deseo de volver a ver al hombre amado, deseo contra el cual lucha usted interiormente. Sé, además, que lleva usted en el bolsillo el billete para el concierto de hoy. Su sueño es, por tanto, un sueño de impaciencia, que anticipa algunas horas el encuentro que hoy debía realizarse.»

      Con objeto de encubrir su deseo había escogido la sujeto una triste situación, en la que el mismo había de quedar reprimido, pues es natural que el dolor que experimentamos ante la pérdida de una persona querida aleje nuestro pensamiento de nuestros amores. Sin embargo, es muy posible que tampoco en la situación real que luego el sueño copia, esto es, cuando la muerte de Otto, al que tanto quería, consiguiese la muchacha dominar por completo los tiernos sentimientos que la presencia del hombre amado había de inspirarle.

      Otra paciente mía, que antes de enfermar se había distinguido por su vivo ingenio y buen humor, cualidades que aún emergían en sus ocurrencias durante las sesiones del tratamiento, tuvo un sueño muy semejante al anterior, pero de muy distinto sentido. En él vio, entre otras muchas cosas, a su única hija, una muchacha de quince años muerta y metida en una caja que no tenía forma de ataúd, sino la de aquellas que se usan para guardar objetos. Le hubiera gustado presentarme este sueño como prueba de la inexactitud de mis teorías, pero la detenía la sospecha de que el singular detalle de la «caja» había de indicar el camino de otra distinta interpretación del sueño. Durante el análisis recordó que en una reunión de la que el día anterior había formado parte, recayó la conversación sobre la palabra inglesa box y lo vario de sus significados, pues puede traducirse por caja, palco, cajón, bofetada, etc. De otros elementos del mismo sueño se deducía que la sujeto se había dado cuenta de la afinidad de dicha palabra inglesa con la alemana Büchse (estuche) y había recordado que esta última era empleada vulgarmente para designar los genitales femeninos. Teniendo en cuenta la impresión de sus conocimientos de anatomía topográfica, podía, por tanto, suponerse que la niña en la «caja» significaba el feto en la matriz. Cuando le comuniqué esta explicación no negó ya que la imagen onírica correspondía realmente a un deseo suyo. Como tantas otras mujeres jóvenes, consideraba cada nuevo embarazo como una desgracia, y se confesaba más de una vez el deseo de que el feto muriese antes del nacimiento. En una ocasión que tuvo un grave disgusto con su marido, llegó a golpearse el vientre, poseída por la cólera, para matar al hijo que en su seno llevaba. El niño muerto de su sueño era, pues, realmente, una realización de deseos, pero de un deseo rechazado hacía ya más de quince años. No debemos, pues, de extrañar que la realización de un deseo tan pretérito resultase irreconocible. En el intervalo tiene que haberse modificado mucho.

      Al tratar de los sueños típicos volveremos a ocuparnos del grupo al que pertenecen los dos últimamente consignados, cuyo contenido es la muerte de personas queridas, y demostraremos con nuevos ejemplos que, a pesar de su contenido indeseado, han de ser interpretados, sin excepción alguna, como realizaciones de deseos. No un enfermo, sino un inteligentísimo jurisconsulto conocido mío, me relató el siguiente sueño, también con la intención de detenerme en una prematura generalización de la teoría del sueño, realizador de deseos: «Sueño -me relata- que llego a mi casa llevando del brazo a una señora. Un coche cerrado me espera ante la puerta. Se me acerca un señor y, después de justificar su personalidad de agente de Policía, me invita a seguirle. Le pido únicamente que me dé tiempo para ordenar mis asuntos. ¿Cree usted que puedo desear ser detenido?» «Claro que no -tengo que contestarle-. Pero ¿sabe usted por qué le detenían?» «Sí; creo que por infanticidio.» «¿Infanticidio? Demasiado sabe usted que no puede hablarse de este delito más que con respecto a la madre que mata a su hijo recién nacido.» «Exacto». «¿Cuáles son las circunstancias que rodearon su sueño? ¿Qué hizo usted la tarde antes?» «Perdóneme usted; pero preferiría no contarlo. Se trata de algo muy personal y delicado.» «Siendo así, tendremos que renunciar a la interpretación de su sueño.» «Óigame, entonces: no he pasado la noche en mi casa, sino en la de una señora que significa mucho para mí. Al despertar por la mañana hubo de nuevo algo entre nosotros, y después volví a dormirme soñando entonces lo que acabo de contarle.» «¿Es una mujer casada?» «Sí». «Y, naturalmente, no querrá usted provocar un embarazo.» «No; eso podría delatarnos.» «Por tanto, no practica usted con ella el coito normal.» «Tomo la precaución de retirarme antes de la eyaculación.» «¿Debo suponer que aquella noche realizó usted esta habilidad varias veces y que, en cambio, no quedó usted por la mañana muy seguro de haberlo conseguido?» «Pudiera ser.» «Entonces su sueño es una realización de deseos, pues le tranquiliza a usted mostrándose que no ha engendrado un hijo, o lo que es aproximadamente