Bancario Guillermo Subercaseaux, pero no
publicada con anterioridad.
Gobierno corporativo, disciplina de mercado y ética empresarial
El mundo de los negocios y la economía ha cambiado significativamente en el curso de las últimas décadas. Este se ha movido en la dirección de privilegiar la libertad de los agentes económicos y el funcionamiento de los mercados. Este es un proceso inducido por fuerzas o tendencias muy poderosas como son: la globalización, la consolidación, la desregulación y el progreso tecnológico.
Una de las características de este tiempo es el surgimiento de corporaciones de mayor tamaño y significación económica, con posibilidades de desplegar sus actividades en múltiples mercados. Todo ello nos remite con mucha fuerza a los temas de este seminario: gobernabilidad corporativa, disciplina de mercado y ética empresarial.
En lo que se refiere a la gestión de las empresas, se pueden advertir también cambios que deben ser procesados con atención por sus implicancias. Entre ellos están:
El creciente foco en los resultados de corto plazo, en parte importante por presión de los inversionistas y los mercados en general.
En esa misma línea, la búsqueda del reconocimiento de los mercados. Ello es particularmente claro en el caso de las empresas abiertas que buscan preservar su valor bursátil.
Y los nuevos sistemas de remuneraciones e incentivos, que contemplan una creciente importancia los componentes variables.
Lo que ha ocurrido con las empresas ha ocurrido también con los bancos, con un agregado importante. Los requerimientos de capital para los bancos se han tornado más estrictos. Como resultado, los bancos se han visto obligados a levantar capital y a mantener abierto el acceso a las fuentes de financiamiento de largo plazo. Esto los ha llevado a preocuparse mucho de la evaluación que de ellos hacen los mercados.
Sin desconocer los enormes beneficios que este proceso de cambios acarrea, es claro que genera condiciones favorables para el desarrollo de conductas reprochables, especialmente cuando los controles internos son débiles y la cultura corporativa no provee un marco adecuado.
Con todo, creo que el sistema financiero chileno está bien protegido, en parte, por la naturaleza de la regulación y la supervisión que se aplica y, en parte, porque pasamos por una crisis severa a principios de los años ochenta y aprendimos la lección.
La LGB, modificada después de esta crisis, se hizo cargo de algunos de estos temas. Introdujo regulaciones nuevas en varios aspectos. Así, por ejemplo, para asegurar la transparencia de los estados financieros de los bancos, estableció que la SBIF fijará las normas contables y de presentación de balances, “debiendo velar por que la aplicación de tales normas permita reflejar la real situación de la empresa”.
Enseguida, la LGB fijó sanciones penales para quienes adulteren los balances, desfiguren la contabilidad, u omitan contabilizar operaciones que afecten el patrimonio de las instituciones bancarias. Estas sanciones pueden afectar a los accionistas fundadores, directores, ejecutivos, empleados o auditores externos. Junto con ello, fijó sanciones penales para los clientes que procuren obtener créditos proporcionando datos falsos sobre sus estados financieros.
Habría que mencionar también la introducción de normas para los créditos relacionados, que se fiscalizan con atención, pero lo más importante, que están bien asimiladas en la cultura de las instituciones financieras.
En otro plano, los gobiernos corporativos de las instituciones financieras se han fortalecido en el curso de los últimos años. Los directorios han asumido nuevas responsabilidades, en parte, por propia iniciativa y, en parte, porque así se lo han exigido las normas de la SBIF. En este marco, se han creado y están en funcionamiento, por recomendación nuestra, los comités de auditoría.
El enfoque de supervisión que está aplicando la SBIF conversa muy bien con estos desarrollos. La idea es otorgar mayores grados de responsabilidad a los directorios y la alta administración. Ello ha estado presente en varias regulaciones dictadas en el curso de los últimos 2 o 3 años.
Con todo, tenemos por delante varios desafíos. El sistema de supervisión descansa todavía fuertemente en el trabajo de la SBIF. La autorregulación y la disciplina de mercado no tienen toda la fuerza que quisiéramos. Los códigos de comportamiento y conducta frente a terceros son aún algo incipiente en nuestro sistema financiero, en circunstancias que son comunes en los países industrializados.
Sobre los comités de auditoría, parece necesario revisar las recomendaciones generales que se emitieron en 1995 y 1997, perfeccionarlas a la luz de la experiencia de estos años y hacerlas exigibles, con los márgenes de flexibilidad que siempre son necesarios.
En materia de normas contables, tenemos el desafío de hacer converger nuestras disposiciones a estándares internacionales. Hemos constituido un comité con participación de representantes de la SBIF, de la banca, de los auditores externos y del instituto de auditores, que ya ha hecho un levantamiento de las normas que deben ser revisados. Es un buen paso adelante.
¿Qué debemos hacer frente a estos numerosos desafíos? Sin duda necesitamos buenas regulaciones, pero estas no pueden hacer todo el trabajo. Tampoco podemos descansar únicamente en la ética de los individuos que forman las organizaciones. Así, uno de los retos que tenemos por delante es el fortalecimiento de lo que podríamos llamar una ética corporativa. Sin ella, el peso que recae sobre los individuos y las regulaciones resulta excesivo.
La ética corporativa está llamada a ubicarse precisamente en el espacio que queda entre el nivel micro, referido al comportamiento de los individuos, y el nivel macro, donde están las regulaciones y las instituciones previstas por el Estado.
El principal desafío de una ética corporativa es integrar dos mundos que han permanecido tradicionalmente separados, el mundo abstracto de la ética y el mundo práctico de los negocios, entregando respuestas, apegadas a principios y valores, para los problemas reales que enfrentan las corporaciones. La implementación práctica de estas ideas requiere de un compromiso interno compartido por todos quienes integran la empresa, directores, ejecutivos y empleados.
Extracto de la presentación titulada “Financial
conglomerates and bank stability: the case of
Chile”, efectuada en una conferencia desarrollada
en la sede del Federal Reserve Bank en
Washington DC, el 1° de junio de 2005.
Conglomerados financieros
Las economías emergentes, por regla general, observan la presencia de grupos económicos que desempeñan un rol importante en el desenvolvimiento de las actividades económicas y financieras. Con cierta frecuencia, además, estos grupos incursionan en actividades financieras, en forma adicional o complementaria a otras que mantienen en los sectores industrial, minero, inmobiliario, o comercial. Esto los transforma en lo que podríamos denominar grupos financieros mixtos, en el sentido que las fronteras de sus negocios están más allá de lo estrictamente financiero.
Se ha argumentado por parte de algunos analistas que estos grupos financieros mixtos plantean un serio desafío a la supervisión bancaria o financiera, particularmente cuando se plantea la necesidad de contar con una visión consolidada de sus actividades y riesgos. Si la supervisión se concentra únicamente en las actividades financieras, la visión que se obtiene es parcial.
Por otro lado, si se opta por cubrir todas las actividades, el supervisor tendrá dificultades para agregar y consolidar activos y riesgos de muy distinta naturaleza. Si se eligiese este camino, una pregunta adicional es si es suficiente hacer la consolidación un nivel más arriba del banco. En muchos casos, la única forma de tener un juicio completo e integral sobre la solvencia de un grupo es proseguir “aguas arriba” y llegar tan lejos como sea necesario.
En Chile, la presencia de grupos mixtos ha sido tradicionalmente de bastante importancia. Actualmente, 9 de los 25 bancos que operan en el país y cuyas colocaciones