Una quinta tendencia consiste en impulsar la transparencia y la disciplina de mercado. El objetivo perseguido es reforzar la vigilancia privada, la que ejerce el propio mercado, complementando la supervisión oficial. Los actores que están en condiciones de ejercer efectivamente vigilancia privada son los inversionistas institucionales, los bancos internacionales con posiciones acreedoras, y los clientes de mayor tamaño no cubiertos explícitamente por la garantía del Estado para los depósitos. Todos ellos están calificados para procesar la información que proporcionan las entidades bancarias y evaluar sus riesgos.
En nuestro país, esta vigilancia de mercado se ha ido fortaleciendo a través del tiempo. En esa perspectiva, hemos iniciado un proyecto que busca la convergencia de las normas contables locales a estándares internacionales. Este proyecto facilitará la aplicación de las recomendaciones de transparencia contenidas en el nuevo acuerdo de capital.
La sexta tendencia se refiere al perfeccionamiento de la transparencia frente a los clientes, las prácticas comerciales y la protección de los clientes pequeños. Este es un tema de preocupación nuevo entre nosotros. Se relaciona directamente con la incorporación de nuevos segmentos de la población a los servicios financieros y con la creciente importancia asignada a los derechos de los consumidores.
En varios países, estos temas están entregados a una autoridad especializada, distinta de la bancaria. En otros países, estas materias están asignadas al mismo supervisor prudencial. En Chile, la Superintendencia, en el marco de su mandato legal, ha incorporado gradualmente estos temas a su agenda de trabajo.
Antes de finalizar me gustaría hacer una reflexión sobre la auto-regulación. ¿Existe espacio para la auto-regulación en este sector? ¿Es conveniente avanzar en esa dirección?
La banca es un sector regulado y lo seguirá siendo. En ese sentido, la completa auto-regulación no está planteada. Pero también es importante reconocer que no todo puede ser regulado ni supervisado hasta en sus más mínimos detalles. En muchas áreas, una buena auto-regulación puede brindar una mejor solución que una regulación impuesta por la autoridad.
Ponencia en Seminario “Apoyo a la Gestión
Contable y Financiera de la Pyme” organizado
por el Instituto Guillermo Subercaseux en 2004.
Acceso a los servicios bancarios para las pymes
Para la SBIF es muy grato participar en este seminario junto con dirigentes representativos del mundo de las micro, pequeñas y medianas empresas que, como sabemos, son cientos de miles a lo largo de todo el país.
El tema que nos convoca es el del acceso a los servicios financieros por parte de este importante segmento de empresas. Este es un objetivo prioritario para las políticas públicas. El sistema financiero está para servir al conjunto de las empresas del país, sin discriminaciones ni exclusiones.
En esa perspectiva, la SBIF se ha involucrado activamente y ha desplegado esfuerzos para avanzar en el logro de ese objetivo. Por cierto, lo hemos hecho en el marco de nuestro mandato que tiene que ver con la estabilidad y el buen funcionamiento del sistema. Pero no son pocas las cosas que hemos hecho.
Por de pronto hemos elaborado un diagnóstico. Hemos hecho un levantamiento del universo de las empresas con que opera actualmente con el sistema financiero, clasificadas según tamaño. En ese universo de empresas clientes, se identifican 400 mil microempresas, 100 mil pequeñas empresas y 25 mil medianas empresas. Estas empresas, conocidas como mipymes, representan el 98% del universo empresarial del país. Las cifras son significativas.
Sin embargo, nuestro diagnóstico nos indica que el acceso de las mipymes a los servicios dista bastante de ser satisfactorio y, por lo tanto, debe ser perfeccionado a través de varias líneas de acción.
La primera es seguir avanzando en mejoras de eficiencia y reducciones de costo. La industria puede exhibir progresos importantes en esta materia en los últimos años, pero existen espacios para nuevas mejoras. La banca electrónica y los medios de pagos no tradicionales pueden aportar mucho en esa línea. En estas materias estamos mejor que nuestros pares en América Latina, pero todavía relativamente lejos de los países industrializados.
Una segunda línea de acción es el perfeccionamiento de la movilidad entre bancos. En nuestro país las grandes empresas trabajan activamente con varias instituciones. Cuando tienen una operación, piden varias cotizaciones y por cierto se quedan con la mejor. Las pequeñas empresas, en cambio, por regla general trabajan con un solo banco. Sus volúmenes no permiten dividir sus transacciones en varias instituciones.
Ello en sí no constituye un problema. El problema surge cuando el cliente desea cambiarse de un banco a otro en busca de mejores condiciones. El costo de moverse es alto principalmente por temas tributarios y de constitución de garantías. Las pequeñas empresas descansan mucho en sus garantías. Mover las garantías toma tiempo y tiene muchas veces un costo apreciable. En esa perspectiva, todo lo que se haga por facilitar la movilidad y reducir los costos de traslado mejorará la calidad del acceso a los servicios por parte de las pequeñas y medianas empresas.
Una tercera línea de acción es el perfeccionamiento de los sistemas de información financiera. Las decisiones de los bancos requieren de información. Para otorgar un crédito se requiere conocer la situación financiera de la empresa y proyectarla en el tiempo.
Las grandes empresas cuentan con buenos sistemas de información. Preparan sus estados financieros siguiendo un formato estandarizado. Sus informes son auditados y están disponibles con la frecuencia y oportunidad que corresponde. Muchas de estas empresas cuentan, además, con clasificaciones de riesgo otorgadas por firmas especializadas. Por ello, los bancos pueden hacer buenas evaluaciones, tomar decisiones en forma rápida y afinar las tarifas que se les aplican.
No ocurre lo mismo con las pequeñas empresas. Los sistemas de información son imperfectos. Los requerimientos efectuados por los bancos no están estandarizados. Cada banco utiliza su propio formato. La información es preparada aplicando distintas pautas y no está sometida a pruebas de validación.
La comparación de los informes de una misma empresa a lo largo del tiempo no siempre resulta posible. Tampoco es fácil efectuar comparaciones entre distintas industrias o entre empresas pertenecientes a una misma industria, lo que resultaría útil para efectos de evaluación crediticia. Todo ello torna más complejo el proceso de otorgamiento de crédito, conduce a exigencias de garantías o avales, y eleva los costos de operación, que al final pagan los clientes.
La SBIF en conjunto con la ABIF emprendimos el proyecto de crear una ficha de información financiera estandarizada precisamente para avanzar en la solución de este problema. Esta ficha, conocida como Fecu-pyme, ya fue presentada a los actores relevantes y al público en general. Esperamos que sea recogida e implementada, como efectivamente ha comenzado a ocurrir.
Pensamos que su utilización tendrá efectos muy positivos. Entre ellos se pueden mencionar los siguientes:
Reducirá los costos de preparación de la información requerida a las pequeñas empresas.
Reducirá los costos de procesamiento por parte de los bancos y permitirá que estos efectúen análisis técnicos mucho más sofisticados, como comparaciones entre empresas o entre sectores.
Promoverá por tanto la competencia entre bancos y entre estos y otros proveedores de crédito.
Generará así condiciones para que las tasas de interés aplicadas a estas empresas se aproximen a los niveles observados en países avanzados.
La realización de este seminario, al igual que otras iniciativas que hemos conocido después del lanzamiento original de esta ficha estandarizada,