Aceptar esta afirmación es comprometerse con una hipótesis como “en la filosofía madura de Wittgenstein está presente una orientación epistemológica relacionada con el pragmatismo lingüístico-filosófico”. Precisamente ese es el reto que afrontará el siguiente capítulo.
Los juegos de lenguaje vistos desde pragmática lingüístico-filosófica
Wittgenstein plantea los juegos de lenguaje (Sprachspiele) como una crítica que realiza de sí mismo. Su autocrítica teje una revisión de la concepción del lenguaje consignada en su primer libro, el Tractatus (1922), donde consideró que existía algo así como el lenguaje, que en buena medida está sustentado en una concepción referencialista del significado: el estado de cosas es a la proposición, como el objeto es a la palabra, donde el significado de ésta deviene gracias a la correlación con aquél. La refutación a esta concepción la efectúa el mismo autor en Investigaciones filosóficas:
Hace cuatro años tuve ocasión de volver a leer mi primer libro y de explicar sus pensamientos. Entonces me pareció de repente que debía publicar juntos esos viejos pensamientos y los nuevos: que éstos sólo podían recibir su correcta iluminación con el contraste y en el transfondo de mi viejo modo de pensar (1986, p. 13).
No obstante, aquí se sostiene que una revisión de lo anterior conduce a postular la presencia de juegos de lenguaje en sus obras precedentes, las que fueron reconstruidas a partir de los cursos dictados en Cambridge durante la década de los treinta. La historia del concepto es el punto de partida de este capítulo y para ello se volverá sobre los libros: Gramática filosófica, Observaciones filosóficas y Cuadernos azul y marrón. Una vez hecha la revisión genética de los juegos de lenguaje y después de demostrar el propósito pragmático expuesto en la producción del treinta, nuestra investigación se dirige a las obras del pensamiento maduro, a saber, Investigaciones filosóficas, Sobre la certeza y Zettel, con el fin de establecer la versión definitiva de no sólo del concepto sino además del método. ¿Qué se pretende con esta revisión? Constituir los conceptos de “juego de lenguaje” y “forma de vida” como los pilares del nuevo modo de hacer filosofía de Wittgenstein: el giro copernicano en lingüística filosófica. Apropiándonos de la metáfora terapéutica de Wittgenstein y Gellner, conceptos como posición de juego, juego de lenguaje y forma de vida son el instrumental quirúrgico de la profilaxis que practica la filosofía del lenguaje: “Los problemas filosóficos están conectados íntimamente con el lenguaje y de una u otra forma provienen de él.” A partir de entonces se entiende que “la lingüística filosófica se conciba no simplemente como una terapia o eutanasia, sino también como profilaxis contra un peligro necesariamente presente en todo momento5” (Gellner, 1960, p. 19, 20).
La literatura crítica sobre el vienés ha establecido dos etapas (antagónicas) dentro de su pensamiento. En general se habla del primer Wittgenstein, el del Tractatus, y del segundo Wittgenstein, el de las Investigaciones filosóficas. Si bien es cierto que existe un antagonismo en estas dos fases de su pensamiento, también es cierto que hubo un fenómeno editorial de fondo para remarcar esto, a saber, que la mayoría de su obra se conoce póstumamente, y, por un par de décadas, las únicas obras publicadas –y por ende estudiadas– fueron las que acabamos de mencionar. La queja que aquí se eleva es la de haber descuidado la llamada etapa de transición, que no está compuesta únicamente por los Cuadernos azul y marrón; a esta década pertenecen libros tan importantes como la Gramática filosófica, Observaciones filosóficas y los Cursos de Cambridge. Atendiendo a estos cursos, se comprende que el antagonismo mencionado no es tal; a todas luces resulta mejor replantear las cosas según un giro de pensamiento. Giro que está estructuralmente relacionado con la adopción de un nuevo método de investigación:
No nos interesa la relación de las palabras con la sensación, no importa cuál pueda ser ésta, ya sea que resulten evocadas por ella o le den una salida. Tampoco nos interesan los hechos empíricos sobre el lenguaje considerados como tales. Nuestra preocupación se centra en la descripción de lo que pasa y no nos interesa la verdad, sino la forma de la descripción. Lo que pasa considerado como un juego (1992: § 30).
Con el giro cualitativo que ofrece Wittgenstein se pretende dejar de pen sar que existe algo –en una especie de más allá– conocido como lenguaje, que es un retrato (Bild), pero no uno cualquiera, pues al corresponderse con contenidos, como lo son los estados de cosas, se lo toma como un bosquejo de otra instancia que igualmente se encuentra en un más allá, al que se le llama mundo. Destituir una concepción tal, que no es otra distinta a la expuesta en el Tractatus, tiene implicaciones como que se desplace la noción de fundamento como algo que se encuentra más allá, y al estar al otro lado (no se sabe cuál), deviene fundamento trascendental, esto es, locus veritatis. La cuestión fundamental para el giro cualitativo es que ni ese más allá de los hechos empíricos como verificación del lenguaje, ni los valores de verdad fundamentados en ellos, interesan a la nueva metodología de investigación. Esta corrección la denominó el propio Wittgenstein “terapéutica”, y esta visión, según Moore (1972), es única; tanto así que en las memorias de los cursos dictados por el vienés en su regreso a Cambridge, Moore (1972) deja constancia de una ruptura con respecto a la tradición filosófica y señala el nuevo método como un “nuevo tema”:
Me quedé bastante sorprendido por algunas de las cosas que dijo sobre la diferencia entre “filosofía”, en el sentido en que se podía llamar “filosofía” a lo que estaba haciendo (a esto lo llamaba “filosofía moderna”) y lo que tradicionalmente se ha llamado “filosofía”. Dijo que lo que estaba haciendo era un “nuevo tema” y no simplemente un estadio de un “desarrollo continuo”; que en filosofía había un “rizo” en el “desarrollo del pensamiento humano” comparable a lo que había ocurrido cuando Galileo y sus contemporáneos inventaron la dinámica; que se había descubierto un “nuevo método”, como había ocurrido cuando la “química se había desarrollado a partir de la alquimia” y que ahora era posible por primera vez que hubiese filósofos “diestros”, aunque naturalmente en el pasado había habido “grandes” filósofos.
Llegó a decir que aunque ahora la filosofía había quedado “reducida a una cuestión de destreza”, con toda esta destreza, como tantas otras, es muy difícil de adquirir. Una dificultad es que requiere un tipo de pensamiento al que no estamos acostumbrados y en el que no estamos entrenados; un tipo de pensamiento muy distinto del que se requiere en las ciencias. Dijo que la destreza requerida no se podía adquirir simplemente oyendo conferencias: la discusión era esencial. Por lo que respecta a su propia obra dijo que no importaba que sus resultados fuesen verdad o no: lo importante es que “se había encontrado un método” (pp. 368-369).
El método de Wittgenstein es el método pragmático, donde las nociones objeto de análisis son ellas mismas posiciones de juego: “Las palabras son también acciones” (1986, §549). Tanto así que la estrategia de los juegos de lenguaje, de alguna forma, dictamina el método de la pragmática: “Queremos sustituir las conjeturas y las explicaciones turbulentas por la consideración reposada de los hechos lingüísticos” (1985: §447). Ahora bien, la pregunta es: ¿hay un único modo de aplicar las categorías epistemológicas de Wittgenstein? Su método enseña por principio que no existe una única forma de trabajar con las categorías analíticas. En otras palabras, no existe la manera correcta de hacer uso de esas categorías, infiriéndose entonces que cualquier otra forma tendría que ser forzosamente incorrecta. Otro modo de exponer este mismo asunto es afirmar que la diferencia en la aplicación de las categorías, cual utensilios