J.: «Iban todos a un gimnasio de Alonso Cano donde había mucho macarrismo. F. se ponía [consumía], pero nunca dejó de hacer ejercicio. Era un tío muy agresivo, es un cabrón. Le gustaba pelearse. Porque sabe que gana. Te daba seguridad ir con él. Era un “palero” [que daba palos]. Se decía que te daba a elegir entre pinchazo o pellizco. Te pinchaban con el bardeo o te pellizcaba con unos alicates en pezón. Eso era más un mito. Pero lo cierto es que F., si robaba a alguien, además, le metía una hostia. Lo hacían mucho en los bajos de azca. Había muchos pijos en [esa] zona a principios de los ochenta».19 «Un día, averiguaron que un empresario iba a llevar consigo mucho dinero en efectivo. Cruzando la Castellana, por una isleta al lado del Bernabéu, el señor llevaba su maletín con el dinero. Ciertas personas del grupo le obligaron a parar y no le dejaron cruzar. Llegó un coche, y se llevaron el maletín. Eso fue un “vuelco” [robo] en toda regla».
No obstante, fue el hermano de uno de los miembros del grupo quien se introdujo más profundamente en el mundo de la delincuencia. Se trata del Punkito,20 hermano pequeño del Rata. Este último, miembro original de la pandilla, había muerto de una sobredosis del modo más absurdo. R., alias La Carrá: «El Rata y su novia pillaron caballo. La heroína esa tenía una pureza que te cagas. Pillaron buen “burro” y a la chica le da una sobredosis y el Rata la lleva a la Cruz Roja. Y, entonces, el Rata, mientras esperaba, se metió un pico en el baño del hospital, y murió en el propio hospital».
J.: «Su hermano pequeño, el Punkito, intentó entre otras cosas matar al abogado Rodríguez Menéndez por dinero. Era cocainómano, y pequeñito. Era un hijo puta». R., alias La Carrá: «El Punkito empezó con la coca. Se hizo muy amigo de una gente del gimnasio, que paraba por el barrio y se dedicaba al trapicheo. Punkito le debía una cifra a un tío de esos. Estaba acuciado por las deudas de coca. Por eso se metió en lo de Rodríguez Menéndez».
Según R., alias La Carrá, Punkito fue un producto de su entorno: «La violencia, tío, engendra violencia. Olvídate de rollos. Hay alguien que puede salir gilipollas. Pero la mayoría de las veces es que a uno le han metido más de la cuenta y reacciona con más violencia». En los colegios del barrio, los profesores «nos metían de hostias a mansalva… La educación consistía en ver quién daba más hostias». Es importante resaltar cómo ese tipo de educación te familiariza con la violencia y te quita, así, el miedo a la violencia. De este modo, uno aprende a ser violento desde su más tierna infancia, en el hogar, en el colegio, en la calle. «El ecosistema del barrio era brutal. Porque empezaba todo el tema de drogas y de la movida madrileña, y aquello fue un desfase total». «Estaba en paro el 30 % de la población y la gente no tenía dinero. Entonces, pues, teníamos que buscarnos la vida». El hermano mayor del Punkito, el Rata, «también iba por el lado salvaje de la vida y este [Punkito] se crió en esta onda. Como el hermano mayor, pero más brutal. Lo que pasa es que no tomaba heroína. Tomaba de todo lo demás, menos jamaro. Se ponía de todo… hasta de clembuterol [un anabolizante]. Era chiquitín, pero daba hostias como panes. Estaba todo el día en el gimnasio y con el clembuterol». «Se lió con el tema de los gimnasios. En aquella época de los últimos setenta y primeros ochenta estábamos todo el día pegándonos. Nos lo pasábamos genial pegándonos. Los de Cuatro Caminos íbamos a pegarnos con los del Alvarado o íbamos a pegarnos con los del Parque Móvil».21 «Era muy típico eso de detectar a ver quién entra en mi barrio. Con una mirada la pelea estaba servida. Iñaki, ¿tú has visto Quadrophenia? Pues como Quadrophenia». «La gente del Parque Móvil... Todos eran hijos de policía. Esos eran peligrosos. Le quitaban la pistola a su padre y salían con la pistola. Los hijos de puta siempre tenían un pequeño, un pequeñito cabrón. Salían cuatro o cinco y el pequeñito cabrón iba a tocar los cojones. Y cuando le daban un bofetón al pequeñito, venían los otros cinco. Y venían con la pistola del viejo».
J.: «El Punkito se hizo malo de verdad. Lo que le gustaba era pelearse. Los padres eran dos personas bajitas, buenísimas personas. Su padre era un militar, un “chusquero”, que entra a hacer la mili y se queda y no pasa de cabo. Gente apocada. El Punkito tenía mucha ira, porque su hermano había muerto. Pagó un par de años de trullo, por lo del Rodríguez Menéndez». «Punkito era conocido. Si lo pillabas drogado por la calle, ni saludarle, ni decirle buenos días, ni hola, ni adiós, ni nada de nada». Le veías «con la mirada cruzada y mejor no acercarse». «Ese tipo de gente, tan descontrolada, no dura mucho porque no es de fiar. Era muy violento, porque sí. Daba igual que fuese pequeño. Era el más salvaje, el que pegaba primero».
R.: «Bajaron a casa del O. en Málaga. Venían de Marruecos, para la feria de Málaga. Bajó Punkito con la burra [moto] a Málaga. Hace tantos años no había mucha gente con tatuajes. Era bajito, cuadrado, con cara de mala hostia. Íbamos seis u ocho por la feria y la peña se abría. Era un hervidero, y nos metemos en la caseta del pc. Este era muy facha: “Yo ahí no me meto que esos son comunistas”. Le convencemos para entrar. Va la novia del Punkito a mear y está el típico gracioso malagueño tratando de ligar con las chicas que esperan para ir al baño. Y va la novia del Punkito y le dice al tío, “mira, yo no te voy a decir nada, pero aquel de ahí es mi novio”… El Punkito acojonaba con solo verlo. Además, te la liaba».
J.: «El Punkito se juntó con una banda que se dedicaba a los vuelcos [a robar drogas a traficantes]. La mujer del abogado Rodríguez Menéndez tenía un amante que era miembro de la banda. La tía le encargó al amante que asesinase a su marido abogado, para quedarse con la herencia. Punkito y el susodicho fueron en moto a cumplir con la misión. El que llevaba la pistola era el amante y el Punkito conducía la moto. Se pusieron a la altura del coche del abogado —en el que iba también la mujer de Menéndez—, y dispararon. Pero el conductor-guardaespaldas del abogado repelió la agresión y le metió un tiro en un glúteo al potencial asesino, y ambos escaparon con la moto a toda prisa. Fueron luego a un médico de confianza para curar las heridas del amante, pero la policía interceptó una de sus llamadas y les pilló a todos. Punkito tuvo que pagar con varios años de cárcel».
R.: «El Punkito era un salvaje. Estaba todo el día en el gimnasio, con el clembuterol. Estaba en todas las discotecas del mundo. Era portero de discoteca. Era más nazi que punki. Le llamaban Punkito porque metía hostias a todo dios. Pero de punki no tenía nada, eh. De punki no tenía nada. Era un nazi de la hostia». Decía la leyenda que se había suicidado en un ataque de rabia pero, al parecer, no fue así. Según R., «cuando salió del trullo estaba viviendo en la calle Cristóbal Bordiú, en una habitación compartida. Un día quedó con F. para darse una juerga. Salieron ese día y se cogieron una buena torrija. Se puso absolutamente de todo. Y entonces, se fue el hombre a su casa y a la madre le extrañó que llevase tres días sin pasar a verla, porque se pasaba a comer a menudo. Y lo encontraron muerto. Debió de ser un ataque al corazón».
Como ocurre con tantos otros peleones con los que me he topado al investigar este libro, «Punkito sacó tanta violencia de las hostias que le dieron. Empezó siendo un chaval normal, pero le pegaban los mayores», dice R. En palabras de Fran, el Bicharraco, un informante de Malasaña: «Mucha gente que reparte mucho, les pegaban de pequeños, les hacían bullying. Porque eran buena gente». Al fin y al cabo, los humanos somos animales, y los animales que son maltratados en sus primeros años crecen hasta ser especialmente rabiosos y agresivos. Pensemos en los gatos callejeros, o en esos perros de pelea de los que hablaba R.
Podemos hablar del macarra como alguien íntimamente vinculado a su ecosistema. Para comprender dicha relación no está de más hacer referencia a la etología, como ciencia que se ocupa del comportamiento animal, pues animales somos. Se han conducido experimentos con ratas en entornos controlados en los que podía incrementarse la temperatura ambiente. Las ratas se conducían de modo más agresivo cuanto mayor fuese la temperatura, siempre y cuando recibiesen descargas eléctricas22. Digamos que los ecosistemas urbanos pueden operar del mismo modo: cuanto mayores sean las agresiones recibidas —en el caso de las ratas estas agresiones serían las descargas