En resumen, Tesco y Carbon Trust acordaron crear una hoja de ruta para toda la cadena de abastecimiento de cada uno de los productos de sus tiendas y recabar data de cada proveedor dentro de esas cadenas de abastecimiento. Estas cadenas no se limitaban a los proveedores de Nivel 1 de Tesco, con quienes la empresa tiene contacto a diario. Tesco también necesitaba entrevistar y recopilar información de los proveedores en los niveles más profundos de la cadena. Helen Fleming, directora de cambio climático para Tesco, declaró a la publicación The Grocer que tomó “un mínimo de varios meses de trabajo” para calcular la cifra que pondrían en cada una de las etiquetas de huella negra.43
Primero un lote, luego un problema
El primer lote de productos con etiquetas de carbono aterrizó en los anaqueles de Tesco en agosto de 2009, no sin poca fanfarria.44 Los empleados del supermercado destacaron las etiquetas instalando exhibidores especiales, perpendiculares a las góndolas, que saltaban a la vista. Eso, combinado con la promoción mediática usual, resaltó los esfuerzos de Tesco por sus consumidores. Mientras tanto, un equipo de colaboración conformado por empleados de Tesco y asesores de Carbon Trust trabajaron tras bambalinas para preparar la próxima ronda de etiquetas de carbono.
En apariencia, el plan era simple, pero alcanzable. Una grande y poderosa cadena minorista con considerable control sobre su mercado se asoció con una respetable ONG para establecer un plan de etiquetado que creía importar a sus clientes. Existía un marco de referencia para el proyecto y Tesco parecía tener la voluntad de llevarlo a término. Sin embargo, en retrospectiva, el plan se articuló en algo de ilusión optimista.
El número de productos etiquetados con su huella en los anaqueles de Tesco nunca incrementó, como se había estipulado. Leahy, quien fue CEO de Tesco desde 1997, renunció a su cargo en marzo de 2011.45Tesco canceló su programa de huella de carbono un año después, luego de etiquetar tan solo 500 productos.46 La cadena alcanzó un paso de escasos 125 productos por año.47 A ese ritmo, la empresa habría necesitado más de siete siglos para etiquetar los 90.000 SKUs en sus tiendas.48 Y esto es suponiendo que, por supuesto, Tesco no haría cambios a sus líneas de productos y que sus proveedores no cambiarían los ingredientes o procesos de manufactura de ninguno de los productos etiquetados durante esos siglos.
El programa de Walmart tampoco tuvo mejor suerte. Al mismo tiempo que el programa de etiquetado de Tesco se desmoronaba, el proyecto de etiquetado de Walmart tuvo una muerte silenciosa. Por ejemplo, en 2014, la página corporativa de Walmart sobre su índice de sostenibilidad no hace referencia alguna al etiquetado de sus productos ni al respecto de su impacto ambiental. En vez de ello, habla de “desarrollar un estándar sostenible para los productos” en cooperación con el Consorcio para la Sostenibilidad. Es interesante que, a pesar del fracaso del esfuerzo de Tesco, su imagen como ambientalista mejoró. A la par del lanzamiento de su iniciativa de etiqueta en 2009, Carbon Trust premió a la cadena minorista con el galardón Estándar de Carbon Trust.49 Al entregar el premio, Carbon Trust acotó que Tesco había alcanzado un progreso significativo en la reducción de su “intensidad de carbono”. El plan de ACV de Tesco fracasó porque la empresa subestimó gravemente el esfuerzo que requiere cada ACV y sobrestimó la respuesta de los consumidores, otros minoristas y los fabricantes de productos. En un intento por explicar la falla, Fleming dijo en una entrevista publicada en The Grocer en 2012:50 “Esperábamos que otros minoristas corrieran a hacer lo mismo, dándole una masa crítica, pero no fue así”. Tesco abrigó esperanzas de cambiar el comportamiento de sus consumidores de forma que motivara a otros minoristas a etiquetar sus productos. Los consumidores, sin embargo, no compraron los productos etiquetados en mayor cantidad que los no etiquetados.
Como bien demuestra el ejemplo de Chiquita, un ACV exacto del impacto ambiental de cada producto requiere grandes cantidades de data y extenso análisis. Los cálculos del costo de una sola evaluación de huella varían entre $10.000 y $60.000 por producto,51 52 cosa poco práctica, a menos que la tecnología de ACV y recolección de data se abarate o se sumen otros actores.
De críticos del carbono a calumniadores de etiquetas
Otros pensaron que las etiquetas de Tesco no eran lo suficientemente buenas, demostrando una vez más que il meglio è l’inimico del bene: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno” (ver Capítulo 1). Los ambientalistas presentaron dos objeciones. La primera, la metodología PAS 2050 utilizada por Carbon Trust excluye varias categorías mayores de la huella. “Ninguna de las maquinarias utilizadas en la fabricación de una camiseta son consideradas [en el PAS 2050], pero esta maquinaria puede tener una enorme huella de carbono. La eficiencia de la maquinaria se toma en consideración, pero el impacto de producir y mantenerla, no”, dijo el Dr. John Barrett, del Instituto Ambiental de Estocolmo en la Universidad de York, Reino Unido.53La segunda, “una huella de carbono baja en un producto no significa que el producto es enteramente amigable con el medio ambiente. Pueden existir otros problemas que tienen que ver con el producto, como la deforestación, uso de agua e impacto social”, dijo el activista de Amigos de la Tierra, Richard Hines.54
“Más grande que una caja de pan...” 55
Las empresas pueden evaluar su huella aproximada sin incurrir en los costos excesivos de localizar cada uno de los ingredientes a lo largo de cada eslabón de la cadena de abastecimiento. Un abordaje más pragmático, si bien menos riguroso, puede ser de utilidad en revelar “los puntos críticos” (ej., ingredientes, ubicaciones, productos o procesos) de mayor impacto ambiental. Estas son las áreas en las que las iniciativas de mitigación podrían hacer una gran diferencia o donde la empresa es más vulnerable a un ataque por su impacto ambiental. Algunas técnicas arrojan estimados de la huella de carbono que, mientras no son lo suficientemente precisos para diferenciar, digamos, dos marcas de leche, sí pueden identificar los puntos críticos más grandes, facilitando así acciones más pragmáticas.
Acelerando la evaluación: Puntos críticos en la lista de materiales
“¿Cuánto contribuye su vaso de jugo de naranja de todas las mañanas al calentamiento global?” preguntó un artículo del New York Times en enero de 2009, haciendo referencia a un estudio publicado a principios de ese año.56 PepsiCo, en asociación con el Instituto para la Tierra en la Universidad de Columbia, investigó la huella ambiental de 20 productos de jugo de naranja de la línea Tropicana Pure Premium de PepsiCo. El estudio concluyó que el típico cartón de jugo de naranja Tropicana Pure Premium vendido en Estados Unidos era responsable de una huella de carbono de 1.7 kg.57 Treinta y cinco por ciento de ese impacto, el más grande punto crítico, provenía del fertilizante utilizado en el cultivo de las naranjas.58
El estudio del jugo de naranja fue tan exitoso que los ejecutivos de PepsiCo quisieron repetirlo para todos los productos de su empresa.59 En vez de intentar un ACV detallado, sin embargo, Columbia y PepsiCo se unieron nuevamente para crear un abordaje “rápido” de ACV que balanceara lo minucioso del ACV completo con la velocidad y costo requeridos por PepsiCo. La técnica empieza por la lista de materiales (BOM) de cada producto, 1.137 productos en el caso de PepsiCo, que se extraen del sistema de planeación de recursos empresariales (ERP) de la compañía. Luego se cotejan los datos de los materiales contra los factores de emisiones conocidos para los materiales y procesos, para llenar una estructura estándar de data de cálculo de los factores de emisión. La estructura de datos también incluye un estimado de la precisión del factor de emisión para cada material y proceso. Para los materiales y procesos cuyos factores de emisión no son tan evidentes, el equipo desarrolló un modelo “genérico” para calcular el impacto de carbono con base en atributos tales como precio,60 peso, densidad y tipo. Ya que los cálculos “genéricos” incluidos en el sistema no son tan exactos como los cálculos con base en data específica, los analistas podrían realizar otras evaluaciones