«Sin embargo, para poder avanzar liminalmente, tuvimos que desarrollar nuevas características organizacionales y capacidades personales como reciprocidad, empatía y resiliencia del riesgo».
«Entendimos que, para que Arbusta fuera un ámbito de intercambio en paridad, donde por más que no fuésemos pares se generara un sentimiento de paridad, era necesario establecer vínculos de reciprocidad, donde cada uno aportara al conjunto, y estuviera dispuesto a entender al otro por más diferente que fuera, para vislumbrar qué le aportaba y, a la vez, entender cómo uno podía aportarle al compañero».
La reciprocidad hace que todos se sientan pares. Y ayudó mucho a ese proceso que, a los tres fundadores, ser recíprocos les fluyera de forma espontánea. Es que los mueve la convicción de que, si vos sabés algo, ya no es solo tuyo y, por lo tanto, hay que volverlo a dar. Porque el conocimiento, como el amor, solo tiene valor cuando se comparte con otros.
«Empezamos a convivir con un elemento que nos era ajeno a nuestra cotidianeidad y que, a partir de que se sumaron jóvenes con diversas y numerosas carencias, la fragilidad se integró a nuestra vida. Eso se manifestaba en cientos de maneras, desde ver a alguien llorando o que pedía un adelanto de sueldo porque había tenido un imponderable, a otra que estaba angustiada por problemas familiares. Eran todos hechos que los superaban y los afligían, y que nos enfrentaban al desafío de buscar la manera de encontrar soluciones entre todos».
«En este punto, entonces, decidimos también redoblar la apuesta: nos propusimos que esas soluciones no solo resolvieran lo inmediato, lo urgente, sino que, además, debían generar o promover cambios estructurales a futuro. ¿Por qué? Porque sirve de muy poco aplicar solamente paliativos o placebos a tragedias y angustias que nos atraviesan cotidianamente. Así, fuimos desarrollando la empatía como grupo para poder hacernos cargo de pesares ajenos y asumirlos colectivamente. Aprendimos todos que reconocer la vulnerabilidad de cada uno te da más poder como equipo y, de esa forma, fuimos tratando de encontrar la manera de que las soluciones temporales se transformaran en cambios de largo plazo que se instalaran en la vida de cada uno de nosotros».
La liminalidad plantea un doble desafío: por un lado, situarse en la función de un intérprete equilibrista en el umbral de lo que se transforma o de lo que nace y, por el otro, crear las condiciones para que ese elemento innovador pase a ocupar un espacio de centralidad. Ello requiere asumir el riesgo de poder plasmarlo en la empresa y llevarlo a la sociedad para que lo pondere. No se trata de un trabajo sino de una actitud, una forma de ser, un carácter. Es hacer pasar tu vida personal, tus ilusiones y tus acciones por el riesgo de hacer-ser, más que de hablar. Ello implica moldear un temperamento en base a la resiliencia, sabiendo que muchos de los riesgos asumidos desde las acciones concretas pueden generar crisis que ponen a prueba la capacidad de superación individual y colectiva. Es que la resiliencia es, también, un componente intrínseco de la liminalidad: una vez superada una crisis, la experiencias vividas se transforman en un mayor y profundo auto-conocimiento.
Habitar en los bordes de la sociedad, en la periferia social, no solo tiene que ver con la posición socioeconómica que se ostente o el lugar geográfico en el que se habite: también ser joven, o mujer, o no tener experiencia laboral, o asumir una identidad más allá del femenino o masculino, te coloca en los márgenes. Y así lo relatan los arbusters más jóvenes:
«Como joven no tenés experiencia y eso te pone en los bordes. Porque estar en los bordes también es ser joven o no tener el secundario completo. Hay mucha discriminación: te dicen “estos bolivianos” o te tildan de “negro de mierda” sin fijarse cómo son ellos. La gente ve personas marchar porque no tienen trabajo y les gritan que vayan a trabajar. Es como decir que el piquetero se autodiscrimina. La mujer también es discriminada. Por ejemplo, para ser despachante de combustible en una estación de servicios te piden fotos de cuerpo entero».
«Oportunidades hay en todos lados, pero el tema es la experiencia y el estudio. En el colegio me enseñaron dos lenguajes técnicos y, cuando voy a buscar trabajo, me piden entre cuatro y cinco años de experiencia en cada uno. Entonces, hay oportunidades, pero te limitan ciertas cosas, principalmente la falta de experiencia. Muchas veces, también, la mayor limitante que tienen algunos chicos es el tiempo, porque tienen que cuidar a sus hijos, sus hermanos o a adultos enfermos».
«Antes, ser del barrio era un motivo para que te dejaran afuera de una posibilidad de trabajo. Eso pasaba mucho. Ahora, no importa tanto de dónde venís; lo que quieren es a una persona que sepa esto y esto. Antes, en cambio, era “sabés de esto, pero sos del barrio”. Ahora dicen: “Me venís bien, te contrato”. Hay un condicional que cambió».
También desde Rosario, Julieta Speranza pone el foco en la importancia de buscar talento en los bordes y en las necesidades que deben atenderse, porque cuando se encuentra talento en los segmentos más vulnerables de la sociedad, se elige a los jóvenes pero también se elige el contexto: «La empresa tiene que prepararse para poder abordar temas como violencia de género o situaciones de abuso, los temas puntuales de lo que pasa en las casas, donde muchos chicos son sostén de las familias, donde hay chicos de 20 años que tienen que llevar la plata a su casa porque los padres no tienen trabajo. Hemos hecho colectas porque faltan recursos en las casas y los vienen a cubrir acá. Los chicos vienen a desayunar acá porque a veces en las casas no tienen. Chicos que han tenido problemas con la vivienda y dimos asesoramiento para poder resolverlos. Hay talleres de cuentas sanas (cómo prever situaciones y tener reservas de plata) y de violencia de género».
Julieta y los líderes de grupo están atentos a lo que le pasa a cada joven: «En la diaria el líder que está con los chicos detecta situaciones y vamos conversando a ver cuáles son los temas más comunes. Si hay una situación puntual, conversamos directamente con los chicos. Cuando hay una situación de violencia doméstica, es necesario un acompañamiento especial con abogados o psicólogos. Hubo casos de violencia de género donde los hemos acompañado a la comisaría para hacer la denuncia. Hay chicos que siguen yendo al hospital cuando podrían usar el sistema de medicina prepaga y entonces se los asesora para que usen los médicos de la cartilla. Hemos festejado cumpleaños a chicos que jamás lo habían festejado».
Mariel Sabra, del BID-LAB, es contundente en este aspecto: «Arbusta rompe un molde, es liminal en el sentido de la innovación. En el mercado hay variantes, pero ninguna es tan pura».
¿Por qué Arbusta?
A esta altura, seguramente el lector se preguntará por qué «Arbusta». Había otras opciones de nombres dando vueltas pero, cuando surgió este, no lo dudaron. «Arbusta» y no «Arbusto», porque la idea era reflejar el crecimiento de oportunidades para las mujeres y, a la vez, esa habilidad innata impulsora del paradigma de la ética del cuidado, que está asociada a energías femeninas. Explican los fundadores: «Quisimos representar en una versión femenina del arbusto (planta leñosa) algo que, desde una semilla, tiene el potencial de ser una misma raíz que se hace tronco y luego desplegarse en ramas rápidamente. Nos parecía importante que el nombre incorporara esta dimensión de la velocidad y unicidad, porque el desafío de integrar el talento de las personas que la sociedad ningunea tiene que concretarse rápidamente: hay muchos jóvenes que no pueden esperar y ellos son la semillas de lo que vendrá o podrá ser. Pero, que hayamos generado algunas de las condiciones para que algunas de esas semillas germinen no nos hace responsables de hasta dónde crezcan. Queremos ocupar un rol de habilitantes para crear condiciones, para que otros se sumen y hagan crecer el arbusto, y que este no se vea limitado al despliegue que pueda darle esta organización».
Superado el reto de encontrarle nombre, hubo que enfrentar el otro desafío de toda organización: darle identidad. Un nombre identifica pero no distingue; lo que distingue es la identidad. «Sabíamos que no era el nombre, sino la naturaleza de ese nombre, la naturaleza de Arbusta como organización, la que nos daría identidad».
«En el caso de la organización que nos imaginábamos, que se nutría de un recurso que estaba en todos lados como el talento, darle identidad propia a un desarrollo distribuido requería de una naturaleza de organización bien particular. Así fue que nos dimos cuenta de que la naturaleza de Arbusta no tenía que ser la de repartir