¿Qué quiere decir esto? Que el talento es un recurso distribuido en la sociedad. Pero, si esto es cierto, ¿por qué un importante sector —como son los jóvenes en general, y las y los jóvenes en situación de fragilidad económica en particular— no acceden a trabajos que potencien sus talentos? Porque si bien el talento está distribuido democráticamente, lo que no se distribuye son las oportunidades de acceso. Fue así que, buscando una solución a ese dilema, nació Arbusta, una empresa que destraba, habilita y nutre el talento.
Arbusta es una empresa de servicios tecnológicos cuya materia prima es el talento joven que la alimenta pero, al mismo tiempo, ese talento es nutrido y distribuido entre los jóvenes como bien público, de tal manera que todos tengan acceso a las oportunidades que lo potencian en igual cantidad y calidad.
«Cuando nos pusimos en marcha, descubrimos que la práctica de acceder al talento en los segmentos más vulnerables de la sociedad no tenía una teoría que la respaldara», afirman los fundadores. Este texto es, entonces, un intento de aportar algo de teoría para unir tecnología con causas sociales o, en palabras de la sociología, de promover talento para la movilidad social ascendente.
¿Por qué? Porque Arbusta se piensa como una empresa que pasa de generar trabajo a provocar un punto de inflexión en la vida de las personas, tal cual ocurre con los bienes públicos que son capaces de producir mayor calidad de vida colectiva a partir del acceso equitativo para todos los individuos a esos bienes públicos. Porque, recordemos, el talento está distribuido democráticamente, pero las oportunidades son factibles para unos pocos.
Otra dimensión de por qué Arbusta devela talento tiene que ver con las historias de vida de sus fundadores y el hecho de estar convencidos de que el trabajo es uno de los ámbitos de la vida en los cuales más se despliegan las personas y su potencial. «Quisimos replicar en Arbusta lo que nos había pasado a nosotros personalmente: el trabajo fue un lugar clave para reconocer y desplegar nuestro potencial, para adquirir habilidades nutriéndonos de otros, para enfrentarnos con nuestras sombras, para crecer e integrarnos como personas, y para seguir aprendiendo todos los días. Cualquiera se conecta con su potencial y es capaz de ir develándolo cuando tiene la oportunidad de ponerlo en práctica, de reconocerlo y de hacerlo crecer a partir de acciones concretas, de evidencias reales. El trabajo es uno de los ámbitos más plenos para lograrlo porque nos expone en dimensiones muy personales y, además, en dimensiones técnicas y sociales», redondean los fundadores.
¿Qué es Arbusta?
Formalmente —y podríamos decir primariamente—, Arbusta es una empresa que brinda servicios de aseguramiento de calidad de software, datos e interacciones a grandes y medianas empresas en sus procesos de transformación digital. Arbusta se apalanca en el mundo de la tecnología para destrabar y habilitar el enorme potencial de jóvenes que el mercado no mira —producto de prejuicios de lo posible o imposible— para que, desde un trabajo —que muchas veces les significa un primer empleo formal— puedan proyectarse y tener un futuro posible. Justamente, lo que define el «modo de ser» de Arbusta es el hecho de que se nutre de ese talento como principal activo de la organización. En efecto, desde su mismo corazón afirman que el equipo directivo tiene como una de sus principales funciones asegurar ejecutivamente que lo que hace Arbusta sea lo que dice querer ser, ajustando el modelo de negocio todo lo que sea necesario para estar a la altura de sus sueños y desafíos.
En la actualidad, Arbusta está conformada por 303 personas (276 empleados part time y 27 full time) en la Argentina (Buenos Aires y Rosario), Colombia (Medellín) y Uruguay (Montevideo). El 94,72 % de su equipo está constituido por jóvenes centennials (el 63,70 %) y millennials (el 31,02 %) que, en el 91,01 % de los casos provienen de contextos socioeconómicos frágiles. Además, el 57 % son mujeres.
Arbusta desarrolla talento centennial y lo prepara para el futuro. El equipo es su activo más poderoso y diferenciador para entender y atender las necesidades de los clientes, y cree en el trabajo como un espacio que permite descubrir y desarrollar los talentos, encontrar el propio poder, y ampliar la libertad y la autonomía.
Sin embargo, haciendo un poco de historia, veremos que Arbusta nació en 2013 a partir de muchas reflexiones que giraban en torno a crear un modelo que pudiera hackear un sistema que no estaba funcionando para poder cambiar las reglas de juego desde nuevos paradigmas. Se trabajó y conversó durante muchos años con emprendedores que impulsaban el protagonismo de jóvenes de barrios populares a través de cursos y capacitaciones o microemprendimientos, pero que, finalmente, conformaban modelos que no escalaban, ya sea por miedo, prejuicios o desconocimiento. En todos los casos, el foco estaba puesto en el dictado de cursos, con la esperanza de que las empresas, luego, ofrecieran puestos de trabajo. Pero eso no se daba. O solo se daba en determinados rubros como los oficios que generalmente se buscan en esos barrios, tales como albañiles, plomeros, carpinteros.
Cuando transcurrían los vaivenes de esos debates, se dio una charla que marcó a fuego a quienes luego serían los tres fundadores de Arbusta: fue con un cartonero, un reciclador urbano. «¿Qué deben hacer mis hijos para no ser cartoneros como yo?», insistió en preguntar. A ese interrogante le siguieron nuevas conversaciones y, a esas conversaciones, le siguió una conclusión, una primera conclusión, que fue el descubrimiento de una necesidad del mercado, una suerte de revelación: había miles de puestos de trabajo para ciertos servicios y perfiles de personas que se encontraban vacantes, o que el mentado mercado no lograba cubrir.
Fue así como Paula, Emiliano y Federico decidieron armar la empresa, ofreciendo dos o tres de esos servicios para chequear si funcionaban, aportando recursos como tiempo, conocimiento, capital económico y social. Fue un proceso donde cada uno traía sus visiones sobre el sistema y se pensaba en cómo hacerlo distinto.
«Nos juntamos porque coincidimos en la necesidad de hacer una síntesis de los caminos que habíamos transitado de manera fragmentada. Cada uno tenía varias versiones de sí que necesitaban unirse en una ilusión, en una causa. Nos juntamos porque teníamos mucha confianza para acompañar o sentirnos acompañados, tanto para encarar la prestación de un servicio tecnológico a empresas de primera línea como para resolver temas personales, cosas que uno tiene adentro. Le dedicamos mucho tiempo a entender cómo todo esto podía confluir y potenciarse. Veníamos con experiencias previas que nos habían generado aprendizajes y, también, desafíos y responsabilidades», cuentan.
«Una de las ponderaciones que más nos llegó fue la de alguien que, una vez, nos dijo que lo que valoraba de nosotros era que cada uno, desde su propia mirada, saber y trayectoria (adquirida en los ámbitos de la tecnología, la empresa y el sector social) había buscado generar algo nuevo. Y lo que pudo haber sido un planteo meramente romántico, se convirtió en poderoso: estar los tres muy alineados, sin perder la mirada propia y desarrollar la capacidad de tensionarla. Justamente, tensionar nuestras miradas permitió generar un nuevo escenario. Tener la flexibilidad para reconfigurar la propia mirada en función de la perspectiva del otro nos dio confianza y libertad, algo que no ocurre frecuentemente porque, por lo general, se termina proyectando lo mezquino y eso mata lo nuevo. En muchos casos, los emprendimientos fracasan no por falta de recursos sino por exceso de egos».
«Vimos y vivimos muchas cosas, muchos fracasos. Aprendimos que, cuando algo no funciona en el plano social, el sistema se resetea y, al tiempo, vuelve a hacer lo mismo, ya sea porque empieza un nuevo gobierno o porque aparece una nueva ONG en el escenario. Frente a ese contexto, intuíamos que, una vez más, lo que proponían nuevos actores no iba a funcionar porque ya lo habíamos vivido. Eso nos motivó a experimentar con algo distinto».
«La primera validación que nos indicó que íbamos por buen camino fue un cliente que nos dijo que le había servido lo que hicimos. Del otro lado, lo escuchaba el pibe que lo había hecho por primera vez, y eso lo empoderó a él y nos empoderó a nosotros. Así, fuimos ampliando y complejizando los servicios. Nosotros sabíamos que los servicios funcionan cuando se presta efectivamente ese servicio. Porque, cuando vos te la creíste,