Fausto. J.W. Goethe. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: J.W. Goethe
Издательство: Bookwire
Серия: Clásicos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786075571980
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todo, procurad que haya bastante acción. Se viene aquí para mirar, y lo que se quiere en primer término es ver. Haced desfilar muchas cosas ante los ojos, de suerte que el público se quede embobado mirando con la boca abierta, y al punto habréis sacado provecho en grande; sois un hombre muy bienquisto. A la masa no podéis dominarla sino por medio de la masa; cada cual escoge al fin algo para sí. Quien aporta mucho, aportará un poco a varios, y todos se van contentos a casa. Si dais una pieza, dadla también en piezas. Semejante guiso os saldrá bien; tan ligeramente servido como imaginado. ¿De qué vale presentar un todo? El público os lo desmenuzará al punto.

      POETA

      No sabéis cuán mezquino es un oficio tal. ¡Cuán poco digno del verdadero artista! La chapucería de esos pulcros señores, bien lo veo, es ya vuestra norma.

      DIRECTOR

      Un reproche tal no me hace mella alguna: el hombre que se propone trabajar bien, debe contar con los mejores instrumentos. Haceos cargo de que tenéis madera tierna que cortar, y mirad sólo para quién escribís. Si al uno le empuja el tedio, llega el otro ahíto de una comida opípara, y lo peor de todo es que muchos acaban de leer los periódicos. Corren hacia aquí distraídos, como si fuesen a una mascarada, y la curiosidad es lo único que presta alas a sus pasos. Las damas se exhiben poniendo el mayor esmero en su persona y atavío, y desempeñan de balde su papel. ¿Qué soñáis en vuestras alturas poéticas? ¿Por qué os regocija un teatro lleno? Mirad de cerca a los espectadores. La mitad están fríos; la otra mitad son toscos; éste, después del espectáculo, espera una partida de naipes; el otro, una noche de libertinaje en brazos de una mujerzuela. ¿Por qué importunáis, pobres insensatos, para tal fin a las graciosas Musas? Os lo repito: dad más y cada vez más, y de esta suerte nunca dejaréis de lograr vuestro objeto. No busquéis sino aturdir a la gente; el satisfacerla es difícil... Pero ¿qué sentís: entusiasmo o dolor?

      POETA

      Anda a buscarte otro criado. ¡No faltaba más que, por complacerte a ti, el poeta olvidara impíamente el supremo derecho, el derecho humano que le concedió la Naturaleza! ¿Cómo mueve él todos los corazones? ¿Por qué medios domina todos los elementos? ¿No es por la armonía que brota de su pecho y reconstruye el universo en su corazón? Cuando la Naturaleza, retorciéndolo con indiferencia, sujeta al huso el hilo sin fin; cuando la inarmónica multitud de seres deja oír una ingrata mezcolanza de sonidos, ¿quién divide el curso de esta siempre uniforme sucesión, vivificándola para que se mueva de un modo rítmico? ¿Quién llama lo particular a la consagración universal, donde vibra en magníficos acordes? ¿Quién hace desatarse la tormenta de las pasiones? ¿Quién enciende los crepúsculos en la mente grave? ¿Quién esparce todas las bellas flores primaverales al paso de la mujer amada? ¿Quién teje con insignificantes hojas verdes las honoríficas coronas para toda suerte de méritos? ¿Quién sostiene el Olimpo?, ¿reúne a los dioses? El poder del hombre revelado en el Poeta.

      GRACIOSO

      Utilizad, pues, esos bellos poderes, y llevad adelante los asuntos poéticos como se lleva una intriga amorosa. Uno se aproxima por casualidad, siente, se detiene, y poco a poco queda enlazado. Aumenta el placer, luego vienen las contrariedades; está uno embelesado; en esto, aparece el dolor, y antes que uno se dé cuenta de ello, he ahí una novela. Demos también nosotros un espectáculo parecido. Meted la mano en plena vida humana. Todos la viven, pero pocos la conocen, y dondequiera que la cojáis, allí ofrece interés. En abigarrados cuadros, escasa luz, mucho error y una chispita de verdad. Así se confecciona la mejor bebida que a todo el mundo conforta y reanima. Entonces se congrega la flor de la juventud ante vuestra pieza y presta oído a la exposición; entonces cada alma delicada chupa de vuestra obra para sí melancólico sustento; entonces se aviva ya éste, ya aquel afecto del ánimo, y cada cual ve lo que lleva en el corazón. Además, están dispuestos lo mismo a llorar que a reír, hacen honor a los vuelos del Poeta y gozan en la ilusión. Al hombre hecho nada hay que le satisfaga; aquel que está en camino de serlo, será siempre agradecido.

      POETA

      Devuélveme, pues, también aquellos tiempos en que yo mismo estaba todavía en camino, en que un copioso manantial de cantos brotaba de nuevo sin cesar, en que la niebla me velaba el mundo, en que el capullo me prometía aún maravillas, y cogía yo miles de flores que con profusión llenaban todos los valles. Nada tenía entonces, y, sin embargo, tenía bastante: el afán de verdad y el goce de la ilusión. Tórname aquellos indómitos impulsos, la honda, dolorosa felicidad, la fuerza del odio, la potencia del amor; ¡devuélveme mi juventud!

      GRACIOSO

      Desde luego, amigo mío, buena falta te hará la juventud si te acosan los enemigos en la pelea; si jóvenes encantadoras se cuelgan con vigor de tu cuello; si a lo lejos la corona de veloz carrera te aguarda desde la meta difícil de alcanzar, si tras violenta danza vertiginosa vienen noches de festín y bebida. Pero pulsar con brío y donaire las cuerdas de la lira familiar, dirigirse vagando con dulce extravío hacia el ideal que uno mismo se trazara: he aquí, viejos señores, vuestra tarea, y no por eso os respetamos menos. La vejez no nos vuelve infantiles, como dicen, sino que nos encuentra todavía cual verdaderos niños.

      DIRECTOR

      Ya se han cambiado bastantes palabras; mostradme al fin también hechos. Mientras os deshacéis en recíprocos cumplidos, puede hacerse algo de provecho. ¿De qué sirve tanto hablar de inspiración? A los hombres irresolutos nunca les llega. Si de poetas os preciáis, dad órdenes entonces a la Poesía. Bien sabéis lo que nos hace falta: queremos saborear bebidas fuertes; disponeos ahora mismo a preparárnoslas. Lo que no se hace hoy, estará por hacer mañana, y no hay que desperdiciar un solo día. Agárrese la resolución a lo posible con osadía y sin demora alguna, y luego no lo suelte y siga obrando, puesto que puede. Ya sabéis que en nuestros escenarios alemanes cada cual ensaya lo que le place; por lo tanto, no me escatiméis en este día ni decoraciones ni tramoya. Utilizad el grande y el pequeño luminar del cielo; podéis prodigar las estrellas. Agua, fuego, escarpadas rocas, animales, aves; nada falte. Así, pues, recorred a grandes pasos en la estrechez del escenario todo el círculo de la creación, y con prudente rapidez idos, desde el cielo, pasando por la tierra, hasta el infierno.

       Prólogo en el cielo

      PERSONAJES

      El Señor, las Falanges Celestiales

      Después Mefistófeles

      Los tres Arcángeles se adelantan

      RAFAEL

      El sol, según antigua usanza, entona su cántico en competencia con las esferas hermanas, y con la rapidez del rayo sigue su prescrito curso hasta el fin. Su aspecto infunde fortaleza a los ángeles, aunque ninguno pueda sondearlo. Las obras sublimes hasta lo inconcebible son espléndidas como en el primer día.

      GABRIEL

      Y rápida, con inconcebible rapidez, gira en derredor la magnificencia de la Tierra, alternando los esplendores paradisíacos con la noche profunda llena de espantos. Salta espumante el mar en anchas oleadas al batir los profundos cimientos de las rocas; y rocas y mar son arrastrados en el raudo curso eterno de las esferas.

      MIGUEL

      Y rugen a porfía las tormentas desde el mar a la tierra y desde la tierra al mar, formando furiosas en torno una cadena de la más profunda acción. Relumbra el rayo devastador precediendo en su vía al estampido del trueno. Mas tus mensajeros, Señor, veneran el apacible curso de tu día.

      LOS TRES

      Tal espectáculo infunde fortaleza a los ángeles, aunque ninguno pueda comprenderte; y todas tus altas obras son espléndidas como en el primer día.

      MEFISTÓFELES

      Ya que de nuevo te llegas acá, ¡oh, Señor!, y preguntas cómo andan las cosas entre nosotros, y ya que en otro tiempo solías verme con agrado, aquí me ves también entre la servidumbre. Perdona, yo no sé decir palabras elevadas, aunque me escarnezca el corro entero. Mi énfasis te movería ciertamente a risa si no hubieras perdido la costumbre de reír. Del sol y de los mundos, nada sé yo qué decir, y sólo veo cómo se fatigan