1.1 EPIFANÍAS QUE SURGEN DE LAS TINIEBLAS
1.2 LA SENSIBILIDAD A LA LUZ EN LA MIRADA DEL YO POÉTICO
1.3 LA CONCEPCIÓN DE LA IMAGEN POÉTICA COMO ACONTECER FOTOGRÁFICO
LAS IMÁGENES Y EL LUGAR DE ENUNCIACIÓN EN LA OBRA POÉTICA DE BLANCA VARELA
2.1.1 LA PLAZA COMO ESPACIO DEL VAGABUNDEO
2.1.2 LA PLAZA Y LA NOCHE
2.1.3 LA PLAZA DEL BARRIO
2.2 LA VENTANA
2.2.1 LA VENTANA COMO CATALIZADOR DE LA ENSOÑACIÓN
2.2.2 LA VENTANA: MARCO DE LA IMAGEN POÉTICA
2.2.3 LA VENTANA Y LA LUZ
2.3 EL VIAJE
2.3.1 EL VIAJE Y LA MUERTE
2.3.2 EL IMPOSIBLE VIAJE DE RETORNO
2.3.3 LA EVOCACIÓN DEL VIAJE
EL BESTIARIO, LAS ESTACIONES Y LA MÚSICA: SUS JUEGOS CROMÁTICOS
3.1 EL BESTIARIO
3.2 LAS ESTACIONES
3.3 LA MÚSICA
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS Y EMILIO ADOLFO WESTPHALEN: LOS DIÁLOGOS DE VARELA
4.1 VARELA Y ARGUEDAS: LA CONCIENCIA DE LO IMPOSIBLE
4.2 VARELA Y WESTPHALEN: EL INSTANTE, LO HUMANO, EL SILENCIO
Para Felipe, que ahora es luz.
Para Laura y Alicia.
Esta lectura de la obra poética de Blanca Varela es, en primera instancia, la tesis con la que culminé mis estudios de maestría en Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador en 2009. Esta versión ha sido revisada y corregida, pero en esencia preserva las ideas y el tono trabajados durante el año de escritura que le dediqué a partir de mediados de 2008; ideas y tono de una estudiante entusiasta y en proceso de formación. Enfrentarse a la obra de Varela significó para mí la certeza de que en adelante dedicaría mis esfuerzos al ejercicio crítico en torno a la poesía en lengua castellana, de que la potencia del mundo y del ser humano ha encontrado en el lenguaje poético una de sus expresiones mejor logradas. En términos personales, significó un esfuerzo, una lucha contra el impulso siempre latente de abandonar la escritura académica a propósito de un corpus que me superaba por todos lados. Este es el producto de esa lucha íntima.
Todo proceso de escritura es un proceso personal y colectivo a la vez. Por eso, quisiera agradecer a los lectores de la tesis, Álvaro Alemán y César Carrión, quienes en la defensa me hicieron comentarios y sugerencias que valoro profundamente. Quisiera transmitir mi especial aprecio y agradecimiento a Vicente Robalino, el director de la tesis, quien ha sido mi generoso maestro y la persona a quien le debo mi primer acercamiento vasto a Blanca Varela en el contexto de una clase de poesía hispanoamericana. También estoy muy agradecida con Rocío Silva Santisteban por facilitarme bibliografía valiosa sobre la obra de esta poeta.
A mis padres, Laura y Felipe, les agradezco el amor incondicional y el apoyo infinito. A Cristina y Ángeles, las celebro por ser ellas mismas poesía. A Alicia, le agradezco ser mi alegría de vivir. A mis hermanos, mi hermana, mis sobrinos y al clan –las voces que mejor escucho– también les dedico este libro.
Hay elementos que me avasallan,
por ejemplo, hablo de la luz, de la noche,
de la oscuridad, de la carne; cómo hay
un tipo de noche y un tipo de luz
también al mismo tiempo.
Blanca Varela
Pensar al ser humano ha llevado a las grandes mentes de Occidente a esbozar estados de naturaleza que revelan las formas y costuras de un momento histórico concreto, casi siempre, los del sujeto que enuncia. Sin embargo, partir del siglo XX, en el caso de la poesía en lengua castellana, es posible encontrar un importante número de proyectos escriturarios que recorren caminos diferentes. Esos proyectos suelen poner en entredicho los estados de naturaleza1 y revelan, más bien, una suerte de esencia contradictoria del ser humano. En una línea leibneziana, o borgiana si buscamos un referente más cercano a nosotros, el ser humano encierra en sí mismo su propia contradicción.
La violencia –bélica, política, económica, social– exhibida particularmente en el último siglo ha ido desgastando, desmoronando las bases sobre las cuales se asentaban buena parte de nuestras seguridades ontológicas (al menos las de Occidente); entre ellas, tal como mencionábamos, la de una esencia del ser humano. Las respuestas que han surgido desde Hispanoamérica ante la violencia de la modernidad capitalista han acentuado algunos de los rasgos antitéticos de nuestra identidad o de nuestro proyecto de identidad. Bolívar Echeverría se ha referido al ethos barroco como una de las cuatro formas de estar en el mundo que se puede asumir a modo de respuesta ante la realidad apabullante impuesta por el capital. Si, como sostiene el filósofo ecuatoriano, un ethos es una forma de interiorizar el capitalismo en lo espontáneo de la vida cotidiana, el ethos barroco asume la “necesidad trascendente del hecho capitalista, [pero] no lo acepta, […] ni se suma a él sino que lo mantiene siempre como inaceptable y ajeno” (39).2 Si la percepción realista, protestante de la modernidad ha implicado sacrificar el valor de uso en el presente en función de la acumulación futura que promete el valor mercantil, el comportamiento barroco se caracteriza por “decidir o