–Papá, te prometo que estoy teniendo mucho cuidado –dijo con sumo cuidado, escogiendo muy bien las palabras–. ¿Y tú? ¿Te encuentras bien? ¿Has recibido algún mensaje amenazador?
–Estoy bien. Mi tensión arterial está estable, y no he recibido ninguna amenaza.
–Qué bueno. De verdad que te agradezco que me hayas llamado. Te quiero, papá.
El corazón se le aceleró. Nuevas preocupaciones se agolpaban en su pecho, formando un nudo. Reconocía los viejos síntomas, y sabía qué pasaría después si no le ponía remedio.
Colgó el teléfono y volvió a meterlo en el bolso con manos temblorosas.
–Bueno, tu plan está funcionando. Todo el mundo, incluso mi padre, cree que estamos teniendo una aventura –Celia trató de respirar. El pánico más atroz se apoderaba de ella por momentos–. ¿Crees que podríamos volver al hotel?
–¿Te encuentras bien? –le preguntó Malcolm.
De repente Celia sintió que el barco empezaba a escorarse hacia un lado.
Agarró la mano de Malcolm y un segundo después todo se volvió negro.
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