A los niños debe enseñárseles desde temprana edad la importancia de la verdad de la Palabra de Dios. Se debe enseñar desde el principio que existe un Dios; que es un Ser de infinito poder y sabiduría, conocimiento y bondad, justicia, misericordia y verdad, Dios en tres personas; que debe ser amado con todo el corazón, y obedecerle en todo con todo respeto; que su ley es santa, justa y buena; que toda la humanidad es por naturaleza pecadora, y está expuesta a la destrucción eterna; que Dios ha dado libremente a su Hijo para morir por los pecadores, y traer justicia eterna para su justificación; que todo el mundo debe inmediatamente arrepentirse y abrazar al Salvador; que todos los inconversos rechazan la misericordia de Dios y continuarán rechazándola para su ruina eterna; y que todo aquel que sea renovado y entregue su vida a Dios será perdonado y santificado, y finalmente recibirá el honor, gloria y la inmortalidad. “Esta y otras verdades del evangelio conectadas a estas deben ser enseñadas a nuestros niños con diligencia y fidelidad. Son verdades que conciernen a su salvación eterna. No somos quién para decir que los niños no puedan entenderlas; ya que se ha encontrado por experiencia placentera, que si se usan los medios adecuados, los niños han de tener desde temprana edad tanto conocimiento de la verdad divina que será del mayor beneficio en sus vidas fu-turas.” Samuel Worcester, D.D., Octubre 18116 |
CAPÍTULO DOS
ENSEÑANDO LAS ESCRITURAS
Mi meta en este capítulo es explicar una simple porción de la Escritura para que pueda usted ver las implicaciones profundas que tiene en su vida. De hecho, si usted anda buscando alguna motivación poderosa que le ayude a ser un mejor padre, permítame recomendarle que integre este pasaje en su memoria. Cuando se entiende de forma apropiada posiblemente no hay otra porción de la Palabra de Dios que consistentemente inspire a los padres a utilizar las Escrituras en la enseñanza de sus hijos como ésta:
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”
(Deut. 6:6-9)
Si usted ha sido cristiano por cualquier periodo de tiempo probablemente se ha familiarizado con el preámbulo de estos tres versículos, e incluso puede ser que lo haya memorizado: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” (Dt. 6:4,5). “Este es,” de acuerdo con Jesús, “el primero y grande mandamiento” (Mt. 22:37,38). Sin embargo lo que le sigue es tal vez el más grande y principal mandamiento para la crianza bíblica. Y dicho mandamiento tiene que ver con el enseñar las Escrituras a sus hijos.
Lo primero que le dice que haga como una expresión de (e incluso como un medio para llegar a) su amor a Dios es impregnarse usted mismo de Su Palabra. El Amar a Dios y el conocer Su Palabra son inseparables, tejidos una junto al otro como si fueran hilos de la misma tela. “Si me amas,” dijo Jesús, “guardarás mis mandamientos.” En la medida en que usted ama y se deleita en la Palabra de Dios (Sal. 119: 24, 48, 47, 113, 127, 143, 159, 165 & 167) así mismo usted lo amará y se deleitará en Él. Como ya hemos dicho, en la medida en que la Palabra de Cristo more en usted, así será lleno del Espíritu. En la medida que usted conozca las Escrituras, será sabio para salvación.
¿Alguna vez ha escuchado este acertijo? Pregunta: ¿Cuál es la primera regla a seguir para enseñarle hablar a un perico? Respuesta: ¡Su vocabulario debe ser más extenso que el vocabulario del perico!
El mismo principio aplica a la crianza. Si usted (tal como la madre y la abuela de Timoteo) le va a enseñar a sus hijos la Palabra de Dios, primero debe conocerla usted mismo. No puede escapar de ella. No hay atajos efectivos para que usted estudie la Biblia. Claro está, puede leer historias de la Biblia, anécdotas de una revista trimestral de devocionales diarios y catequizar a partir de un manual de catecismo7. Pero, si bien estos métodos son muy buenos, no son tan efectivos como comunicar la verdad bíblica directamente desde el corazón de usted al de ellos acompañados de un entendimiento personal y de aplicación. El que usted se apoye solamente en la preparación que tiene otra persona en cuanto a la Palabra de Dios, es pasar por alto la primera parte de este pasaje que tenemos ante nosotros. Alguien dijo que el mensaje que se preparó en la mente alcanza la mente, pero el mensaje que se preparo en la vida alcanza la vida. En otras palabras, mientras más Palabra de Dios internalice en su vida (vs. 6) mas será capaz de adoctrinar a sus hijos en las Escrituras (vss. 7-9). Su objetivo debe ser volverse cada vez más como uno de los escribas que Jesús menciona en Mateo 13:52, el cual conoce tan bien las Escrituras que “saca de su Tesoro cosas nuevas y cosas viejas,” es decir, cosas que ha aprendido de otros y cosas de las que se ha dado cuenta por sí mismo.
La frase “estarán sobre tu corazón” se traduce de dos palabras en hebreo que significan “en el hombre interior”. Cinco capítulos después Dios amplia este concepto de internalizar por medio de la adición de un par de términos que intensifican el significado. “Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma (Dt. 11:18). La palabra ”pondréis’ significa “poner o colocar algo en alguna parte.” Ese “algo” es la Escritura, y el “alguna parte” es el corazón y el alma. Dios quiere que pongamos su Palabra en nuestros corazones y en nuestra alma.
¿Cuáles son entonces los medios por medio de los cuales usted puede poner las Escrituras en su corazón? Son la lectura regular y el estudio de la Biblia, el discurso bíblico (dejar que la Palabra de Cristo more abundan-temente en ustedes abarca el enseñarse y exhortarse unos a otros con salmos [e] himnos [y] cánticos espirituales), especialmente con sus hijos (“y… hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte), escuchar la enseñanza y la predicación de la Palabra, y tal vez lo más importante: meditar diariamente en las Escrituras (estudiaremos esto