–¿Sobre lo de hacer el amor contigo? –preguntó ella. Entonces, negó con la cabeza–. Solo creo que nos lo deberíamos tomar con más calma.
Vaya. El indicador de las reservas de óxido nítrico estaba empezando a indicar la V de vacío.
–No sé si voy a poder…. –confesó él.
Los ojos de Daisy se oscurecieron. .
–Yo puedo vivir sin té. ¿Cuánto tiempo dijiste que nos quedaba hasta tu próxima cita?
–Noventa y cuatro segundos, pero mentí sobre lo de esa cita.
–Sí, lo sé. Se llama «broma» –dijo ella–. Un sustantivo. Significa «algo que provoca risa o diversión con los actos o las palabras de una persona».
–A mí no me provoca risa o diversión.
–No. ¿Y qué es lo que sientes?
¿Sentir? Justice cerró los ojos. Sentía que la adrenalina le recorría el cuerpo. Que Dios lo ayudara, ella tenía razón. Después de tanto tiempo, por fin estaba sintiendo. Trató de identificar aquella sensación en particular.
–Esperanza –susurró con voz ronca–. Significa «la anticipación, creencia o confianza en que algo que se desea mucho puede por fin estar a punto de ocurrir».
Daisy observó a Justice. Sentía que el corazón amenazaba con rompérsele. ¿Qué había ocurrido en todos aquellos años que habían estado separados que lo habían llevado a no sentir esperanza alguna? Le agarró la camisa y tiró de ella para acercarlo un poco más.
–Llévame a tu habitación, Justice.
Después de todo, ¿qué importaba si le hacía el amor entonces o más tarde? Desde el momento en el que se cruzaron sus miradas había sabido que llegaría aquel instante.
Lo deseaba. Siempre lo había deseado y él la deseaba también. Se dio la vuelta y, sin soltarle de la camisa, tiró de él hacia los ascensores.
–Supongo que esto significa que nos vamos –preguntó él con voz seca.
–Sí, así es.
–Está bien, pero, para que lo sepas, los ascensores están en la dirección opuesta.
Daisy no aminoró el paso sino que, simplemente, cambió de dirección. Llegaron a los ascensores y entraron en uno. Guardaron silencio durante todo el trayecto. No obstante, Daisy sentía cómo la tensión se iba acrecentando entre ellos, provocando una tensión que, tarde o temprano, terminaría por explotar.
Las puertas se abrieron por fin. Justice señaló hacia la derecha.
–Doscientos cincuenta y uno.
Daisy esperó hasta que él abriera la puerta con la tarjeta.
–Dime una cosa, Justice. Ahora que me tienes aquí, ¿qué es lo que vas a hacer conmigo?
Él no respondió inmediatamente. En vez de eso, estudió el rostro de Daisy con intensidad. ¿Había tenido su rostro una expresión tan grave? Siempre había sido un muchacho muy callado en su adolescencia, estudioso y centrado. Sin embargo, también había tenido la capacidad de reír. ¿Dónde había ido esa capacidad? ¿Cómo podría Daisy volver a encontrarla de nuevo?
Justice debía de haber decidido lo que quería hacer porque dio un paso más hacia ella. Le enganchó el dedo en el profundo escote de la blusa y tiró de ella para tomarla en brazos.
–Creo que voy a quitarte la ropa y a hacerte el amor –le informó él muy seriamente.
Entonces, la besó.
Capítulo 3
Daisy le rodeó con los brazos el cuello a Justice y se aferró a él como si le fuera en ello la vida. El primer roce de sus labios fue una suave y tierna caricia. Se mantuvo así durante un breve momento, lo suficiente para que ella reaccionara. En el momento en el que ella se lanzó, el beso se hizo más fuerte y más insistente. Entonces, suspiró encantada. Se entregó a él sin dudas ni cautela.
Justice superó la frontera de los labios y dejó que la lengua se deslizara entre ellos hasta encontrar la de Daisy y estimularla de tal manera que el deseo de ella se acrecentó aún más.
El control de Justice era exquisito, pausado. Entonces, los dientes de él se cerraron sobre el labio inferior de Daisy y tiraron suavemente, lo que amenazó con volverla completamente loca.
–No te puedes imaginar el tiempo que llevo deseando hacer eso –le informó él.
Daisy tardó un largo instante en poder responder.
–No tengo ni idea, pero estoy dispuesta a apostarme contigo que tú me podrías decir hasta el minuto exacto.
–Incluso los segundos.
Justice le enmarcó el rostro entre las manos y prácticamente la aspiró. Su beso fue el más completo que ella hubiera recibido nunca.
–Dime lo que deseas y me pasaré el resto de la noche dándotelo.
Daisy pudo contener muy a duras penas un gemido como respuesta.
–Esperaba que me dijeras esto.
Justice volvió a sonreír.
–¿Quieres las luces apagadas o encendidas cuando te quite la ropa?
–Oh, sí.
–Tal vez las deje encendidas para verte completamente desnuda envuelta por el atardecer.
Eran las palabras más poéticas que él le había dicho desde que reanudaron su relación. Algo se despertó dentro de ella, calentándola por dentro y por fuera.
–En ese caso, es mejor que te des prisa porque está a punto de anochecer.
–No voy a darme prisa, y mucho menos en algo tan importante como esto.
Daisy solo pudo mirarlo atentamente. Se sentía indefensa mientras el deseo la atravesaba por dentro.
–Oh, Justice. Tenía tanto miedo…
–¿Miedo? ¿De mí?
–En cierto modo sí –respondió ella encogiéndose de hombros. Entonces, escuchó el ruido que hacían los juguetes infantiles que llevaba en su bolsa al golpearse los unos contra los otros. Aquel sonido la tranquilizó como ninguna otra cosa hubiera podido hacerlo–. De cómo estarías cuando volviera a encontrarme contigo. De si habrías cambiado. Al principio, pensaba…
–¿Que había cambiado?
–¿Cómo lo supiste?
–Parecía la conclusión lógica.
–Es cierto. Pensaba que habías cambiado –dijo ella. Se quitó la pesada bolsa del hombro y la dejó descuidadamente sobre la moqueta. Afortunadamente, el contenido permaneció en su interior–. Y has cambiado. Es natural. Supongo, dado que el cambio es inevitable por el paso del tiempo.
–Una observación muy astuta.
Daisy se echó a reír.
–Sin embargo, sigues siendo el mismo. Bajo esa jerga científica que utilizas y lo distante que te muestras, sigues siendo el Justice que yo recordaba.
–Supongo que eso es bueno.
–Es…
Por alguna razón, los ojos se le llenaron de lágrimas, por lo que se apresuró a bajarlos rezando para que él no se hubiera dado cuenta. Parecía que Daisy era incapaz de contener su energía y le desabrochó uno de los botones de la camisa.
–Es fantástico –admitió ella con voz ronca.
–Veamos si no podemos conseguir que lo sea aún más…