Capítulo 2
Daisy permaneció inmóvil. Esperó a que la fila que se dirigía hacia el escenario disminuyera. Parecía que todo el mundo quería un trozo de Justice St. John y ella se preguntó por qué. ¿Qué había hecho él para inspirar tanto entusiasmo y excitación en el mundo de la ingeniería? Decidió que lo investigaría en cuando regresase a su casa.
Cuando por fin hizo ademán de abandonar la sala, Justice saltó del escenario y se dirigió directamente hacia ella. Daisy no se sorprendió. Desde el momento en el que sus miradas se cruzaron había sabido que él la perseguiría. Por el momento, se lo permitiría.
–¿Le gustaría tomar conmigo una taza de café? –le preguntó él.
Ella inclinó la cabeza a un lado. Interesante. No se había andado por las ramas.
–Hola –respondió mientras extendía la mano–. Daisy Marcellus. Es un placer volver a verte.
Se sorprendió al ver que él se detenía en seco. Comprendió que él estaba recordando.
–Nos hemos visto antes.
–No te acuerdas de mí, ¿verdad?
–No.
Ahí estaba el Justice que ella recordaba.
–Tal vez lo recordarás mientras tomamos café.
Se cruzó de brazos sobre un impresionante torso.
–¿Por qué no nos ahorras tiempo a los dos y me refrescas la memoria?
–No lo creo. Será más divertido del otro modo.
–Divertido –repitió él como si la palabra le resultara repugnante.
Daisy comprobó que él había crecido desde la última vez que lo vio.
–Sí. Divertido. Adjetivo, algo que nos dar placer o alegría. Cuando es verbo, divertirse, jugar o bromear. Es que tengo memoria fotográfica.
Por alguna razón, aquella explicación relajó a Justice y lo animó a esbozar una pequeña sonrisa.
–Gracias por la explicación. No conozco bien esa palabra.
–Me siento escandalizada. ¿Y «trabajo»? ¿Conoces bien esa?
–Bastante.
–¿Por qué no me sorprende?
–«Sorprender». Cuando algo inesperado causa asombro o fascinación.
Daisy se echó a reír. Se sentía muy sorprendida y fascinada por el hecho de ver cómo Justice se reía con ella. Sin poder contener el impulso, le agarró una mano.
–Creo que has dicho algo sobre ir a tomar una taza de café.
Justice observó las manos de ambos durante un largo instante. Entonces, la miró a ella. El fuego ardía en la brillantez de aquella mirada, un apetito y un anhelo que Daisy no podía malinterpretar. Una potente calidez le recorrió todo el cuerpo y le llegó en cuestión de segundos al centro de su ser. Allí, generó un deseo tan poderoso como el que se reflejaba en los ojos de él. Desde el momento en el que entró en la casa de los padres de Daisy, él había ejercido aquel efecto sobre ella. Al menos, eso no había cambiado.
–Creo que un café sería un excelente comienzo –afirmó él.
–¿Un excelente comienzo? ¿Y el final? –se atrevió ella a preguntar.
–Creo que los dos conocemos la respuesta a eso.
Así era. Terminarían en el mismo lugar en el que habían terminado la última vez que habían estado juntos.
En la cama.
Para que ninguno de los asistentes a la conferencia pudiera molestarles, Justice le pidió a la camarera que les llevara a una de las mesas más alejadas de todo el café.
Daisy se sentó frente a Justice. Él aprovechó la oportunidad para estudiarla. Era una verdadera belleza.
El cabello le caía liso sobre los hombros. Tenía los ojos verdes. La expresión de su rostro era tan abierta e ingenua como la de una niña. Tenía la nariz recta y delgada. Los pómulos altos y ligeramente prominentes, lo que añadía puntos a la elegancia de su rostro. En cuando a la boca… Allí era donde la mirada de Justice se detenía. Era el único rasgo de su rostro que la apartaba de la belleza clásica, de labios gruesos y rosados. Por alguna extraña razón, su forma y su color hacía que él deseara morderlos…
Se aclaró la garganta.
–Bueno, ¿me vas a dar una pista?
–Supongo que te refieres a una pista sobre el lugar en el que nos conocimos –respondió Daisy con una seductora sonrisa–. Dale tiempo. Ya lo recordarás.
–Podría ser que no. Tuve un accidente hace seis meses. Algunas veces, me cuesta recordar nombres y ciertos hechos de mi pasado.
Ella lo miró fijamente muy sorprendida.
–Oh, Justice. Lo siento mucho. No tenía ni idea.
–No veo la razón por la que deberías saberlo dado que me he esforzado mucho para evitar que el público en general se enterara –dijo.
Daisy le tomó la mano y se la apretó con fuerza.
Justice se dio cuenta de que ella era la clase de mujer sensible que goza con el contacto físico. Poco usual en un ingeniero, pero podría vivir con ello. ¿Vivir con ello? Se acostumbraría muy rápido.
Se encogió de hombros.
–Es una de esas cosas que uno aprende a aceptar. Como las cicatrices.
Le sorprendió ver que los ojos de Daisy se habían llenado de lágrimas.
–¿Cicatrices? Esas tampoco importan. Lo único que significan es que eres un superviviente.
–Tenemos la opción de hacer el amor en la oscuridad si crees que la cicatrices podrían tener un impacto adverso en tu libido.
Para su sorpresa, ella se echó a reír.
–Oh, gracias a Dios. Me temía que hubieras cambiado. Aún tienes ese maravilloso sentido del humor.
¿Acaso ella había creído que estaba bromeando? Había estado hablando completamente en serio.
–¿Significa eso que no te interesa hacer el amor? –le preguntó. Tal vez debería haber abordado el asunto gradualmente, pero le parecía la progresión lógica, lo que tocaba entre invitarle a tomar un café y pedirle que fuera su ayudante/esposa–. No hay prisa. Tenemos sesenta y una horas y treinta y cuatro minutos.
Daisy se echó a reír de nuevo. El sonido de su risa fue algo ligero, libre, que llegó directamente al gélido centro de su ser y se lo desheló ligeramente. Por primera vez en años, sintió esperanza. Tal vez no era un caso perdido. Tal vez Daisy podría llevarle a los cálidos brazos de la primavera.
–Me interesa mucho hacer el amor contigo –le informó ella–. Hace tanto tiempo, Justice. Ojalá se me hubiera ocurrido buscarte mucho antes.
–No me habrías encontrado. Pretorius nos tiene muy bien ocultos.
–¿Pretorius?
–Mi tío. Es experto en informática, lo que me viene bien dado que me ayuda a mantener el anonimato.
–Ah… –dijo ella mirándolo con sus encantadores ojos. Justice descubrió que le gustaba ser el centro de su universo. Le gustaba mucho–. No sabía que tenías familia. Al menos, jamás me lo mencionaste.
La manera en la que ella hablaba sugería