Él asintió.
–Te llevé cuando vinimos a Grecia por primera vez.
Sasha trató de recordar alguna imagen de la isla, pero no consiguió nada.
–¿Cuándo nos iremos?
Apollo miró el reloj.
–Dentro de una hora. Le he pedido a Kara que te haga la maleta.
–La maleta puedo hacérmela yo.
–Como quieras. Tengo que hacer unas llamadas antes de que nos vayamos –se puso en pie y salió de la habitación.
Sasha contuvo la respiración. Iba vestido con unos pantalones vaqueros que resaltaban su trasero y sus muslos.
Rhea entró en al habitación y Sasha apartó la mirada rápidamente, avergonzada de que la hubieran pillado mirando a su marido. También porque recordó lo que su marido le había contado acerca de aquella fiesta.
«Estuve drogándome».
Debía disculparse, así que, agarró la mano de Rhea mientras recogía los platos. La mujer la miró sorprendida y Sasha dijo:
–Lo siento, Rhea… Siento todo lo que sucedió. Siento haberte faltado al respeto.
La mujer la miró y le dio una palmadita en la mano.
–Está bien, kyria Vasilis. No se preocupe
Terminó de recoger y se marchó. Sasha seguía sintiéndose avergonzada, pero un poco mejor.
Se levantó de la mesa y se dirigió al jardín. A pesar del sol, y al recordar los sueños que había tenido esa noche, se estremeció.
Los sueños habían sido muy eróticos. Ella estaba en una cama, haciendo el amor con Apollo. Sus cuerpos desnudos entrelazados de forma muy íntima. Él le sujetaba una mano por encima de la cabeza mientras le besaba los pezones. Ella recordaba muy bien la sensación, y cómo había deslizado la cabeza a su entrepierna…
De pronto, Sasha se dio cuenta de que ya no era ella la que estaba en la cama. De pie, en la distancia, miraba cómo él le hacía el amor a otra mujer. Entonces, la mujer la miró como burlándose de ella y Sasha se percató de que sí que era ella, pero a la vez era otra mujer distinta.
Sasha aparecía detrás de un cristal. Era capaz de verlo todo, pero no de sentirlo. La mujer que estaba en la cama era una impostora que fingía ser ella. Y Apollo no se daba cuenta. Ella los miraba indefensa mientras él movía su cuerpo poderoso entre las piernas de la otra mujer y la penetraba.
La mujer rodeó a Apollo por la cintura, con las piernas. Miró a Sasha con una sonrisa y comenzó a reírse a carcajadas. Ahí es cuando Sasha despertó sudando y temblando, invadida por un sentimiento de traición tan intenso que le provocaba náuseas.
Sasha negó con la cabeza y trató de ignorar aquellas imágenes. Le habían parecido completamente reales, pero evidentemente, no podían ser ciertas.
Se dirigió hacia su habitación y, al pasar por delante del despacho de Apollo, oyó que hablaba con tono muy serio.
Sin pensarlo, se metió en el despacho contiguo. Una habitación que habían preparado para ella después de que insistiera en tener un despacho también. Había un ordenador sobre la mesa. Sasha se sentó y lo encendió.
Preguntándose cómo no se le había ocurrido antes, escribió el nombre de Apollo en el buscador. Sasha leyó algunos artículos sobre él en los que hablaban de los éxitos que había conseguido. También decían que era uno de los primeros magnates de la construcción que se había comprometido a trabajar de forma ética. Todos sus empleados tenían un seguro de salud y accidentes, de manera que si sufrían algún percance podrían recuperarse y luego reincorporarse a su puesto de trabajo o a otro que fuera más adecuado.
Como consecuencia, sus trabajadores figuraban entre los más satisfechos del sector y, el hecho de que él tuviera unos estándares más altos estaba provocando cambios en el sector. Era un pionero.
Al final del artículo decían:
Al preguntarle por su reciente matrimonio con Sasha Miller, Vasilis contestó tajante: Mi vida privada está vedada.
Sasha empezó a encontrarse mal. Por supuesto que él no había querido contar los detalles de su matrimonio a un periodista.
Aquello provocó que Sasha quisiera conocer más cosas sobre su pasado. ¿Qué había sucedido para que ella se comportara de esa manera? ¿Para querer casarse con un hombre así? Continuó buscando en el ordenador y vio algunas noticias que salían en las redes sociales. Todas requerían contraseña para entrar, y ella no recordaba ninguna.
En una de las páginas se podía ver una foto pequeña. Era ella, posando sonriente en un club náutico. Iba más maquillada. Tenía la piel bronceada y, teniendo en cuenta que su piel era blanca como la leche, era evidente que era un bronceado artificial. En la mano tenía una copa de vino. Y un gran anillo de diamantes en el dedo que eclipsaba su alianza de boda. Los anillos que había perdido durante el accidente.
Se acarició el dedo e imaginó que se los habrían arrancado de algún modo, pero no tenía marcas que indicaran tal cosa. Sin embargo, tenía la sensación de que los había visto en algún sitio… Aunque no lo recordaba bien.
Sasha acarició su foto con un dedo, como para intentar recordar más secretos de su pasado.
Nada.
Nada excepto un escalofrío. Al ver la foto recordó el sueño. Era como mirar a otra mujer.
Apagó el ordenador, deseando borrar aquella imagen de sí misma. Abrió un cajón que había en el escritorio, preguntándose si encontraría algo acerca de su pasado. Vio un sobre grueso y lo sacó. En él aparecía su nombre. Sacó unos papeles y leyó: Solicitud de divorcio por mutuo acuerdo entre Apollo Vasilis y Sasha Miller.
La fecha que figuraba era de unos días antes del accidente.
Sasha comenzó a hojear el documento y vio que no estaba firmado. Se señalaban los motivos del divorcio. Múltiples diferencias. Y no consumación del matrimonio.
No se habían acostado.
Así que él no la había deseado. Sin embargo, la noche anterior lo había hecho. Y a él no le había gustado.
–¿Qué estás haciendo?
Sasha levantó la vista y vio a Apollo junto a la puerta. Al instante, se sintió como si estuviera haciendo algo ilegal.
Le mostró el papel y dijo:
–¿Íbamos a divorciarnos?
–En todo momento.
Sasha dejó el documento sobre la mesa.
–¿Y al principio? ¿Con el bebé?
–¿El bebé que nunca existió?
Ella se sonrojó.
–Cuando creí que estabas embarazada acordamos casarnos por un año. Así habría tiempo suficiente para que naciera el bebé y valorar la situación.
Sasha frunció el ceño.
–¿Qué significa eso?
–La custodia.
–En principio, puesto que yo sería la madre, la custodia sería para mí.
Apollo negó con la cabeza.
–En el acuerdo prenupcial firmaste que renunciabas a la custodia. Aceptaste llegar a un acuerdo en el que yo tuviera la custodia a cambio de que te pagara una vivienda cercana para que pudieras ver al bebé de forma regular.
Sasha se puso en pie y negó con la cabeza.
–No puedo creer que acordara renunciar a mi bebé.
–No te olvides de que no había bebé. Yo debía haberme