La frustración se apoderó de ella. Odiaba no recordar nada… Estar a merced de que su mente le ofreciera recuerdos al azar, como cuando vio a Apollo vestido de esmoquin.
Para distraerse, Sasha trató de centrarse en la conversación que Apollo estaba teniendo con algunos hombres, pero abandonó al ver que hablaban en griego o en otros idiomas que ella no entendía.
Los camareros pasaban ofreciendo champán y canapés.
Sasha tenía miedo de comer por si se manchaba el vestido. Después, los hicieron pasar a una enorme sala llena de mesas redondas y un escenario pequeño. Se sentaron y presenciaron una subasta benéfica. Los artículos subastados incluían coches, citas con famosos e incluso una pequeña isla en la costa de Irlanda.
Sasha exclamó cuando lo anunciaron.
–¡Qué extravagancia!
Apollo la miró y esbozó una sonrisa.
–Eso es para los millonarios.
Después, anunciaron un yate de lujo y ella se sorprendió al ver que Apollo pujaba por él. Al cabo de unos momentos la gente empezó a felicitarlo. Había pagado una gran cantidad de dinero para quedárselo.
Sasha estaba alucinada.
–Acabas de comprarte un yate.
Él la miró.
–Bueno, ya tengo una isla y una isla no sirve de mucho sin yate.
Apollo hizo el comentario sin entusiasmo. De hecho, parecía casi aburrido.
–No pareces muy emocionado por tener esas cosas.
Apollo sintió una presión en el pecho al oír el comentario y al sentir que la penetrante mirada de los ojos azules de Sasha llegaba a lo más profundo de su ser.
Se encogió de hombros con cierta tensión y dijo:
–Como te he dicho, una isla necesita un yate.
–Ya, pero ¿lo usarás?
Apollo se sorprendió al sentir un vacío en su interior. No había comprado el yate con vistas a usarlo. Más bien lo había comprado porque era lo que se esperaba de él. No obstante, no pudo evitar imaginarse surcando las aguas azules del mar, con aquella mujer tumbada al sol y su melena rojiza extendiéndose a su alrededor.
La multitud se puso en pie cuando terminó la subasta y Apollo aprovechó el momento para cambiar de tema. ¿Desde cuándo su esposa lo había afectado tanto con una sola pregunta?
Se puso en pie y le tendió la mano.
–Vamos, salgamos de aquí.
Sasha se percató de que Apollo no había apreciado sus preguntas inocentes. Era evidente que había tocado uno de sus puntos débiles y quizá estaba siendo demasiado ingenua: en su mundo, las islas y los yates eran artículos de lujo que simplemente se añadían a una lista de otros artículos mucho más lujosos.
Había algo en su falta de entusiasmo que provocó que ella se sintiera un poco… Triste.
Los invitados se dirigieron a otra gran sala. Un salón de baile. Había una orquesta y una cantante de jazz. La iluminación era tenue y el ambiente de intimidad. Había una puerta abierta que daba a una terraza llena de faroles encendidos. Estaba atardeciendo y el cielo se había teñido de color lavanda. Era como una escena de una película o de un cuento de hadas.
Apollo guio a Sasha hacia la pista de baile y, cuando ella se dio cuenta de dónde iban, era demasiado tarde. Él se colocó frente a ella y la rodeó por la espalda con un brazo.
Ella se puso tensa al sentir el impacto del cuerpo de Apollo contra el suyo, y también porque estaban en medio de la pista de baile. A su alrededor, las parejas se movían sinuosamente al ritmo de la música. Con elegancia.
Apollo comenzó a moverse y ella dijo:
–Ni siquiera recuerdo si sé bailar.
–Simplemente, sígueme.
Al cabo de unos momentos, Apollo la estrechó contra su cuerpo un poco más. Sasha no pudo resistirse y se relajó entre sus brazos.
Estaban tan cerca que podía oler el aroma de su loción de afeitar. Deseaba besarlo en la boca, probar su piel. Al pensarlo, se puso tensa y él inclinó la cabeza y le susurró al oído:
–Tranquila. Déjate llevar.
Al cabo de unos segundos, se relajó de nuevo y se percató de que se movían por la pista con bastante soltura. Ella lo miró y preguntó:
–¿Dónde aprendiste a bailar?
Él se puso tenso y contestó:
–Mi madre. A ella le encantaba bailar y solía bailar con mi padre todo el tiempo.
–¡Qué romántico!
Él la miró un instante.
–Lo fue, hasta que él tuvo el accidente y no pudo bailar más.
Sasha pensó en lo que él le había dicho acerca de vengarse por la muerte de su padre. Se estremeció pensando en lo despiadado que debía haber sido. Decidido a conseguir su objetivo. Entonces, recordó que también había sido así con ella… Hasta que aceptó salir a tomar una copa con él.
Sasha se preguntaba cómo diablos era posible que él se hubiera fijado en ella cuando había cantidad de mujeres bellas, elegantes y con maravillosas joyas, como las que había allí esa noche. A pesar de que esa noche Sasha iba vestida como una de ellas, se sentía desaliñada y sosa en comparación.
Se fijó en una mujer de cabello oscuro que iba agarrada del brazo de su pareja y que lucía un vestido plateado. La mujer miró a Apollo y después la miró a ella, haciendo un gesto como de rechazo con la cabeza. Sasha no era competencia para ella.
Cuando terminó la canción, Sasha aprovechó la oportunidad para escapar unos instantes. Odiaba esa sensación de inseguridad. Especialmente cuando pensaba en lo cerca que había estado la noche anterior de demostrarle a Apollo lo mucho que él la afectaba, y cuando era evidente que él no sentía nada similar. Se separó de Apollo y dijo:
–Disculpa, tengo que ir al aseo.
Apollo la observó salir de la pista de baile de forma apresurada. Tenía el rostro pálido y él no pudo evitar preocuparse. ¿Se encontraría mal? ¿Estaría recuperando la memoria?
Apollo blasfemó y se dirigió a la barra del bar. Preocuparse por su esposa era un sentimiento nuevo y desconcertante. Igual que la excitación que se había apoderado de él durante el baile. Tenerla entre sus brazos e inhalar el aroma de su piel. La fina tela del vestido que no servía para ocultar las curvas de su cuerpo… Ninguna mujer había tenido un efecto así sobre él.
Apollo se había acostado con las mujeres que deseaba. Siempre les había dejado claro que no buscaba nada permanente. Sin embargo, con ella… Todo había sido diferente y, quizá, por eso había bajado la guardia momentáneamente. Algo que ella había explotado cuando fue a verlo a Londres para darle la noticia, un mes después de que hubieran pasado la noche juntos.
No obstante, corría el peligro de olvidar todo aquello debido al deseo que lo invadía por dentro, que nublaba su juicio y anulaba su control. Nunca debería haber aceptado que ella lo acompañara esa noche. No eran una pareja.
Nunca se habrían casado si no hubiera sido por…
Apollo vio que Sasha regresaba al salón y que miraba hacia todos lados, buscándolo.
Parecía vulnerable. Fuera de lugar. Se fijó en que algunos hombres la miraban, sorprendidos por su belleza natural. Ella destacaba entre la multitud de personas ricas y falsas. Y eso era lo que provocó que él se sintiera atraído por ella aquella primera noche.
Todo había sido un espejismo. Quizá su pérdida de memoria fuera real, pero detrás de ella estaba la verdadera Sasha Miller.