Cassie apenas tuvo tiempo de darse cuenta de que realmente parecía asustada antes de lanzarse hacia ella.
–¡Manchada! ¡Te agarré!
En lugar de los gritos y risas que había esperado, Venetia se encogió hacia atrás y Cassie vio que estaba a punto de llorar.
Se detuvo, desanimada por la reacción inesperada de la niña. Parecía que ninguna de sus ideas estaba funcionando.
–¿Estás disgustada? Todos tienen su turno. Solo tienes que manchar a otro ahora.
Cuando Venetia apretó los labios y sacudió la cabeza, Cassie pensó en otra cosa.
–¿Te lastimé? Lo siento mucho. Creo que te manché más fuerte de lo que debía. ¿Puedo ver?
Cuando la tomó de la mano, notó que las uñas de la niña estaban comidas casi en carne viva. Llevaba una blusa de pana rosa de manga larga, y Cassie deslizó la suave tela por el brazo de la niña.
–Puedo ver una marca. Parece que ya se está amoratando. Lo siento mucho.
Observando a la roncha color rojo púrpura en el brazo de Venetia, Cassie sintió que la inundaba el horror, porque la primera cosa que había hecho era hacerles daño.
–Está empezando llover —dijo Nina mientras la llovizna se convertía en un frío aguacero.
–Entremos a jugar a otra cosa —dijo Cassie, desesperada por reparar el daño por su torpeza.
No había manchado a Venetia con tanta fuerza, pero también había esperado que ella corriera, no que se alejara con miedo.
Empezaba a pensar que, bajo su exterior bien instruido, Venetia era una niña sensible, tanto física como mentalmente.
–¿Alguna vez jugaron a las escondidas? —Le preguntó a las niñas una vez que estuvieron resguardadas en el pasillo, con la puerta del frente cerrada.
Ambas sacudieron la cabeza, pero parecían impacientes más que dudosas.
–Déjenme explicarles. Pueden esconderse en cualquier lugar de la casa, en cualquier lugar. Voy a cerrar los ojos y les daré hasta la cuenta de cincuenta para que encuentren un lugar para esconderse y luego voy a gritar “¡Punto y coma, el que no se escondió se embroma!” Cuando encuentre a alguien, la búsqueda se termina y entonces esa persona es la que debe salir a buscar en la próxima. ¿Lo entienden?
Nina asintió. Venetia parecía haberse recuperado de su trauma previo y sonrió entusiasmada.
–Muy bien, voy a cerrar los ojos.
Cassie colocó una mano sobre los ojos para mostrarles que realmente estaban cerrados.
–Y ahora, empiezo a contar —y terminado de contar, gritó—. ¡Punto y coma, el que no se escondió se embroma!
Paseándose por la casa revestida, Cassie dijo en voz alta:
–Me pregunto en dónde están escondidas estas niñas. Vaya, se han escondido bien. No las encuentro por ningún lado. Quizás hayan logrado hacerse invisibles. Realmente pensé que a esta altura habría encontrado a Nina, después de todo ella es la más alta.
Revisó debajo de la mesa del comedor y caminó hacia la sala. Su mirada se volvió inmediatamente hacia la enorme otomana de terciopelo en el otro extremo. Era un escondite muy inteligente y estaba segura de que encontraría a una de las niñas allí.
Cassie se acercó, prolongando la tensión del momento.
–Creo que estoy a punto de darme por vencida. Estas niñas inteligentes se han escondido demasiado bien. ¡Pero un momento, creo que buscaré en último lugar!
Sujetó la tapa de la otomana y la abrió.
Adentro, hecha una bolita, estaba Nina.
Se desenroscó chillando de emoción, mientras Venetia saltaba desde atrás de las elegantes cortinas azul oscuro.
–¡Te encontraron! ¡Te encontraron! —Gritó Venetia.
Ambas reían. Cassie se dio cuenta de que era la primera vez que las escuchaba reírse.
–Es tu turno, Nina. ¡Empieza a contar!
En cuanto Nina empezó contar, Cassie y Venetia se apresuraron hacia arriba. Venetia se reía sin aliento, hablando sin parar mientras investigaba su próximo escondite. Cassie estaba encantada de escuchar el sonido de voces felices.
Gateó debajo de la cama de Nina, suponiendo que la encontrarían primero, pero al final Nina encontró a Venetia que se había escondido detrás de la cesta de la ropa en el baño, entre alaridos de risa.
Cassie estaba lista para dejar de jugar ante la primera señal de aburrimiento, pero las niñas no parecían aburrirse. Más bien parecían cautivadas por el juego. Risas y chillidos hacían eco por la casa cada vez que encontraban a una de ellas, y mientras jugaban una ronda tras otra, Cassie estaba convencida de esto era lo más divertido que habían hecho en mucho tiempo.
Revisó la hora en el teléfono que tenía en el bolsillo de su chaqueta y vio que habían estado jugando por casi dos horas. El tiempo había pasado volando, y en el proceso había podido conocer mucho más de la casa. Los únicos lugares que, por una regla tácita, habían estado fuera de los límites, habían sido la oficina y el dormitorio de la señora Rossi.
Cassie se había escondido en las otras habitaciones de huéspedes, en la sala de la planta alta, en la pequeña cocina auxiliar que había encontrado en la planta baja y en el área de entretenimiento techada, con sus enormes puertas de vidrio que daban al patio. Incluso se había escondido en la bodega, que se accedía por el comedor y que era otro lugar que aún no había conocido.
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