Para nosotros todo comenzó con el Sol, antes del Sol de nada nos servían los ojos.
Inti, el Gran Sol, fue lo primero, sin él nada se vería, sin él nada existiría.
Inti nació y fue niño.
Inti ahora es un joven guerrero.
Inti algún día será un anciano sabio.
Inti algún día se irá y ya no veremos.
El Sol al nacer trajo el agua y la vida.
El Sol trajo a la Luna y ahí empezó nuestra existencia.
El Sol empujó las tierras del mar y formó las montañas.
El Sol trajo las nubes y los vientos.
Inti trajo la lluvia.
Inti dio forma a los animales y a las plantas.
En la Luna nos tuvo como mascotas, y cuando aprendimos nos depositó en esta Pachamama, nuestra tierra.
Inti nos cuida y nos protege.
Inti nos deja ver cada mañana sus obras.
Inti se recoge por la noche para recordarnos lo importante de su presencia.
Sin Inti no hay vida, no hay inicio para nosotros, no hay comienzo.
Para nosotros todo empezó cuando Inti recorrió la cortina del cielo.
A él le cantamos cada año en su esplendor, a Inti veneramos, a Inti respetamos.
Inti seguirá ahí cuando nos hayamos ido.
Cuando Inti ya no esté, todo habrá terminado.
Comparado con las culturas preincaicas, la cultura inca es muy reciente, pero supo aprovechar muy bien los cultos solares de los pueblos andinos para imponer su propia religión solar. La fiesta solar, o Inti Raymi, se celebra en Cusco, Perú, cada año coincidiendo con el solsticio de invierno, pero bien podría venir del norte de Chile, donde se celebraba el Wawa Inti Raymi, o Fiesta del Niño Sol, simbolizando el nacimiento de la humanidad y del universo.
Cuando se juntaron las cuatro provincias del gran Imperio inca, muchas de las antiguas ciudades preincas fueron destruidas, transformadas o reformadas. Muchos de sus símbolos arcaicos fueron borrados o recuperados como propios, como en el caso de Viracocha, que pasó de ser un dios antiguo y primordial de Tiahuanaco, y del cual no tenemos más referencia que su imagen, para convertirse en el dios creador del Imperio inca que todos y cada uno de los pueblos estaba obligado a venerar, incluso por encima de Inti, el Sol, ya que también este era creación de Viracocha y, por tanto, le debía pleitesía.
El cantar de Viracocha
Parecía que no había nada, porque todo estaba a oscuras, pero el grande Viracocha ya reinaba en el espacio, cóndor de las estrellas, señor de los tiempos, creador de todo lo primario, que se entretuvo en dar forma al universo entero.
Como se sentía solo, dio forma a los dioses para que le hicieran compañía, unos con brillo y otros con sombra, para no vivir en la oscuridad eterna, y entre ellos estaba Inti, el Sol, que era un niño pequeño con mucha luz.
Creó entonces a Hanan Pacha, el Mundo Celestial, la habitación de los dioses, el hogar de los elevados, la casa de los elegidos, con la promesa de que algún día los hombres y las mujeres buenos y justos podrían compartir con los dioses este universo perfecto, lleno de bienes y de gloria, subiendo sobre las alas del cóndor divino tras su muerte.
El cóndor divino que lleva a Hanan Pacha
Para llegar a Hanan Pacha sobre las alas del cóndor, era necesario hacerlo a través de un puente hecho de cabellos que conectaba a los mundos entre sí, en lo alto estaba Hanan Pacha, y debajo un mundo hecho de tierra y de lodo que albergara la vida y los seres que corren y se arrastran.
Así creó a Kay Pacha, el mundo terrenal, el lugar de las plantas, los animales y los hombres, el hogar de Pachamama sobre el que Inti derramaba sus luces y su calor; el mundo del hoy, del aquí y del ahora, donde la ilusión del tiempo da lugar a los años, a los ciclos, al nacimiento y a la muerte, donde el puma señorea y el hombre domina.
En Kay Pacha, este mundo, Viracocha derramó muchos dones para bien y beneficio de sus ocupantes, con la esperanza de que lo cuidaran y le sacaran provecho, a sabiendas de que los seres que no eran dioses a menudo son ingratos y torpes, malvados y procaces, indignos de Hanan Pacha, y sin lugar tras su muerte en Kay Pacha, porque en el fondo no servían para nada ni merecían perdón.
El puma sagrado, símbolo de Kay Pacha
Los buenos y los justos ascenderían a Hanan Pacha, pero los impíos debían ir a otro lugar donde no echaran a perder la creación de Viracocha.
Entonces creó a Uku Pacha, el mundo de abajo, el hogar de los muertos indignos, de los niños abortados, de las mujeres que traicionaban el linaje, de los hombres que no merecían los bienes ni los dones, e incluso de las bestias y los seres viles, como las serpientes rastreras, las cuevas asesinas, las plantas inservibles, la oscuridad malvada y las almas aviesas y débiles.
En Uku Pacha habitaba una serpiente gigantesca, cruel y voraz, que devoraba a los peores hombres y mujeres que en el mundo terrenal, Kay Pacha, habían sido de lo peor, quitándoles así, además del cuerpo, el alma.
Viracocha tuvo todo dispuesto antes de crear a la Pachamama y al hombre, porque pensó en todo y así no faltara nada.
El Gran Viracocha tres mundos creó:
Hanan Pacha.
Kay Pacha.
Uku Pacha.
En el primero irían las estrellas y los dioses, junto a la promesa de la elevación.
En el segundo se asentarían los seres vivos.
En el tercero habitarían los demonios y los seres indignos.
No hay engaño.
Quien conoce los designios de Viracocha sabe su porvenir.
Todo nos dio Viracocha para poder regresar a su lado, y ser dioses como los incas que nos señalan el camino.
El inca está de paso en esta vida de Kay Pacha, pues su verdadero lugar está en Hanan Pacha, que es donde habita su alma y simiente divina.
El que no es inca irá a Uku Pacha al terminar sus días.
Así creó Viracocha al universo, y así seguirá para siempre jamás.
Aunque oficialmente Viracocha es el dios supremo y creador de todas las cosas, en otras leyendas y cantares andinos su supremacía no es tan clara, ya que a otras deidades, como a Amaru, también se les considera divinidades creadoras.
Cantar de Amaru
Todo blanco como la piedra de cal, Amaru navegaba entre los fuegos y las aguas de los cielos.
Iba encendiendo luces y regando vida, limpiando y preparando los terrenos para la siembra de las semillas.
De las semillas brotaban pachas que afianzaban sus piedras con las raíces para no deshacerse en los cielos.
Así nació Pachamama, con Quilla (la Luna) como compañera.
Amaru estaba contento y quiso bajar hasta Pachamama, dejando su tea en el cielo y trayendo el agua consigo.
De esa agua nació el lago Titicaca, donde Amaru hizo su casa y formó, para no estar solo, a una raza de gigantes, casi tan grandes como él.
Pero los gigantes no eran listos ni tenían corazón.
Amaru iba en su nave por el lago, triste porque los gigantes no lo amaban ni se comportaban bien entre ellos, y tenían pensamientos