Cuando se crea el Tahuantinsuyo, o las cuatro provincias incas (suyos), Ñau Papacha queda como un dios más creado por Viracocha, que algunos pueblos adoraban, si no en secreto, sí después de venerar a Viracocha, el dios oficial.
Ñau Papacha, en algún tiempo, fue considerado el Gran Sol Primordial que no creaba nada porque ya lo era todo, y del cual se desprendieron otros dioses, como Inti y Quilla, que sí se dedicaron a formar seres humanos.
Para algunos esoteristas Ñau Papacha es el padre de Pachamama, la Tierra, y es el verdadero dios primario que lo da todo sin pedir nada a cambio, ni siquiera reconocimiento o devoción, porque todo aquel que se eleve al dejar este mundo va a conocerlo y a reconocerlo en el plano espiritual y divino, donde no hay jerarquía ni culto a la personalidad, sino solo luz y armonía.
En este sentido Ñau Papacha es el Sol de todos los soles, y no hay imagen posible ni visible de su luminosidad.
Viracocha
Intentando desenredar la madeja del laberinto, la primera pregunta que nos hacemos es:
¿Quién es Viracocha?
¿Huiracocha?
¿Wiracocha?
¿Apu Qun Tiqsi Wiraqucha?
¿Apu Kun Tixsi Wiraqucha?
¿El Gran Sol Primordial?
¿El Esplendor Originario?
¿Ser Supremo?
¿Padre Eterno?
¿Señor de los Ejércitos?
¿Sangre de los monarcas incas?
¿O era un simple dios de los tiahuanacos surgido de las aguas del lago Titicaca tras la partida de Amaru?
La religión oficial inca lo adopta y lo adapta a sus ritos solares, y lo hace padre de Inti, y de todas las cosas, con una trascendencia de la que carecía entre los pueblos chavín, huari y tiahuanaco, si bien es cierto que preside la puerta del solsticio en la mítica ciudad de Tiahuanaco, cuya civilización creadora y creencias al respecto se desconocen del todo.
Viracocha, reproducción de un relieve en la Puerta
del solsticio de Tiahuanaco
Las leyendas no oficiales lo colocan como un dios errante que iba buscando asiento por las montañas y los ríos, acompañado de un ave, Corikente, que le hablaba al oído y le cantaba las cosas del porvenir, o las cosas que sucedían a lo lejos. Corikente también lo comunicaba con otros dioses, y le daba poderes con sus plumas mágicas, las cuales el dios arrancaba para confeccionar sus penachos y sus máscaras sagradas, que más tarde emularían los gobernantes incas.
Este Viracocha iba armado y dispuesto a la caza, la lucha o a la batalla, con una honda y una lanza, pero también sabía sembrar, cosechar y esquilar, habilidades que enseñaba a los que se encontraba por el camino para favorecerlos como buen ser divino que era.
Durante siglos, y quizá milenios, Viracocha fue un dios solar guerrero y benefactor, pero no el creador de la humanidad y mucho menos del universo, aunque sí lo será a partir del siglo XIII o XIV de nuestra era, cuando se convierte en el Dios del imperio.
Inti, el Sol
Inti no solo era el dios Sol que vemos y nos calienta, sino que era el dios supremo de muchos pueblos andinos y costeros, que tenía sus aposentos en Hanan Pacha, el mundo celestial, desde el cual vigilaba y protegía al mundo terrenal, o Kay Pacha, al que visitaba cada amanecer y dejaba por las noches, para que la luna y las estrellas se ocuparan de la Tierra en su ausencia.
Los demonios, convertidos en nubes, niebla o tormentas, a veces tapaban su faz y no lo dejaban ver lo que sucedía en la Pachamama, pero tarde o temprano el volvía a brillar con fuerza para solucionarlo todo.
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