El grupo aprovechó la pausa para ajustar su estrategia militar y desacreditar la estrechez e inercia del sistema político. Enterado de las dificultades de Betancur para lograr la paz, convidó a las fuerzas vivas del país a su Diálogo Nacional, tanteando así la disponibilidad del Gobierno y la facultad del mandatario de darle vía libre, en palabras de Patricia Lara, a “ese gran debate político que tendrá por temas centrales: la discusión y desarrollo democrático de las reformas políticas, económicas y sociales que requiere y demanda el país”.11 Aunque según Ramírez y Restrepo: “buscaba, más bien, llevar a Betancur hacia la ruptura con la oligarquía, el bipartidismo y las Fuerzas Armadas. De no lograrlo, lo desgastaría y lo obligaría a replegarse a estas mismas fuerzas. Dentro de esta perspectiva, después de cada concesión gubernamental, el m-19 proponía nuevas metas, siempre más arduas. Quizás, de acuerdo con su concepción, el propósito no era tanto el de consolidar la paz cuanto desenmascarar a Betancur o ganar un nuevo espacio de legitimidad política para la lucha armada”.12
En la segunda mitad de su mandato Betancur no controlaba toda la situación. Esto lo observa Daniel Pécaut, pues si tras el acuerdo con el m-19 esperaba recuperar su imagen y avanzar en la extensión del régimen, “por el contrario, todo parece detenerse […], Betancur mismo parece vacilar, como si se sintiera amenazado por fuerzas opuestas. Por un lado, las de algunas elites civiles que manifiestan una hostilidad sin matices a los acuerdos: Belisario Betancur los acusa de incitar secretamente a los militares al golpe de Estado. Por el otro, la de las guerrillas que parecen utilizar el cese al fuego para acrecentar su potencial militar y político”.13 Además, en materia legislativa la situación no era del todo mejor, puesto que el Partido Liberal controlaba el Congreso.
La toma del Palacio de Justicia, fiasco y punto de no retorno
El promocionado Diálogo Nacional fue un descalabro. Primero, el bipartidismo desatendió la invitación estimando que se le daba al m-19 mucho espacio político; aunque se sabe que la razón principal no era otra que impedirle a una nueva fuerza ingresar a un sistema engendrado y mantenido por dos partidos. Segundo, según lo sugiere Pécaut: “el m-19 revelaba su incapacidad para desencadenar un movimiento político nacional de masas alternativo al sistema político tradicional […]. Las simpatías y expectativas producidas por las hazañas de la guerra no se traducían en nuevas formas de participación y acción políticas, tanto por el papel secundario que la estrategia les asignaba a estas como por la fragilidad misma de tales simpatías”.14 Lo mismo propone Marco Palacio: el m-19 “perdió perfil político y demostró incompetencia intelectual en las pocas mesas de trabajo del Diálogo Nacional”.15 Tal situación llevó al grupo a buscar apoyo en las barriadas de Bogotá, Cali o Popayán, nutriendo de paso su estructura armada, al convencerse de que con Betancur no se daría la paz. Fiel a sus golpes de opinión, selló la tregua con la acción más nefasta en su existencia e indistintamente aciaga para la historia del país: la toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985, bajo el pretexto de enjuiciar simbólicamente al presidente por incumplir los acuerdos un año atrás. Esa operación eufemísticamente nombrada “Antonio Nariño”, realizada por la compañía Iván Marino Ospina16 y que el ejército repelió con todo su poderío alegando preservar la democracia, se saldó en una masacre cuyo estruendo repercute todavía hoy. Al m-19 le fue difícil restablecerse de su aventura y se vio obligado a dar el primer paso en pos de un diálogo para salir del aislamiento al que quedó confinado.
Si camino a su desmovilización una primera etapa comprende los primeros acercamientos con el gobierno Betancur y el rechazo a la amnistía y una segunda etapa va del Diálogo Nacional a la toma del Palacio de Justicia, convendría incluir una tercera y definitiva que inicia, como perpetuando su estampa, con el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado17 en mayo de 1988. Al liberarlo, le envió un comunicado al nuevo gobierno del liberal Virgilio Barco Vargas (1986-1990), manifestándole su deseo de firmar la paz y pidiéndole garantías. Al mismo tiempo, como una prueba de sinceridad declaró unilateralmente un cese al fuego. Lamentablemente el problema era de otra horma; un nuevo cáncer, el narcotráfico comenzaba a hacer metástasis en la sociedad colombiana. En adelante a la pesquisa de la paz se yuxtaponía la búsqueda de soluciones para un fenómeno suplementario y respecto al cual ni el Gobierno, ni las elites, ni las demás guerrillas, ni tampoco la denominada comunidad internacional tenían medidas eficaces. Además, como cada nuevo presidente con su respectiva prioridad, lo que iba a primar era el crecimiento económico. Sin desarmar los esfuerzos de Betancur en materia de paz, para Barco toda negociación debía contenerse en su Plan de Economía Social.18
Tecnócrata y devoto del liberalismo de Robert Solow y de John Rawls, Barco encontró en la negligencia frente a la erradicación de la pobreza, al fomento al desarrollo de las zonas marginales y a la atención al campesinado la causa de la expansión guerrillera. También, buscando encauzar el sistema político, quebró la distribución equitativa de cargos entre los partidos Liberal y Conservador heredada del Frente Nacional e instauró un “esquema Gobierno-partido de oposición”.19 Fue a su gobierno al que le correspondió aplicar en 1988 uno de los acuerdos convenidos entre su antecesor y las farc, la elección popular de alcaldes. Pero, como se dijo, el problema era la violencia incontrolable, que paradójicamente coincide con la dinamización de la economía. Y esa violencia no era el producto exclusivo de las acciones de la frágil unidad de las guerrillas o mejor conocida como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (cgsb),20 sino también de la reaparición de los paramilitares y de la alianza gamonales-narcotraficantes-terratenientes.
El giro de posición del m-19 se dio en una reunión de comandantes denominada “Encuentro de la Esperanza” finalizando 1987 y principiando 1988. Tal como lo relató un participante: “allí se definieron nuevas reglas y se concluyó que la guerra no era contra las Fuerzas Armadas sino contra la oligarquía. Fue así que se preparó el secuestro de Gómez Hurtado”.21 Dirigente que tras recobrar su libertad convocó a un encuentro por la “Salvación Nacional”.22 Pese a la desconfianza del bipartidismo y del sector productivo, en septiembre de 1988 y tras la labor de la Comisión de Convivencia Democrática, creada en agosto, Barco expuso un Plan de Paz, constituido por cuatro fases: la distensión, la transición, la incorporación definitiva a la vida civil y los diálogos regionales que posibilitasen la cohabitación.23 En un principio el m-19 no acogió el grueso de ese plan, pero fue el único que mantuvo la tregua, ya que las farc y el epl la zanjaron. En remplazo de Jaime Bateman Cayón,24 Carlos Pizarro Leongómez va a declarar: “la paz es el espacio donde se pueden perfilar y construir los nuevos liderazgos nacionales. Lo fundamental hoy es ganar la concertación [para] avanzar hacia una sociedad democrática más fácilmente que una victoria revolucionaria, que por la polarización del conflicto conduce a negar al otro y prolongar la confrontación aun después de la toma del poder. El objetivo es ese: concertar para ampliar la presencia de nuevas fuerzas en la nación”.25
El 16 de diciembre, Barco autorizó el inicio de los diálogos, para los que ya estaba dispuesto el m-19, lo que se explica tanto por las situaciones descritas como por las particularidades del mismo grupo. Dicho por Nieto: “el perfil reformista, nacionalista y populista que desde un principio caracterizó la plataforma programática del Movimiento 19 de Abril, así como la heterodoxia ideológica de la cual hacía gala desde su fundación, le imprimían al proyecto proyecto político una gran flexibilidad, así mismo, a desarrollar una mayor sensibilidad frente a los cambios que se sucedían en la coyuntura política e ideológica nacional e internacional, los cuales eran asimilados rápidamente por este”.26 Según Nieto, la razón que primó sobre las demás fue la voluntad del m-19 de ponerle