Historias malditas y ocultas de la historia. Francisco José Fernández García. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco José Fernández García
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788415306009
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fue tarde y murió envenenado sin poder retractarse. Nerón agradeció los desvelos y maquinaciones de su madre asesinándola poco después, eso sí, tras varios intentos fallidos. Cuentan las crónicas que el espíritu de su madre se le aparecía continuamente para atormentarle.

      A pesar de lo dicho hasta ahora, Nerón fue dotado de una excelente educación y cultura: le encantaba el arte, sobre todo la música y la literatura, además de los deportes. Tanto era así que se rodeó de un círculo de notables e intelectuales del momento, denominado Aula Neroniana. Ésta fue una especie de academia que agrupaba a pintores, escultores, músicos y literatos, con nombres como Séneca, Lucano, Aulo Persio, Flacco, Calpurnio Sículo, etc. Allí Nerón recitaba y cantaba sus propios poemas y era aconsejado por estos artistas e intelectuales.

      Durante su gobierno quiso presentarse como el protector de los pobres y de las artes. Para ello intentó sobornar al pueblo con costosos juegos, grandes construcciones y repartiendo ingentes sumas de dinero a la plebe, lo que le hizo popular, tan popular como el afán de protagonismo que le perseguía y que hacía que procurara manifestarse en cualquier celebración para engordar su popularidad. Entre esto y la adulación de sus allegados, que le seguían la corriente, comenzó a gestar su divinización en vida, intentando igualar la divinidad de Apolo-Helios-Citadero. Pero ocurrió algo, un hecho terrible, que hizo que al final quedara sólo y abandonado por todos los grupos sociales, que le culparon del suceso.

      La noche del 18 al 19 de julio del año 64, la ciudad de Roma ardió por los cuatro costados. Un devastador y misterioso incendio, cuyo origen tuvo lugar en unos almacenes junto al Circo Máximo, se propagó con rapidez gracias a un fuerte viento reinante en la zona. La población pronto se vio desbordada por la situación y cualquier intento de controlar el fuego fue infructuoso. El pánico se adueñó de la gente, que huyó hacia el exterior de la ciudad. Roma se consumió de esta manera durante siete días. Los ciudadanos, conocedores de las locuras de su emperador, le señalaron como culpable. Pero según parece, no todo está tan claro. ¿Fue él quién incendió Roma? Actualmente, los historiadores lo dudan.

      Ese día Nerón ni siquiera estaba allí. Se encontraba veraneando en Antium acompañado de toda su familia y amigos, que se refrescaban junto al mar. Se dice que Nerón culpó a los cristianos de la autoría del incendio. Entre los cronistas de la época, los primeros en acusar a Nerón fueron Plinio el Viejo y Papinio Estacio; otros, como Tácito, Fabio Rústico o Flavio Josefo, jamás le culparon directamente.

      Según la Historia, cuando Nerón fue informado del desastre, decidió regresar Roma a toda velocidad y ordenó que el ejército colaborase en las tareas de extinción. También se preocupó de los afectados, alojándolos en los edificios públicos y alimentándolos. Rápidamente se procedió a reconstruir la ciudad, procurándoles a los afectados viviendas provisionales, si bien es verdad que Nerón aprovechó esa reconstrucción para construirse un palacio mayor (la Domus Aurea) sobre uno de los barrios destruidos. ¿Pero qué gobernador no se aprovecha de las circunstancias cuando éstas se le ponen a tiro?

      Otro malentendido, según Edward Chaplin, fueron sus últimas palabras antes de suicidarse: «Qualis artifex pereo». Según Edward, la traducción que se hizo de esta frase («Qué artista muere conmigo») no sería la correcta, sino que lo que realmente significarían las palabras de Nerón sería: «Qué artesano soy en mi agonía», como argumentando lo bajo que cayó. Pero Nerón, fuese o no el autor de dicho incendio, sí pagó por sus locuras; después de su muerte se le sentenció al castigo más alto que se podía imponer a un emperador, y al que Nerón temía más que a la propia muerte. Éste no era otro que la damnatio memoriae, es decir, la destrucción de todas sus efigies y retratos sentenciándole al olvido absoluto. Tan sólo algunos retratos en zonas donde tenía simpatizantes se salvaron de la destrucción.

      Para finalizar con el personaje, les contaré una de sus locuras favoritas. Se dice que cuando llegaba la noche, Nerón se disfrazaba y recorría las calles amparado por la oscuridad, dejándose llevar por toda clase de vicios y depravaciones. Atacaba a los hombres por la espalda y los acuchillaba. Ahora bien, un día, en una de sus correrías por las callejuelas de Roma, el apaleado y maltratado resultó ser él, por lo que en lo sucesivo se hizo acompañar de escoltas que le vigilaban de lejos. ¡Los vicios se pagan!

      Un historiador es un profeta al revés.

      José Ortega y Gasset

      Seguramente Heródoto (480-430 a.C.) ha sido el hombre más inquieto y con más ansias de conocimiento de toda la Historia. Es por ello que decidió recorrer todas las ciudades y puntos neurálgicos del momento. Fue una hazaña parecida a la que realizó el personaje de ficción Willy Fog con su vuelta al mundo, aunque tardó bastante más que los 80 días y sin apuestas de por medio.

      Este viajero incansable nació en la costa suroeste de Asia Menor, en Halicarnaso más concretamente, y puede decirse que su primer viaje lo realizó por la fuerza tras verse envuelto en un golpe de estado contra el tirano Lígdamis. Según todos los datos, ese intento fracasó, por lo que Heródoto fue desterrado y tuvo que marchar a la isla de Samos. Fue ahí donde comenzó su periplo imparable por el mundo conocido: viajó por el Bajo y Alto Egipto, así como por Asia Menor, Babilonia, partes de Escitia (Olbia, Crimea), Cirene, Creta, las islas del Egeo, casi todo el continente griego y la Magna Grecia. Sus historias —él mismo nos lo dice en su obra— son fruto de múltiples viajes por todos estos lugares y de conversaciones con sacerdotes, viajeros y personas de muy diversos pueblos y orígenes. Es por ello por lo que se le considera el padre de la Historia, ya que nos narra los acontecimientos y sucesos de los hombres, buscando las razones por las que éstos realizan sus actos, actos que hasta entonces sólo habían estado reservados a las figuras y hazañas de los dioses. Heródoto sentó con sus libros las bases de la ciencia y creó la Historia Universal.

      Toda la extensa obra de Heródoto consta de nueve libros y fue realizada, según nos cuenta el autor en el prólogo del primero de sus libros, para evitar que con el tiempo los hechos humanos quedasen en el olvido y sus empresas relevantes sin realce.

      En estas obras podemos encontrar multitud de leyendas, sucesos extraordinarios y prodigiosos, todos dignos de ser leídos y conocidos. Lógicamente es imposible exponerlos todos aquí, pero lo que sí puedo hacer es poner algunos ejemplos que me parecieron muy curiosos y simpáticos; espero con ello abrirles el apetito por su obra:

      Pero voy a volver a un punto de mi relato en el que antes quedó omitido un detalle. Los lacedemonios fueron los primeros en tener noticias de que el Rey se disponía a atacar Grecia (de ahí que despacharan consultores al oráculo de Delfos, donde recibieron el vaticinio que cité hace escasos capítulos). Y tuvieron noticias de ello de una manera singular. Demarato, hijo de Aristón, había buscado asilo entre los medos y en mi opinión… no sentía simpatías hacia los lacedemonios, por lo que cabe preguntarse si su gesto se debió a razones de simpatías o si lo hizo con un propósito mordaz.

      Resulta que, cuando Jerjes decidió llevar a cabo su expedición contra Grecia, Demarato, que se encontraba en Susa, se enteró de lo que se proponía y quiso informar a los lacedemonios. El caso es que no podía alertarlos así como así (pues corría peligro de que le pillasen), por lo que se le ocurrió la siguiente idea: cogió una tablilla de doble hoja, le raspó la cera y, acto seguido, puso por escrito, en la superficie de madera de la tablilla, los planes del monarca; hecho lo cual, volvió a recubrirla con cera derretida, tapando el mensaje, a fin de que el transporte de la tablilla, al estar en blanco, no ocasionase el menor contratiempo ante los cuerpos de guardias apostados en el camino. Cuando la tablilla llegó definitivamente a Lacedemonia, los lacedemonios no acertaban a dar con una explicación, hasta que, según tengo entendido, al fin Grogo, la hija de Cleómenes y esposa de Leónidas, comprendió por sí misma la treta y les sugirió que raspasen la cera, porque encontrarían —les indicó— un mensaje grabado en la madera. Ellos, entonces, siguieron sus indicaciones y pudieron descubrir y leer el mensaje, por lo que, acto seguido, informaron de su contenido