Una historia no tan fantástica acerca del origen del ser humano
Un museo humano en la prehistoria
La antigüedad ignorada del ser humano
Qué dice la ciencia
Stonehenge y las piedras del tiempo
Pascua: la isla de los guardianes de piedra
El enigma de los túneles de ecuador
La creación bíblica, ¿un plagio?
Diluvio: ¿ira de Dios o de los elementos?
Los primeros colonos de Egipto
¿cuándo se hizo la Gran Pirámide y para quién?
¿puede estar Keops aún dentro de la Gran Pirámide?
¿cómo se hicieron las pirámides?
Bibliografía consultada por el autor
INTRODUCCIÓN
Es sabido que el misterio ha acompañado al ser humano prácticamente desde su nacimiento como especie. He dicho prácticamente, porque el temor a lo sobrenatural y desconocido hizo acto de presencia en nuestra raza antes incluso de que supiéramos hablar o escribir. Posteriormente, cuando el hombre cruzó la frontera hacia el lenguaje y la escritura, sintió la necesidad de dejar constancia de esos sucesos que le parecían insólitos e inexplicables, atribuyéndolos en la mayoría de las ocasiones a dioses, demonios y fuerzas sobrenaturales.
Si nos remontamos a esas fechas en las que no se había inventado el lenguaje ni la escritura —y de eso nos informa esa disciplina de la Historia que es la arqueología—, vemos que el hombre prehistórico decidió utilizar las cavernas, no sólo para refugiarse de la intemperie, sino también para protegerse de los malos espíritus que pudieran dañarle, como demuestran los restos pictóricos y de rituales hallados en el interior de las grutas. Dichos símbolos y pinturas eran realizados por hechiceros o brujos, bajo los efectos alucinógenos provocados por determinadas plantas, que les permitían alcanzar estados alterados de conciencia en los que, supuestamente, decían entablar comunicación con otras realidades y planos en los que moraban los dioses y espíritus de sus ancestros. Una vez establecida la comunicación, pedían el favor de éstos para la protección de su pueblo ante enfermedades o hambrunas. Más adelante, esas visiones y creencias serían, con el nacimiento de la escritura, plasmadas sobre materiales más moldeables —aunque también más frágiles— y fáciles de transportar: tablillas de barro cocido, papiros o pergaminos.
Como veremos, a lo largo de nuestra Historia el ser humano ha tenido y tiene —el que diga lo contrario miente— la necesidad imperiosa de creer en algo que esté más allá de nuestros sentidos y control material. Podemos llamarlo con el calificativo de Dios, dioses, espíritus o extraterrestres; llámele como le venga en gana, pero a las evidencias me remito. Son muchos años, siglos, milenios, y Dios sabe cuánto, el tiempo que llevamos correteando sobre esta pelota de barro y agua, huyendo y escondiéndonos de lo invisible e inmaterial, a veces con auténtico terror y espanto, ¡pero qué le vamos hacer! Nos hicieron supuestamente inteligentes, aunque esto último, pienso yo, tendríamos que demostrarlo.
Como observarán, la primera parte de esta obra se ha centrado exclusivamente en personajes históricos que abarcan desde el mundo antiguo hasta nuestros días, y donde las leyendas, tradiciones o historias nos cuentan que vivieron sucesos misteriosos, insólitos o malditos. En la segunda parte es donde echaremos una ojeada a esas prehistóricas fechas que comentaba al principio de esta introducción, pero seré malo y no les desvelaré su contenido, por lo que deberán ser ustedes quienes lo descubran. También me siento en la obligación de advertirles que este libro no les dejará indiferentes… ¡adelante! Entren en el mundo de la Historia y del Misterio.
Francisco José Fernández García
ENTRE LA LEYENDA Y EL MITO
Edad Antigua (4000 a.C. al 476 d.C.)
A fin de cuentas, un héroe es alguien que quisiera discutir con los dioses, y así debilita a los demonios para combatir su visión.
Norman Mailer
ALEJANDRO MAGNO, HÉROE Y LEÓN
La figura de Alejandro Magno ha estado siempre rodeada de una aureola de mitos y leyendas, en parte debido a sus grandiosas hazañas y batallas en las que jamás fue derrotado, contrastando por el contrario con su corta vida. Con 20 años recién cumplidos accedió al trono y murió con 33, después de haber conseguido conquistar más tierras que ningún otro general. Bajo su espada cayeron grandes imperios como el Aqueménida, el Persa, Egipto o las ciudades fenicias, y todo en apenas 12 años.
Lo que conocemos de este «superhéroe de la antigüedad», si exceptuamos algunos escasos restos iconográficos (estatuas, pinturas, monedas y pequeños fragmentos de inscripciones hallados en templos y santuarios), se debe en su totalidad a