Sobre la pregunta de cómo podemos enseñar desde un punto de vista del Sur debo decir que, desde mi experiencia, estamos transmitiendo desde la perspectiva del estudiantado: esta es la ley y deben tomarla. Cada vez que enseñamos, supervisamos y estamos construyendo algo con ello, pero también hay límites. Debemos ser realmente críticos para asegurarnos que no estamos simplemente entregando algo y debemos ser responsables de que tengan sentido políticamente.
Realmente, estoy impactada, pues incluso algunos críticos dicen que se debe enseñar el derecho y luego se debe tomar posición; pero para mí en realidad no existe tal separación. No creo que a los académicos del derecho requieran que se les enseñe mucho. Los abogados estadounidenses buscan y encuentran nuevas interpretaciones para justificar el uso de la fuerza utilizando cualquier figura que se les atraviesa y no va a ser instantáneo. Los abogados juegan con todo el material que encuentran para interpretar un tratado y en ocasiones se incluyen pequeñas trampas para inducir una interpretación diferente.
Con relación a la cuestión sobre el lenguaje, entiendo que están interesadas en lo que tiene que ver con la interpretación y la traducción. Estos dos temas nos llevan a la pregunta sobre el significado y si el significado siempre es el mismo o cambia. Lo que nosotros hemos tratado de sugerir es que la interpretación jurídica tiene lugar en un contexto dialógico en el que el significado va cambiando y, por tanto, hay que ser bastante críticos y leídos para poder ser conscientes de los diferentes significados y dar cuenta de la naturaleza dinámica de los significados.
Por último, está el tema del presente. Hay una serie de preguntas serias sobre este particular a las que nos enfrentamos. La primera tiene que ver con pensar que los sociólogos de la crítica dicen que solo empezamos a articular un tema en la academia cuando se ha convertido en un problema en la práctica. Esa creo que es una pregunta muy seria. ¿Solo nos damos cuenta de algo porque alguien quiere que nos demos cuenta de ello? ¿Cómo pensamos esto con relación al presente? ¿Cómo es que este asunto se ha vuelto visible para nosotros? Creo que tratar de rastrear eso puede ser una buena forma de responder.
La segunda cuestión es la aceleración. Las redes sociales y otros medios de comunicación nos muestran que el presente se acelera. Hay incluso teorías apocalípticas sobre la aceleración que señalan que se trata de una estrategia. En tal sentido, creo que podríamos pensar en el gobierno de Estados Unidos como un aceleracionista. Debemos analizar antes de que haya nuevos desarrollos. Hay cosas que debemos reconocer y que debemos pensar en lo de los sociólogos de la crítica. En definitiva, es un tiempo difícil para tratar de entender el presente, pese a que tratemos de hacerlo todo el tiempo.
Por último, mi tercera preocupación es que no solo podemos asumir que cualquier crítica nos va a dar la respuesta. La ciencia crítica tradicional y algún libro en inglés dice que los hombres de buena fe piensan que si nos adherimos a estos textos, podremos trabajar con ellos; sin embargo, no podemos tratarlos como un dogma, pues pueden estar escritos para un periodo determinado y las condiciones haber cambiado hasta el punto que el texto ya no corresponda con la realidad. Por eso, creo que con las herramientas críticas deberíamos pensar todo el tiempo en cuál es el fundamento histórico y cuáles referencias traen consigo en el tiempo.
Creo que lo último que tengo para decir al respecto es que no lo hagamos solos. Hay un ensayo maravilloso que Hannah Arendt escribió sobre Heidegger, donde señala que él cometió el error de buscar por sí solo la verdad en lugar del significado, separándose del mundo real. Yo creo que en algunas ocasiones es bastante tentador aislarse del mundo. Para algunos de nosotros que tenemos numerosos compromisos editoriales podría ser una buena idea, pero la sugerencia es que emprendamos esta búsqueda en comunidad.
Antony Anghie: Todas estas son preguntas muy provocativas. A veces me pregunto si estos escenarios son un grupo de terapia donde uno dice “Hola, mi nombre es Tony, y yo solía creer en el derecho internacional”. Yo todavía creo en el derecho internacional, pero sin lugar a dudas es una cuestión existencialista. En algunas oportunidades, esa situación me hace sentir que uno está en la encrucijada de escoger entre la “bola azul” y la “bola roja”; en si quiere la crítica o si se quiere vivir en un mundo de comodidad donde uno no quiere entender ni saber cuál la situación. Sin embargo, creo que todos nosotros somos curiosos y aunque nos guste o no siempre hacemos preguntas y no podemos parar hasta llegar a un término que nos permita escoger entre una u otra opción.
El otro día recibí un correo electrónico muy llamativo que decía, entre otras cosas, “desde hace treinta años trabajo en derecho internacional y desarrollo y desearía haber conocido estas ideas más temprano en mi carrera”. Eso es muy valiente y muy conmovedor. Es muy valioso ver adónde llegamos desde allí. Y ahora que tenemos el poder, ¿cómo lo vamos a ejercer de manera responsable en una situación que vivimos en un momento determinado? Sin embargo, todo esto es muy personal.
A veces encontramos colegas que están perturbados o agitados y se hacen preguntas como esta: “Creo que TWAIL tiene cosas muy importantes para decir pero ¿aún puedo trabajar en la OMC?”. Yo creo que sí. Uno va a la OMC y hace lo que cree que puede lograr en ese proceso. De hecho, me ha ocurrido en lo personal. Alguna vez trabajé para el Fondo Monetario Internacional durante tres meses y no podía esperar para salir de allí.
Tal y como lo dije antes, es un tema muy personal. Yo no quiero ser su confesor (o el equivalente para ustedes) para decirles qué deben decidir, cómo abordar lo que ven o cómo lo van a solucionar, pues hay diferentes aproximaciones a cómo salir de un problema. Es una decisión completamente personal. Pese a ello, valoro que traten de afrontar las situaciones desde esta perspectiva. Ahora bien, puede haber un problema aquí en lo que tiene que ver con el lugar donde estamos parados. Por ejemplo, en mi libro podrían ver cómo quiero creer en el derecho internacional, pero igual ver esta inquietud. Así es como he vivido este proceso y las preguntas se hacen especialmente interesantes.
Con relación a la pregunta sobre enseñar con una perspectiva del sur, la cuestión está en si podemos permitirnos hacer el trabajo crítico dentro de nuestros contextos. Aquí la historia es muy importante, porque, arriesgándome a ser en extremo práctico y tal vez erróneo, deberíamos preguntarnos si es preciso usar la historia del derecho internacional, inclusive en la clase más convencional. Ian Brownlie inicia su obra maestra sin mencionar siquiera la historia; de hecho, entra directamente a hablar sobre las fuentes del derecho internacional y hay muchos otros manuales que lo imitan.13 Mi opinión al respecto es que incluso cuando no hay historia, hay historia. Tanto es así que hay toda una serie de presunciones sobre cómo ver el mundo donde la solidez y la posición del derecho internacional tienen origen en sus fundamentos precedentes. Por eso, de una u otra manera, siempre recurrimos a la historia.
Cuando yo enseño derecho internacional de la forma más tradicional, empleo las primeras clases para estudiar los textos tradicionales (todos ellos occidentales). Después les pregunto a mis estudiantes ¿cuál es su idea de historia del derecho internacional? ¿Cuáles son las fechas que le importan al derecho internacional? Y responden (siguiendo los manuales que han estudiado) que son 1648, 1815 y 1919.14 Luego