The Magnificent Ambersons (1942) de Orson Welles.
Hablemos por último de George Minafer Amberson (Tim Holt), hijo único de Isabel Amberson (Dolores Costello) en la novela The Magnificent Ambersons de Booth Tarkington (1919), adaptada para la pantalla grande por Orson Welles (1942) y publicitada con el título de Soberbia en varios países hispanohablantes. La trama de la historia transcurre a finales del siglo XIX en un pueblo en donde aún se transportan en coches tirados por caballos y en donde la aristocracia cuenta con todo el tiempo para pasear y divertirse sin necesidad de esforzarse mucho puesto que viven de las ganancias de sus posesiones. La primera vez que vemos aparecer a George (niño extremadamente consentido porque el amor que la madre no pudo dar al hombre con el que deseaba y no pudo desposarse lo depositó por entero en su hijo) va manejando por el pueblo su carruaje tirado por caballos y atropellando a todo el que se atraviesa en su camino. El narrador lo describe como un “terror principesco” mientras vemos que un hombre le grita enojado: “¡Caramba, crees que eres dueño del pueblo!” El narrador continúa diciendo que la gente del pueblo, gente adulta, espera ver el día en que este insolente reciba su merecido. Momentos después George se enfrenta a golpes con otro muchacho que lo molesta por sus rizos. Cuando sale el padre del muchacho a separarlos, George acaba golpeándolo e insultándolo tras decirle al hombre que es una vergüenza para su madre. Siguiente escena vemos al abuelo, a la madre y al padre de George pidiéndole explicaciones sobre el altercado y los insultos proferidos. En lugar de intimidarse y disculparse por sus acciones, comienza a hablar mal de la gente que lo acusa y a la que considera inferior a él, que pertenece a una familia rica y considerada la más influyente y poderosa del pueblo. No hay arrepentimiento alguno en ese arrogante mocoso, que asegura que no dudará en hacerles saber quién es él y a qué familia pertenece si provocan nuevamente su enojo.
Nazarín (1959) de Luis Buñuel.
Pasan los años y vemos a George en una fiesta que le ha organizado su madre por su regreso de la universidad. En la fiesta conoce a Lucy (Anne Baxter) de quien después sabrá que es hija de Gene Morgan (Joseph Cotten), el antiguo pretendiente y verdadero amor de su madre, quien regresa al pueblo después de 20 años de ausencia. Gene Morgan representa el ascenso de una nueva clase social enriquecida a partir de los nuevos inventos tecnológicos como el automóvil. George, sin embargo, ve con desprecio a Gene, a quien considera de una clase social inferior, seguramente por la falta de abolengo y genealogía aristocrática. Cuando el padre de George muere, el romance entre Isabel y Gene se reaviva. George evitará a toda costa que su madre se involucre nuevamente con él y se la lleva al extranjero. Isabel regresa agonizante y ni siquiera en esos últimos momentos George tendrá la suficiente bondad para dejarle despedirse del hombre al que ha amado y la ha amado. Homero Alsina Thevenet16 refiere el análisis de la película realizado por Robert L. Carringer (1993), en donde el autor hace evidente la similitud entre Hamlet de Shakespeare y The Magnificent Ambersons, y destaca “la relación edípica entre madre e hijo” como “centro de la trama”.
La muerte de su madre es el acontecimiento que da inicio a la ruina económica de George y la locura y desvarío de la solterona tía Fanny, quien también está en bancarrota. Imposibilitado para arreglar los asuntos financieros de la casa de familia y ante la demanda de la tía Fanny de irse a un asilo en donde pueda seguir jugando a las cartas, George buscará un empleo mejor pagado que el de abogado y acabará empleándose en una fábrica automotriz. El narrador da cuenta del desasosiego de George cuando camina por última vez hacia su hogar por las calles de una ciudad que ya le son extrañas, en una ciudad que ya no reconoce, que crece a lo alto y a lo ancho y en donde se encuentra esa mansión familiar que al día siguiente deberá abandonar. Arrodillado junto a la cama de su madre le pide perdón a ella y a Dios. El soberbio fue derrotado. Nadie estuvo presente para ver que su arrogancia por fin fue castigada, que su soberbia y falta de bondad le habían llevado a la ruina moral, emocional e incluso física porque George terminará en la cama de un hospital con las dos piernas fracturadas al ser arrollado por un auto. ¡Qué metáfora más irónica para denotar la derrota de la soberbia ante la humildad!
The Magnificent Ambersons (1942) de Orson Welles.
El recorrido realizado hasta ahora por algunas historias en donde los protagonistas son soberbios, orgullosos o arrogantes pareciera conducirnos a la conclusión de que una vida buena, una vida exitosa, quizá una vida feliz, se obtiene cuando la persona ejerce un comportamiento humilde, digno, mesurado, amable que atiende al cuidado de sí y al de los otros. Por ello, siempre que se aborda algún vicio considerado como pecado capital es difícil escapar a la moralización de su tratamiento. Hay, quizá, algo de verdad en aquella frase que dice que todo exceso es malo. Ni la humildad extrema de Nazarín ni la altivez insultante de George. Pero ¿no podrá haber, si no felicidad, cuando menos un buen grado de bienestar en vivir la vida con cierto riesgo producto del arrojo y la audacia un tanto cuanto altiva y pedante? ¿Una vida tal vez como la de Steve Jobs? Y se podrá objetar que Jobs, tal cual ha sido retratado en las diversas películas que se han hecho de su vida (dos de las más recientes en 2015: el documental “Steve Jobs: Man in the Machine” de Alex Gibney; y “Steve Jobs” con guión de Aaron Sorkin y dirección de Danny Boyle) y tal cual se puede apreciar en los múltiples videos que circulan en la red en donde él da cuenta de sí mismo y de sus logros, es un self made man que supo vender, a través de magníficas estrategias publicitarias, una imagen de sí mismo acorde con la plena autonomía y autosuficiencia de una IMac, cerrada y completa igual que un andrógino. Jobs conjuntó su arrojo con la visión empresarial y el genio para darle fuerza a Apple y Pixar, y lo logró. La arrogancia de Jobs es indiscutible, pero su vida es la muestra de una existencia humana que se despliega en altibajos, llena de éxitos y fracasos, desencantos y logros, que aprecia sin balance el esfuerzo individual y el colaborativo, que busca y se arriesga a perder, que ama y padece porque no es otra la razón de ser del hombre que vivir la vida como si tuviera algún sentido y algunos lo hacen (¿lo hacemos?) con más enjundia y altivez que otros. A ésos les llamamos soberbios por majestuosos, por extraordinarios, quizá, por imprescindibles. Así sea.
Steve Jobs (2015) de Danny Boyle.
Bibliografía
Alsina Thevenet, Homero, Historias de películas, Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2007.
Anónimo, Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1975.
Bazzicalupo, Laura, La soberbia. Pasión por ser (trad. de Juan Antonio Méndez), Madrid, Antonio Machado Libros, 2015.
De la Colina, José, y Tomás Pérez Turrent, Luis Buñuel. Prohibido asomarse al interior, México, Joaquín Mortiz Planeta, 1986.
Dodds, E. R., Los griegos y lo irracional (versión española de María Araujo), Madrid, Alianza Editorial, 1997.
Fuentes, Víctor, Buñuel en México. Iluminaciones sobre una pantalla pobre, Madrid, Instituto de Estudios Turolenses / Gobierno de Aragón, 1993.
Moingt, Joseph, “El dios de los cristianos”, en Bóttero; Ouaknin; Moingt, La más bella historia de Dios, 2a. ed., Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1998.
Platón, Diálogos III: Fedón, Banquete, Fedro (trad., introd. y notas de C. García Gual, M. Martínez Hernández y E. Lledó Íñigo), Biblioteca Clásica Gredos 93, Madrid, Gredos, 1988.
Sófocles, Tragedias (introd. de José S. Lasso de la Vega; trad. y notas de Assela