FERNANDO ALFARO: La disolución de Chucho fue a principios de 2005, casi a la vez que la de Mercromina. La reunión de Surfin’ Bichos fue en 2006. La propuesta surgió del Primavera Sound a través de Mariano Tejera, que era mánager mío y de Chucho. La idea era hacer solo el Primavera. Tanto Joaquín como yo teníamos nuestros proyectos. Carlos estaba con Joaquín en Travolta y José Manuel estaba conmigo en Los Alienistas.
El grupo había quedado cerrado en falso y estaba bien retomarlo. No es que no hubiese habido gira de despedida, sino que salió un disco del que no hicimos gira. Todos estos grupos que se reúnen vivimos momentos espídicos. Parecía que todo tenía que pasar rápido y se precipitaban las separaciones cuando aún no estaba todo dicho. Si nuestra disolución o la de los Pixies fue fruto de la velocidad interna del grupo, no es tan raro volver. Yo puedo explicar la disolución de Surfin’ Bichos, pero no tengo claras las razones. No pondría la mano en el fuego por las razones por las que la provoqué. Ni siquiera la de Chucho. Alguna vez Joaquín me lo ha dicho: si en vez de disolvernos hubiéramos seguido a lo mejor tendríamos un estatus muy superior. Y, sí, tendríamos otro estatus, eso seguro.
La reunión de Surfin’ Bichos aún fue en época de vacas gordas. El Primavera Sound nos ofreció veinticinco mil euros por un concierto. Y por los cuatro del Wintercase nos pagaron ochenta mil. Nunca habíamos cobrado nada así. Ni por asomo. Económicamente fue muy rentable, pero además daba gusto tocar. Tenía todo el sentido del mundo hacerlo.
Surfin’ Bichos tuvo una vida azarosa y extraña. Esa gira de reunión con mogollón de público celebrando nuestros hits de ultratumba era una especie de cuenta pendiente. Los conciertos fueron un acontecimiento. Esa es la clave: «acontecimiento». «Yo estuve en la reunión de Surfin’ Bichos» no es lo mismo que «yo he ido a un concierto de Travolta o de Fernando Alfaro».
La leyenda de Surfin’, si la hubo, fue posterior a la disolución del grupo. Y con la gira recogimos el feedback de esa leyenda. Pero ese acontecimiento tuvo un reverso oscuro. Tanto Joaquín como yo pensamos que la reunión tiraría un poco de nuestras carreras en solitario. No fue así para nada, y eso fue un palo muy gordo. Uno nunca termina de aprender.
GRANADA
CON ANTONIO ARIAS Y ERIC JIMÉNEZ (LAGARTIJA NICK), FINO OYONARTE (LOS ENEMIGOS), FLORENT Y J (LOS PLANETAS), MANUEL ARANZANA (AUTOMATICS), BLAS FERNÁNDEZ (RADIO ALJARAFE / ABC SEVILLA), ABEL HERNÁNDEZ (MIGALA), JESÚS ORDOVÁS (RADIO 3), JOSEMA «DALTON» (LOS HERMANOS DALTON), JUAN HERMIDA (ROMILAR-D), IÑIGO PASTOR (MUNSTER) Y FERNANDO PARDO (SEX MUSEUM).
Lagartija Nick es el mejor ejemplo de grupo bisagra entre el rock sólido de los 80 y el vértigo alternativo de los 90. La banda de Antonio Arias creció en la Andalucía de los concursos y las giras subvencionadas por el PSOE, rompió ese cordón umbilical, forjó un estilo único y apenas imitado, fichó por la multinacional Sony, se alió con el cantaor Enrique Morente y marcó el terreno que seguirían después Los Planetas.
Eric Jiménez y Antonio Arias, de Lagartija Nick, abducidos por la estética afterpunk. (Cedida por Antonio Arias.)
RUIDO EN LAS CUEVAS
ANTONIO ARIAS: Nací en Granada en 1965. En mi familia por parte de mi padre son barberos desde mi bisabuelo. Mi padre tenía una barbería y mi abuelo, una taberna. En la taberna tocaba flamenco y en la barbería, rondallas. Tocaba la bandurria y el laúd. Mi madre era ama de casa hasta que se hizo auxiliar de enfermería. A mí también me hubiera gustado montar una barbería, pero mi padre se empeñó en que no aprendiera.
ERIC JIMÉNEZ: Nací en Granada en 1967. Somos tres hermanos y yo soy el pequeño. Mi padre era abogado. Tenía en casa una bandurria de puta madre, de palo de santo. Él decía que la tocaba, pero no le vi tocarla nunca.
El padre de Antonio sí tocaba pulso y púa. «Pulso y púa» se llama a una reunión de rondallas, generalmente de viejos, donde se toca la mandolina y la bandurria agitando mucho la muñeca. Era muy popular en fiestas y bares de pueblo y también en barberías. En Andalucía, las barberías eran un centro social donde la gente se reunía, aunque no fueran a pelarse.
ANTONIO ARIAS: Somos tres hermanos: Jesús, José Ángel y yo, que soy el pequeño. Jesús fue el primero que tuvo guitarra y banda. Cuando yo tenía quince años, le llamaron de una formación anterior a 091, Al-Dar, porque iban a reestructurar el grupo. Mi hermano ya tocaba en los T.N.T. y les dijo, «yo no quiero, pero mi hermano toca». Hice una prueba con «No Woman, No Cry» de Bob Marley, «So Lonely» de Police y «God Save the Queen» de los Sex Pistols; las tres que sabía tocar con el bajo. Dejé el grupo que tenía en el instituto. Era el año 81.
ERIC JIMÉNEZ: Empecé a hacer rabonas en el colegio con once años; rabonas de cinco meses. Mi madre tenía un hostal. Me metí a musulmán con unos moros que estaban en el hostal vendiendo bisutería. Me bautizaron y me pusieron de nombre Abdullah. Por la noche, hacían artesanía y yo me iba a su cuarto. Claro, cuando llegaba la hora de ir al colegio, yo estaba rendido porque había estado toda la noche con ellos.
Yo era un showman. Iba a una discoteca de críos y me ponía a bailar. El guitarrista de Lagartija Nick, M.A.R. Pareja73, también era un gran bailarín. Bailábamos las horteradas: «Tocar madera», Patrick Juvet, «My Sharona»… En el mismo barrio donde estaba el club de baile, ensayaba un grupo. Buscaban un batería y me hicieron una prueba. En esa batería los platillos estaban metidos en un cubo lleno de arena y sujetos sobre unos rieles de cortina. Como era muy rápido con las manos, me cogieron. Luego me llevaron a un local de ensayo, me pusieron delante de una batería de verdad y me cagué: ahí descubrí que eso tenía un pedal de bombo y más historias.
ANTONIO ARIAS: Los Cero ensayábamos en unas cuevas que había en la carretera que iba para Murcia. Al decaer las orquestas, empezaron a ir a ensayar los grupos. Había un montón. El alquiler serían unas seiscientas pesetas al mes.
Un día, Tacho74 entró y dijo, «¡tenéis que ver al batería que están probando los KGB!». Me asomé, vi a ese personaje y me quedé fascinado de por vida. Ese día ya se veía que Eric tenía algo especial: un tempo y un ángel. Ya llamaba la atención. Tenía catorce años. Yo tenía dieciséis.
ERIC JIMÉNEZ: Había muchísimos grupos en Granada: Beat Club, Averno, Magic, SOS… Pero los más modernos y con los ojos más puestos en Inglaterra eran 091, T.N.T. y KGB. Lo otro era más añejo: blues, heavy, rock sinfónico… Jesús Arias de T.N.T. le habló de nosotros a DRO y nos grabaron en el Punk Qué? Punk, un recopilatorio a nivel nacional en el que también estaban Seguridad Social, N-634, los Espasmódicos… Luego nos hicieron un single, pero me tomé tan en serio lo del punk que en un programa de Canal Andalucía dije que los de DRO eran unos ladrones y unos cabrones que se gastaban el dinero en producciones de Julián Ruiz. Y ya no hubo LP.
FINO OYONARTE: En Almería ya se hablaba de Eric. Era muy célebre. Almería era como un pueblo y para nosotros ir a Granada era como ir a La Meca. Los cuatro que nos dedicábamos a la música decíamos, «¡he visto a Eric con sus pintas punkies!». Y ver a KGB en Almería fue revelador. Tocaron con Ilegales, que estaban en todo lo alto. Un amigo que tenía una tienda de música le llevó doce pares de baquetas a Eric y las rompió todas.
ERIC JIMÉNEZ: Me casé con dieciséis años. Siempre había tenido muchísimos miedos, me follé a la que sería mi mujer y creí que ya no iba a volver a follar en mi vida. Me quedé pillado. Me casé por la iglesia. Fue un acontecimiento. Vinieron todos: T.N.T., KGB, 091… Mi suegro iba vestido de militar y el monaguillo que hacía de backliner del cura era subnormal. El primer baile con la novia lo hice con el «Killing Moon» de Echo & the Bunnymen.
FLORENT: Se casó con la hija del