—¡Dios tenga piedad de su alma! –dijo mi tía.
Eliza sacó el pañuelo y se enjugó los ojos con él. Después lo volvió a meter en el bolsillo y se quedó un momento mirando la chimenea vacía sin hablar.
—Siempre fue demasiado escrupuloso[23] –dijo–. Los deberes del sacerdocio eran demasiado para él. Y es por eso que su vida fue, podría decirse, contravenida.
—Sí –dijo mi tía–. Era un hombre desilusionado. Podía verse.
Un silencio se apoderó de la pequeña estancia y a su abrigo me acerqué a la mesa, probé el jerez y volví silenciosamente a mi silla en el rincón. Eliza parecía haber caído en un profundo ensimismamiento. Esperamos respetuosamente a que interrumpiera el silencio: y tras una larga pausa dijo lentamente:
—Fue ese cáliz que rompió... Ahí fue cuando empezó. Desde luego, dicen que no hubo nada malo, que no contenía nada, quiero decir. Pero aun así... Dicen que fue culpa del chico. Pero el pobre James estaba tan nervioso... ¡Dios tenga piedad de él!
—¿Y fue eso? –dijo mi tía–. Escuché algo...
Eliza asintió.
—Aquello le afectó la mente –dijo–. Después de aquello empezó a enfrascarse en sí mismo, sin hablar con nadie y yendo de un lado a otro él solo. Una noche le requirieron para que atendiera un aviso y no le pudieron encontrar por ninguna parte. Miraron arriba y abajo; y seguían sin poder encontrar rastro de él en ningún sitio. Así que entonces el clérigo sugirió que miraran en la iglesia. Entonces cogieron las llaves y abrieron la iglesia y el clérigo y el padre O’Rourke y otro sacerdote que estaba allí trajeron una candela para buscarle... Y qué creen, allí estaba, sentado él solo en la oscuridad, dentro de su confesionario, totalmente despierto, y en apariencia riéndose quedamente para sí mismo.
Se detuvo de pronto como si se pusiera a escuchar. Yo también agucé el oído; pero no había sonido alguno en la casa: y fui consciente de que el viejo sacerdote estaba tumbado inmóvil en su ataúd tal como le habíamos visto, solemne y truculento en la muerte, con un ocioso cáliz en su pecho.
Eliza prosiguió:
—Completamente despierto y en apariencia riéndose para sí... Así que entonces, desde luego, cuando vieron aquello, aquello les hizo pensar que había algo en él que había fallado...
[1] LAS HERMANAS. Las mujeres que viven con el cura muerto son hermanas entre sí y probablemente también del difunto, aunque el texto no lo diga explícitamente. Al igual que hermana en castellano, el término inglés sister, además de para la relación de parentesco también se emplea para designar a las mujeres que forman parte de las órdenes religiosas católicas.
[2] la palabra parálisis. En una carta de 1906, Joyce afirmaba sobre el libro: «Mi intención fue escribir un capítulo de la historia moral de mi país, y elegí Dublín como escenario porque esa ciudad me parecía el centro de la parálisis». Aunque inicialmente pueda parecer que el texto indica que la parálisis es el resultado de los ataques sufridos por el sacerdote, posteriormente parece indicarse lo contrario, es decir, que los ataques son consecuencia de la parálisis.
[3] la palabra gnomon en Euclides y la palabra simonía en el catecismo. Gnomon, emparentada con gnosis –conocimiento–, designa la varilla o similar cuya sombra señala la hora en un reloj de sol, y por extensión a cualquier indicador, pero en los Elementos (2, 2) de Euclides (s. III a.C.) define al paralelogramo resultante de eliminar de una de sus esquinas un paralelogramo de igual forma y menor tamaño; en este sentido el Diccionario de símbolos de Cirlot lo describe como un rectángulo deteriorado, y le asigna los significados de irregularidad interna y de sufrimiento. Simonía, viene de la oferta de dinero hecha por Simón Magus a san Pedro a cambio de obtener «el don de Dios» (Hch 8, 18-24), y designa por tanto la falta que se comete al negociar con los asuntos espirituales. Joyce, que hacía una traducción laica de los conceptos religiosos, lo interpretaba como corrupción, abuso de la honestidad. Para él era simonía el intercambio de amor por dinero, la traición a la amistad, la explotación humana, el nepotismo, e incluso la concesión artística a los gustos vulgares.
[4] el viejo Cotter. El verbo to cotter significa ‘coagular’ o ‘enmarañar’, y el sustantivo cotter, ‘cuña de fijación’.
[5] stirabout. Es el nombre hiberno-inglés (el dialecto inglés de Irlanda) del porridge inglés, unas gachas de harina de avena.
[6] de flemas y de culebras. Son términos de destilería. La flema es el producto que se obtiene al comienzo de la destilación, que en la fabricación de licores se desecha, y una culebra es un serpentín. En la primera versión del relato ambos términos parecen referirse a los «setters campeones» propiedad del viejo Potter, mencionados inmediatamente antes en esa versión, y desaparecidos en la definitiva.
[7] a ese rosacruz de ahí. Las fraternidades u órdenes rosacruz son sociedades secretas supuestamente fundadas por un tal Christian Rosenkreuz en el siglo XIV y relacionadas con la cábala, la alquimia y otros saberes esotéricos. Florecieron en Europa a partir del siglo XVII, y a mediados del siglo XIX, un poco al abrigo de la francmasonería, experimentaron un nuevo auge. Popularmente sus miembros eran vistos como personas fantasiosas, apartadas de la realidad.
[8] Great Britain Street. En la actualidad Parnell Street. Era en la época una calle comercial de pequeños negocios que cruzaba uno de los barrios más pobres de Dublín.
[9] 1.º de julio de 1895. Es el aniversario de la batalla de Boyne, en la que en 1690 el rey Guillermo de Orange derrotó a las tropas del depuesto Jacobo II. Representa la consolidación del dominio inglés sobre Irlanda y como tal sigue siendo celebrada por las órdenes protestantes irlandesas cada año.
[10] un paquete de High Toast. Se trata de una marca comercial de rapé. La traducción del nombre podría ser brindis solemne, pero cabe señalar que el inglés toast designa, además del acto del brindis, la persona o acontecimiento por el que se brinda, y también la persona que lo propone. En la escena se han señalado alusiones paródicas a la misa. Toast también, parece ser, puede referirse a una persona aficionada al alcohol en exceso.
[11] el pañuelo rojo. El pañuelo rojo era accesorio indispensable del consumidor de rapé, ya que el color disimulaba las inevitables manchas marrones.
[12] pronunciar el latín correctamente. Probablemente según el método romano, una compleja