Sexo: Para ser una palabra así de breve, «sexo» tiene muchos significados distintos. Se emplea como descripción de una persona (por ejemplo, cuando marcamos la casilla de un formulario burocrático), para designar el coito («tener sexo»), como sinónimo de los genitales (imaginen la prosa florida de una novela erótica relatando cómo «su sexo perdió la erección» o cómo «el sexo de ella ardía en deseo»), así como para describir las diferencias biológicas de capacidad reproductiva (es decir, de tener un cuerpo que produce esperma u óvulos).
La raíz latina de «sexo», sexus, significa «división». Algunas especies se reproducen de forma asexual, es decir, cada organismo individual posee todo lo que necesita para crear un nuevo organismo exactamente igual a él, y otras especies se reproducen de forma sexual, dicho de otra forma, ningún cuerpo de ningún organismo individual de dicha especie contiene toda la información genética necesaria para crear un nuevo organismo completo: en tales casos, la capacidad reproductiva queda dividida, o sexuada, entre distintos cuerpos individuales. Unas pocas especies sexuadas tienen más de dos divisiones, pero la mayoría, como nosotros, tiene solo dos. Lo dicho hasta aquí sobre el sexo resulta bastante sencillo, pero en la práctica incluso esta concepción biológica del sexo puede complicarse mucho.
El embrollo del término «sexo» tiene que ver con nuestras creen-cias culturales sobre lo que significan esas diferencias biológicas reproductivas. Es una creencia cultural, no un hecho biológico, que el tener un cierto tipo de capacidad reproductiva determine forzosamente el aspecto del resto del cuerpo o el tipo de persona que se es, o que algunas de esas diferencias biológicas no puedan cambiar con el tiempo, o que las diferencias biológicas deban emplearse como un principio para distribuir a las personas en categorías sociales, o que dichas categorías deban organizarse de forma jerárquica.
Este conjunto de creencias y prácticas culturales sobre el sig-nificado del sexo biológico podría llamarse género. Puede resul-tar confuso al principio intentar pensar de forma analítica en la diferencia entre sexo y género y la relación entre ellos, porque una de nuestras creencias culturales sin revisar más fuerte es que el género y el sexo son lo mismo, lo que explica el por qué la mayoría de la gente emplea a diario sexo y género indistintamente. Una buena regla general a tener presente es que sexo suele considerarse biológico y género, cultural, así como que deben emplearse las palabras «macho» y «hembra» (en lugar de «hombre» y «mujer») para hacer referencia al sexo.
Sexualidad: Aquello que consideramos erótico y cómo sentimos placer físico constituye nuestra sexualidad. Para la mayoría de nosotros y nosotras, esto implica el uso de nuestros órganos sexuales (genitales), pero la sexualidad puede incluir muchas otras partes del cuerpo o actividades físicas, así como el uso erótico de juguetes sexuales u otros objetos. La sexualidad describe cómo y con quién actuamos en relación con nuestro deseo sexual. La sexualidad es distinta a nivel analítico del género pero se encuentra íntimamente ligada a este, como dos líneas secantes en un gráfico. Los términos más comunes para etiquetar o clasificar nuestro deseo erótico dependen de la identificación del género de la persona o personas objeto de dicho deseo: «heterosexual» (hacia miembros de otro género), «homosexual» (hacia miembros del mismo género), «bisexual» (hacia miembros de ambos géneros en un sistema de género binario), o «polisexual» o «poliamoroso» (hacia mucha gente de distintos géneros). Estos términos también dependen de la concepción de nuestro propio género –«homo»– y «hetero»– y únicamente tienen sentido en la medida en la que nuestro propio género es el «mismo que» o «distinto de» el género de otra persona. También se puede ser «asexual» (no manifestando deseo erótico por nadie), «autosexual» (obteniendo el placer del propio cuerpo en lugar de interactuando con otros) o «omnisexual» o «pansexual» (gustándote todo). Dado que muchas personas transgénero no encajan en las categorías de orientación sexual de otras personas (o porque ni ellas mismas tienen una percepción clara de dónde podrían encajar), suele haber un porcentaje relativamente alto de asexualidad y autosexualidad en las poblaciones transgénero, así como índices más elevados de poliamor y pansexualidad. También hay quien se siente particularmente atraído o atraída por personas transgénero y de género no conforme. Las personas transgénero y no binarias pueden ser de cualquier orientación sexual, al igual que las personas cisgénero.
Términos de subcultura y específicos de una determinada etnia: En gran parte, todos los términos mencionados en este apartado de definiciones son términos de subcultura –palabras que tienen su origen y circulan dentro de un subconjunto menor de una cultura más amplia. Sin embargo, los términos que aquí se debaten también son los que más a menudo emplean las élites culturales, o en los medios de comunicación, o dentro de profesiones de poder como las del campo de la ciencia, la medicina y la investigación académica. Suelen proceder de experiencias de personas transgénero blancas con estudios. Pero hay cientos, si no miles, de otras palabras especializadas en relación con el asunto de estudio del presente libro que podrían mencionarse en este apartado de términos y definiciones. Con-tinuamente surgen nuevos términos, en consonancia con la realidad social en constante evolución de la experiencia trans* y no binaria.
Algunas de estas palabras proceden de las subculturas his-tóricas de gais y lesbianas de habla inglesa, por ejemplo, drag (vestimenta asociada con un género o actividad concreta, a menudo llevada de forma paródica, consciente o teatral); drag king y drag queen (personas que representan escenas de travestismo, ya sea en el escenario o en la calle, normalmente en espacios propios de la subcultura como bares, night-clubs, barrios o zonas de prostitución frecuentados por gais); butch (expresión de rasgos, maneras o apariencias por lo general asociadas a la masculinidad, especialmente cuando son propios de mujeres lesbianas u hombres gais); o femme (expresión de rasgos, maneras o apariencias por lo general asociadas a la feminidad, especialmente cuando son propios de mujeres lesbianas u hombres gais). Algunas palabras, como neutrois (persona con identidad de género neutro; parecido a agénero), son específicas de subculturas emergentes trans* y de género no conforme y su prevalencia se aprecia mayormente en las comunidades online.
Muchos términos, como bulldagger o aggressive (empleados para una mujer masculina o que toma la iniciativa en el sexo), se originan en comunidades queer de color. Las llamadas «casas» promovidas por subculturas de muchas comunidades urbanas afroamericanas, latinas y asiaticoamericanas (como las que se muestran en la película de Jennie Livingston Paris is burning) celebran grandes competiciones de baile en las que los y las participantes deben desfilar en distintas categorías, rivalizando por la mejor representación de una multitud de designaciones de género altamente estilizadas como, por ejemplo, butch queen up in pumps [la reina marimacho con tacones altos].
Se hace muy difícil emplear el término «transgénero» para hablar de prácticas de género en otras culturas. Por un lado, es un término que ya circula de forma transnacional y que personas de un extremo a otro del planeta han acuñado para referirse a sí mismas a pesar de ser una expresión traducida del inglés con origen en Estados Unidos y de hacer referencia a maneras en las que una persona puede distanciarse del género asignado propias de Norteamérica. Se emplea en un contexto transnacional especialmente cuando su uso contribuye a que las personas del Sur tengan acceso a los servicios sanitarios financiados por ONG o aparezcan en los discursos de derechos humanos de proyección internacional. Por otro lado, el uso del término «transgénero» puede a la vez actuar de tabula rasa y sobrescribir importantes diferencias culturales –pasando incluso a favorecer la práctica colonizadora, en la que las formas eurocéntricas de dar significado al mundo se imponen frente a las demás. Es imposible enumerar aquí todas las formas de género específicas de las distintas etnias que suelen asociarse con el término «transgénero», pero algunas de las más comunes en el contexto norteamericano son two-spirit [de dos espíritus] (un término multiusos para designar varios géneros de los indígenas americanos), el término indio hijra, el polinesio mahu y el latinoamericano travesti.
Tranny: Pese a que inicialmente fue un término autorreferencial empleado en las comunidades trans para expresar familiaridad, confianza, desenfado, informalidad, afecto e intimidad, muchos y muchas jóvenes trans en la actualidad lo consideran un término denigrante que suelen emplear las personas cisgénero