Política de identidad: Aunque no se limite a los Estados Unidos, la política de identidad es muy importante para entender la sociedad estadounidense contemporánea, dada la historia del país como república democrática. La política de identidad tiene que ver con reivindicaciones de pertenencia y ciudadanía en relación con algún tipo de estatus minoritario. Supone un llamamiento a las nociones de la sociedad civil que protegen los derechos de las minorías del abuso de la mayoría y promueven la idea de que las formas culturales, las historias, las experiencias y las identidades minoritarias poseen un valor intrínseco. En un sentido muy genuino, la política de identidad, que se basa en la asignación de cuerpos minoritarios a las categorías sociales jerárquicas, ha formado siempre parte de la historia de los EE.UU. al ser una nación que ha desplazado y absorbido pueblos nativos que fueron categorizados como racialmente distintos a los colonos, que ha esclavizado a africanos por su raza y sus orígenes no europeos, que ha controlado la inmigración ofreciendo acceso preferente a algunas etnias y negando el acceso a otras, que ha impedido a las mujeres votar y que ha criminalizado a personas homosexuales y trans. Las minorías siempre han tenido que implicarse activamente en los procesos políticos para dar a conocer sus necesidades y para hacer oír su voz, en relación con los grupos socialmente dominantes. Desde mediados del siglo xx, muchos grupos de identidad minoritaria han apelado a las nociones de justicia, derechos civiles, igualdad y orgullo cultural para combatir las formas de discriminación ejercidas por la sociedad mayoritaria consciente o inconscientemente.
Intersexo: Normalmente, ser un cuerpo productor de óvulos implica tener dos cromosomas X, y ser un cuerpo productor de espermatozoides implica tener un cromosoma X y uno Y. Cuando se unen las células del óvulo y el espermatozoide (es decir, cuando tiene lugar la reproducción sexual), sus cromosomas pueden combinarse en patrones (o cariotipos) distintos a los típicos de macho (XY) o de hembra (XX) (como es el caso de XXY o XO). Otras anomalías genéticas pueden causar anomalías en el desarrollo sexual del cuerpo. Del mismo modo, pueden darse otras diferencias de desarrollo sexual durante el embarazo o después del parto como resul-tado de trastornos glandulares que generan diferencias adicio-nales en el desarrollo típico del sexo biológico. Algunas de estas anomalías hacen que un cuerpo genéticamente XY (típicamente masculino) parezca típicamente femenino al na-cer. Algunos cuerpos nacen con genitales que combinan for-mas típicamente masculinas y típicamente femeninas. Algunos cuerpos femeninos (típicamente XX) nacen sin vagina, útero u ovarios. Todas estas variaciones sobre la organización más frecuente de la anatomía reproductiva humana –junto con otras muchas, muchas más– reciben el nombre de estados intersexo. Hermafroditismo era la palabra empleada para hacer referencia a intersexo, pero en la actualidad suele considerarse peyorativa. Algunas personas intersexo prefieren el término médico TDS (acrónimo de Trastorno del Desarrollo Sexual) para describir su estado sexual, pero otros reniegan del término por su nocivo efecto patologizante y despolitizante. Estas personas suelen hacer uso del acrónimo DDS que hace referencia a «diferencias de desarrollo sexual» o bien se aferran al término intersexo –o incluso a hermafrodita o a su equivalente en argot herma– para poner de relieve su sentimiento de pertenencia a una comunidad minoritaria politizada.
La condición intersexo es mucho más común de lo que solemos reconocer; estadísticas fiables sitúan el número en uno de cada dos mil nacimientos. La condición intersexo no tiene tantísimo que ver con el transgénero, excepto en la medida en que demuestra que la biología del sexo es mucho más variable de lo que mucha gente quiere ver. Resulta muy oportuno cuando se tienen creencias culturales sobre la existencia de dos únicos sexos y por tanto de dos únicos géneros. Estas creencias pueden convertir a las personas intersexo en objeto de intervenciones médicas como la cirugía genital o la terapia hormonal, generalmente cuando aún son bebés o niños y niñas pequeños para «corregir» su supuesta anomalía. Es el hecho de estar sujetos a las mismas creencias culturales sobre el género y ser objeto de las mismas técnicas de modificación corporal llevadas a cabo por las mismas instituciones médicas, lo que proporciona la mayor base común para personas intersexo y transgénero.
Algunas personas trans, que atribuyen a su propia necesidad de atravesar los límites de género una causa biológica, consideran que tienen una condición intersexo (algunas teorías actuales abogan por diferencias en el cerebro asociadas al sexo), y algunas personas con cuerpos intersexo también llegan a considerarse transgénero (en la medida en que desean vivir en un género distinto del que se les ha asignado al nacer o después de nacer).
Aun así, conviene pensar en las identidades, comunidades y movimientos para el cambio social transgénero e intersexo como algo distinto en términos políticos y demográficos, si bien con ciertas áreas de solapamiento y determinadas afiliaciones compartidas.
Morfología: Morfología significa «forma». Al contrario que el sexo genético, que (al menos por el momento) no puede cambiarse, el sexo morfológico de una persona o la forma del cuerpo que tradicionalmente asociamos a un macho o a una hembra puede modificarse hasta cierto punto mediante cirugía, hormonas, ejercicio, vestimenta y otros métodos. La morfología típica de macho adulto es tener genitales externos (pene y testículos), pecho plano (sin mamas) y pelvis estrecha. La morfología típica de hembra es tener vulva, vagina, clítoris, mamas y pelvis ancha. El término morfología puede también hacer referencia a aquellos aspectos de la forma del cuerpo como el tamaño de las caderas en relación con la cintura, la circunferencia de la muñeca en relación con la mano, la anchura de los hombros en relación con la altura, el grosor de las extremidades o del torso, si las puntas de los dedos son más afiladas o redondeadas, la relativa prominencia o ausencia de arco superciliar o a otras características físicas representativas del género.
Queer: A finales de los años ochenta y principios de los noventa, en pleno estallido de la crisis del SIDA, algunas personas reivindicaron la palabra «queer», antaño un término peyora-tivo para homosexual, y comenzaron a emplearla de forma positiva. Aunque ahora se suela usar como sinónimo de gay o lesbiana, las personas que en un primer lugar se reapropiaron el término buscaban una manera de hablar de su oposición a las normas sociales heterosexistas; ser queer no era tanto una orientación sexual como una orientación política, la llamada «antiheteronormativa» por los teóricos queer de entonces. El término «queer» continúa asociándose con la sexualidad y con las comunidades gay y lesbiana, pero desde sus inicios una minoría vocal insistía en la importancia de las prácticas transgénero y de género no conforme para las políticas queer. Muchas personas trans involucradas en políticas culturales queer optaron por llamarse a sí mismas «género queer».
Características sexuales secundarias: Ciertos rasgos físicos se tienden a asociar con el potencial genético sexual o reproductivo como la textura de la piel, la distribución de la grasa corporal, los patrones de crecimiento del vello o el tamaño corporal general. Las características sexuales secundarias constituyen seguramente la parte de la morfología más socialmente significativa –entendidas en su conjunto, son los «signos» corporales que otros leen para adivinar nuestro sexo, atribuirnos un género y asignarnos a la categoría social que consideran más adecuada para nosotros. Muchos de estos rasgos físicos son resultado de la variación en los niveles de hormonas, «mensajeros químicos» como estrógenos y tes-tosterona producidos por las glándulas endocrinas, en las distintas fases del desarrollo físico. El ajuste de los niveles hormonales puede cambiar algunos rasgos secundarios (aunque no todos ellos) asociados al sexo. Los tratamientos hormonales para alterar las características sexuales secundarias tienen una mayor capacidad de producir un espectro más amplio de cambio cuanto antes comienzan a ser administrados. La testosterona puede hacer crecer la barba a una persona adulta que nunca haya podido dejársela antes, pero nunca reducirá la anchura de las caderas de dicha persona, al igual que los estrógenos pueden estimular el desarrollo del pecho en el cuerpo de una persona adulta que nunca antes haya