[1] V. Infantes, «Las Historias caballerescas en la imprenta Toledana (II). Manuscrito, impreso y transmisión: Toledo, 1480-1519», en M. Freixas y S. Iriso (eds.), Actas del VIII Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. Santander, 22-26 de septiembre de 1999, vol. 1, Santander, Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, 2000, p. 312.
[2] R. Menéndez Pidal, Historia y epopeya, vol. 2, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934, p. 103.
[3] V. Infantes, «El abad don Juan de Montemayor: la historia de un cantar», en S. Fortuño y T. Martínez (eds.), Actes del VII Congrés de L’Associació Hispànica de Literatura Medieval, Castelló de la Plana, 22-26 de setembre de 1997, vol. 2, Castelló de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 1999, p. 255.
[4] R. Menéndez Pidal, La leyenda del abad don Juan de Montemayor, Band 2, Dresden, Gesselschaft für Romanische Literatur, 1903. A esta obra hay que sumarle el capítulo que le dedica en R. Menéndez Pidal, Historia y epopeya, pp. 101-182.
[5] A. Martínez y V. Infantes (eds.), El abad don Juan, señor de Montemayor: la historia de un cantar, Madrid, Iberoamericana, 2012, pp. 89-90.
[6] Ibid., p. 98.
[7] J. Boswell, The Kindness of Strangers. The Abandonment of Children in Western Europe from Late Antiquity to the Renaissance, Chicago, University of Chicago Press, 1998. Tertuliano, en el siglo III, contemplaba ya el tema de los expósitos como germen de futuros pecadores: «En primer término, abandonáis a vuestros hijos para que sean recogidos por cualquier extraño compasivo que salga al paso, o los emancipáis para que sean adoptados por unos padres mejores. Separados de su familia, es natural que llegue un momento en que la olviden, y una vez que el error se haya introducido, se extenderá como un sarmiento de incesto, propagándose el crimen al mismo tiempo que la descendencia» (Apol. 9, 17).
[8] M.a E. Lacarra, «Incesto marital en el derecho y en la literatura europea medieval», Clío & Crimen 7 (2010), p. 35.
[9] M. Bettini y G. Guidorizzi, El mito de Edipo. Imágenes y relatos de Grecia a nuestros días, Madrid, Akal, 2008, p. 158.
[10] J. C. Bermejo Barrera, Mito y parentesco en la Grecia arcaica, Madrid, Akal, 1980, pp. 89-90.
[11] Ibid., pp. 92-95.
[12] J. de la Vorágine, La leyenda dorada, vol. 1, J. M. Macías (ed.), Madrid, Alianza, 2016, pp. 180-185.
[13] R. Menéndez Pidal, Historia y epopeya, vol. 2, pp. 107-108. Sobre Mudarra véase P. Justel Vicente, «El modelo heroico de Gonzalo González, Mudarra y las enfances francesas», Cahiers d’études hispaniques medievales 36 (2013), pp. 103-122.
[14] Acerca de esta aceifa véase M. Fernández Rodríguez, «La expedición de Almanzor a Santiago de Compostela», Cuadernos de Historia de España 43-44 (1967), pp. 345-363, y M.a I. Pérez de Tudela, «Guerra, violencia y terror. La destrucción de Santiago de Compostela por Almanzor hace mil años», En la España medieval 21 (1998), pp. 9-28.
[15] A. Martínez e V. Infantes, El abad, p. 121.
[16] J. Pérez de Urbel (ed.), Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo X, Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1952, pp. 345-346.
[17] M. Gómez-Moreno (ed.), Introducción, p. CXI. Otro texto del siglo XII aporta una información similar: «los cuales [musulmanes] al llegar a Compostela destruyeron totalmente la mayor parte de las paredes de la iglesia de Santiago excepto su santísimo altar», E. Falque (ed.), Historia compostelana, I, II, 8.
[18] J. A. Estévez Sola (ed.), Crónica Najerense, II, 32.
[19] L. de Tuy, Crónica de España, IV, 38. El arzobispo Jiménez de Rada afirma que Almanzor «destruyó también la ciudad y la iglesia de Santiago, pero, espantado por un rayo, no se atrevió a hollar el lugar donde se creía que estaba el cuerpo del apóstol, aunque se había propuesto profanarlo», Historia, V, 16; mientras que en la Estoria alfonsí se indica que Almanzor «entro en aquel logar do yazie el cuerpo de sant Yague apóstol por crebantar el su monumento; mas fue y muy mal espantado por un grand rayo que firio y cerca dell», Alfonso X, Primera Crónica, p. 448.
[20] E. Falque (ed.), Historia compostelana, I, II, 8; L. de Tuy, Crónica de España, IV, 38; R. Jiménez de Rada, Historia, V, 16.
[21] J. de Ferreras, Synopsis histórica chronologica de España, vol. 4, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Don Antonio Pérez de Soto, 1775, p. 398.
[22] M. Lafuente, Historia, vol. 4, pp. 72-75.
[23] M. Morayta, Historia, vol. 1, p. 1134.
[24] La Silense afirma: «Ayudaban al bárbaro [Almanzor] en esta facción, ya su larguez de pagas, con la que había ligado a sí no pocos soldados cristianos», M. Gómez-Moreno, Introducción, p. CX; mientras que la Compostelana dice que R. Velázquez «trajo a estas regiones con los otros señores de esta tierra a los sarracenos y a su jefe Almanzor», E. Falque (ed.), Historia compostelana, I, II, 8.
[25] M. Lafuente, Historia, vol. 4, p. 73.
[26] R. Altamira, Historia, vol. 1, p. 249.
[27] M. Morayta, Historia, vol. 2, p. 5.
[28] A. Martínez e V. Infantes, El abad, pp. 127-128.
[29] Ibid., p. 139.
[30] Ibid., p. 142.
[31] Ibid., p. 149.