Sin embargo, ya que a la gente le preocupa tanto, dediquémosle un momento a este asunto. La mejor prueba al respecto proviene de la antropología. Hay estudios que demuestran que las personas con experiencias y expresiones de género diversas y expansivas han existido en todo tiempo y lugar, adoptando diferentes formas en cada periodo histórico y en las distintas culturas de todo el mundo. Volveremos sobre esto con más detalle en la sección 2. Por ahora, es importante recordar que la diversidad de género no es nada nuevo. ¡No es un invento de internet!
La gran palabra: biopsicosocial
Nos gusta la palabra «biopsicosocial» para reflejar el hecho de que, para cualquier persona, la experiencia del género es una mezcla compleja de biología, psicología y el mundo que nos rodea. Somos conscientes de que estamos repitiendo mucho la palabra «complejo», ¡pero es que describe de verdad cómo es la realidad! Además, tiene algo de belleza. Dado que la estructura biológica, las experiencias psicológicas y el contexto social de cada cual se interrelacionan de una forma única y compleja, nuestro género es realmente algo así como un copo de nieve: no hay dos iguales. Y aun así, al igual que somos capaces de reconocer lo que es un copo de nieve, podemos encontrar gente que nos hable de determinados aspectos de su identidad y sus experiencias de género.
Por otra parte, lo biológico, lo psicológico y lo social se retroalimentan de una forma… sí, lo has adivinado, compleja. Tal vez parezca obvio, por ejemplo, que la biología de una persona puede influir en sus experiencias psicológicas. Por ejemplo, si alguien tiene un cuerpo y un cerebro en gran parte «femeninos», podría significar que esa persona está, en potencia, más capacitada físicamente para hacer unas cosas y no otras; tal vez incluso que se sienta más atraída por ciertas actividades. Pero ¿te has parado a pensar que las experiencias psicológicas también influyen en el cuerpo y en el cerebro? Si se anima a una criatura a jugar a lo bruto y a practicar deportes desde la primera infancia, es probable que desarrolle un físico muy diferente que si se le inculcan otro tipo de actividades. Y la neurociencia nos enseña que el cerebro infantil se desarrolla de manera distinta en función de las actividades que realiza. Cuando aprendemos a cocinar o a dar patadas a un balón, ese aprendizaje se nos graba en el cerebro para que podamos recordar cómo hacerlo y para hacerlo cada vez mejor. Y cuando se trata del género, aprendemos muy rápido y desde muy temprano qué cosas se supone que deben interesarnos y cuáles no, y eso puede determinar fácilmente una gran parte de nuestras vidas: las habilidades que adquirimos y, por lo tanto, las oportunidades que tendremos. Cuando repetimos conductas de género una y otra vez en nuestro día a día, como hablar con un determinado tono de voz, caminar de una forma concreta o responder de una manera u otra a distintas situaciones, esa forma de hacer las cosas se nos graba en el cuerpo y en el cerebro. No es de extrañar que termine por parecernos «natural», ¡hemos recibido un montón de refuerzos!
Por supuesto, aquí es donde entra en juego lo social. Los mensajes culturales que se nos dan sobre lo que es apropiado para alguien de nuestro género determinan qué cosas hacemos y cuáles no. También qué cosas nos parecen agradables, pues recibimos muchas recompensas y aprobación por hacerlas, mientras que corremos el riesgo de que nos avergüencen o nos castiguen si hacemos algo que no está socialmente aprobado. Todo esto va creando un mapa en nuestros cuerpos y en nuestros cerebros cuando aún están en desarrollo. Aunque, desde luego, nuestras experiencias también pueden influir en la sociedad. Cada oleada feminista ha cambiado de forma significativa los mensajes culturales que la gente recibe sobre el género, y la expansión actual del género también está cambiando las cosas. Cada generación, en consecuencia, tiene distintas opciones a su alcance y, por tanto, también puede experimentar sus géneros de maneras diferentes.
Tal vez la forma más fácil de hacer entender que el género es algo biopsicosocial sea aportar algunos testimonios de personas que nos cuentan cómo llegaron a comprender el proceso de formación de su propio género.
Experiencias diversas: género biopsicosocial
«Mi madre me decía que era muy “echá pa’lante”, que siempre quería llegar más lejos y más rápido que los demás. Puede que me hubiesen programado así. En cualquier caso, desde luego no era esa la forma de actuar que se esperaba de las chicas donde me crie. Terminé armando el pollo y fui la primera niña que entró en los scouts. Ahora me considero sin duda marimacho y feminista. También soy madre y quiero asegurarme de que mis hijas tengan todas las puertas abiertas.»
«De alguna forma sabía que me habían asignado el sexo equivocado. No todas las personas trans tienen esa intuición, lo sé, pero yo sí. Simplemente sabía que era una chica. Tuve suerte de que mis padres estuvieran bastante enterados de esas cosas. Me dejaban ponerme vestidos en casa y consiguieron que alguien fuese a hablar con el colegio. Empecé con los inhibidores hormonales a los 12 años y ahora sigo una terapia de sustitución hormonal. Soy lo que he sido siempre: una mujer.»
«Me crie de una forma bastante neutral respecto al género. Me gustaban tanto los “juguetes de niños” como los “juguetes de niñas”. Pero en el colegio era como si tuvieses que escoger un bando. Y todo el mundo me veía como una niña. Intenté con todas mis fuerzas convertirme en una mujer femenina de verdad, pero siempre me pareció falso. Al final dejé de intentarlo. Me alegré muchísimo cuando, ya con treinta, descubrí que había personas bigénero. Por fin una palabra que encajaba conmigo.»
«Casi toda mi vida, las cosas fueron sencillas. Era un hombre-hombre: practicaba deporte, trabajaba en la construcción, iba a beber al pub. Luego, a los cincuenta, tuve un cáncer de próstata. Lo que mucha gente no sabe es que eso suele afectar al deseo sexual de forma radical. Y el tratamiento puede volverte más sentimental y “feminizarte” un poco el cuerpo. Para mi sorpresa, una vez que dejé de luchar contra ello, mi mujer y yo nos dimos cuenta de que nos gustaban esos cambios. Parecía que me había vuelto un poco más sensible y amable. ¡Por lo menos cuando dejé de estar enfadado por todo aquello! Los chicos del pub tardaron un poco más en acostumbrarse, pero creo que ahora también están cambiando. Pasar por esto conmigo les ha ayudado a abrirse y a hablar más de sus problemas.»
Momento para la reflexión: cambios de género
Después de leer estos ejemplos, piensa en cómo tu propio género podría cambiar, o no, en distintas situaciones y relaciones sociales. Por ejemplo, ¿notas que cambias la forma de expresar tu género con diferentes personas o en diferentes contextos, como en el trabajo y en casa o en público y en privado? Tal vez te pones ropa diferente o te cambia el tono de voz.
Figura 1.2. Múltiples expresiones de género
Abrir o cerrar las posibilidades de género
Como puedes ver por las diferentes experiencias descritas anteriormente, mucha gente empieza estando abierta a varias posibilidades de expresión y vivencias, pero con frecuencia nuestro género se somete a un estricto control desde muy temprano, y en general desde una perspectiva binaria. Esto nos impide explorar todas las opciones que hay, lo cual es una parte importante del desarrollo de género. A muchas personas nunca les dejan, en su infancia, probar todos los juegos y juguetes ni ponerse la ropa que les apetezca. En vez de eso, les imponen el azul o el rosa y la sección de ropa para niños o para niñas. Y una gran parte, después, tenemos que deshacer todo lo que esos mensajes han hecho y experimentar más tarde, incluso en la madurez, otras opciones que no se nos ofrecieron en la infancia. En la sección 2, ahondaremos algo más en el impacto que esta restricción de opciones puede tener sobre personas de todos los géneros. Para resumir las subsecciones 1.2 y 1.3, podemos decir que el género es diverso, más que binario, en todos los aspectos: biológico, psicológico y social.
—Biológico. Hay diversidad en nuestra estructura cromosómica, nuestros niveles de hormonas circulantes, el tamaño y la forma de nuestros genitales, nuestras características sexuales secundarias como la vellosidad o el tamaño del pecho, nuestro físico y la estructura y la química de nuestro cerebro. Nada de esto puede dividirse en simples compartimentos de «hombre» y «mujer». Muchas personas