Álv.
¿Cómo?
Sanch.
No sé más de que dijeron
Los hombres que la llevaban,
Que eran notarios, y entre ellos
Pienso que iba un alguacil.
Álv.
¡Pleito intenta, vive el cielo!
Arag.
¿No viste algun hombre fuera
De los que en el coche fueron?
Sanch.
Un hombre medio embozado
Los hablaba desde léjos,
Y era don Juan de Padilla
Si no me engaño.
Álv.
Esto es hecho,
Pleito me pone don Juan.
Arag.
¿Qué importa? matarle luégo.
Sanch.
¡Qué presto lo has sentenciado!
Arag.
Lo que importa ha de ser presto.
Álv.
Si las armas intentais,
Bien veis que perdido quedo;
Ídos á palacio vos,
Iré yo á saber qué es esto.
Sanch.
Camina presto, señor.
Arag.
¡Qué bravo aborrecimiento!
Pues ¡vive Dios, enemiga,
Que no has de gozar, si puedo,
El caballero que adoras!
Dineros y favor tengo.
Sanch.
Favor y dineros son
piés y manos de los pleitos.
EL REY ALFONSO, con acompañamiento y EL CONDE DE HARO.
Alf.
Pienso que le tendré, Conde de Haro,
Muy de mi parte en todas mis acciones.
Cond.
Tu devocion, señor, pide su amparo,
Justa esperanza en el Apóstol pones.
Alf.
De pórfido, de bronce y mármol paro,
Con letras y doradas inscripciones,
Altar le haré labrar.
Cond.
Cristiano celo.
Alf.
¡Qué capitan de España tiene el cielo!
De mi hijo, don Pedro, pronostican,
Siendo agora tan niño, tan piadoso,
Tanta crueldad, que á la que espera aplican
Un Neron, un Maxencio riguroso;
Mas las cosas que al cielo se suplican,
Si no es por nuestras culpas, es forzoso
Que templen el rigor, y así querría
Llevársele al Apóstol algun dia.
Cond.
Cuando vuelvas, Alfonso, de Granada,
El Príncipe será de edad bastante
Para que tome de su altar la espada,
Rayo feroz del bárbaro arrogante.
DON JUAN PADILLA Y MARTIN.
Pad.
La ira es atrevida.
Mart.
Aquí templada.
Que es el respeto al Rey, ley de diamante.
Pad.
Déme tu Alteza para hablar licencia.
Alf.
¡Oh buen Padilla!
Pad.
Advierte...
Mart.
Ten prudencia.
Pad.
Generoso Rey Alfonso,
Á quien desde niño el cielo
Guardó de tantos peligros
Para bien de aquestos reinos,
En la casa de mis padres
(Tú sabes, señor, quién fueron),
En órden á mis hermanos
Ilustres, nací tercero.
Tomé á tu lado las armas,
De mis servicios no es tiempo
Que trate, bien pocos son,
Pues no merecieron premio;
Verdad es que culpa he sido
De que no te acuerdes dellos,
Pues no es ménos el pedir
Que del mismo Dios consejo.
En los ratos de la córte
Siempre ociosos, mis deseos
En doña Beatriz de Rojas
Sus esperanzas pusieron...
Perdona que ansí te hable,
Que no es perderte el respeto,
Pues estás como jüez,
Y es el principio del pleito.
Servíla sólo con alma,
Tan pobre soy... pero creo
Que ha estimado mis servicios
Cual suele el señor discreto.
Que de tus guerras le truje,
Muchos saben que no miento,
Los despojos de los moros
Por aquestas manos muertos,
Esclavas le truje algunas
Que en mi nombre la sirvieron,
Que fué dicha suya y mia
Tener tan hermoso dueño.
En su casa entré una tarde,
Entré con atrevimiento,
Á visitarla, y hallóme
Su viejo padre saliendo;
Con disculpas mentirosas
Vencer su sospecha intento,
No aprovecha, al fin le digo
Que por último remedio
Me dé á Beatriz por esposa;
Pues sabe que no es más bueno
Que yo, si bien es más rico.
Vino en aqueste concierto
Si tu licencia traia;
Contento á palacio