»‘Sí, presidente, esta es una fotocopia, pero hemos intervenido el original y lo tenemos en el juzgado’.
»Se convence, o entiende que ya no es posible insinuar dudas sobre la autenticidad de los documentos, y nos toma en serio. ‘Déjenme los documentos que han traído, los estudio, los veo. Debo ver lo que ha de hacerse, debo encontrar una solución’.
»‘Presidente, no queremos ser impertinentes. Los documentos… Semprini, su secretario, figura en la lista…’.
»‘Entendido, me los llevaré a casa, y los estudiaré. Para cualquier cosa que consideren deban comunicarme, llámenme directamente’»17.
6. Un verano movido y rico en sorpresas
Dos meses después del encuentro del 25 de marzo, el presidente Forlani decidió publicar la relación de los afiliados a la P2. El escándalo fue mayúsculo y determinó la caída del Gobierno. El inesperado desenmascaramiento supone para el sistema de poder P2 el inicio de un periodo de grave crisis, que, por otra parte, no duraría mucho.
Así nació el gobierno de Giovanni Spadolini —primero de dirección no democristiana— que tomó posesión el 28 de junio de 1981 y que muy pronto promovería un proyecto de ley para la disolución de la logia P2 como asociación secreta con fines subversivos y criminales18.
Mientras tanto, la Fiscalía de Roma, representada en este caso por el ya citado Domenico Sica, abrió una causa penal por el delito de conspiración política mediante asociación (artículo 305 del Código Penal) declarando la propia competencia territorial para todo lo relativo a la documentación intervenida en Castiglion Fibocchi. La Fiscalía milanesa promovió un conflicto de competencia, pero en el curso del verano la Casación —la sala de vacaciones— dio la razón a Roma19.
Los órganos judiciales milaneses (al no tener otro remedio) pusieron buena cara al mal juego, y, cumpliendo la decisión de la Corte Suprema, remitieron los documentos ocupados a la capital, o, mejor dicho, expidieron uno de los paquetes de fotocopias autenticadas. Los originales no se movieron nunca de Milán y hoy se conservan, seguros, en el archivo estatal de la capital lombarda, junto con las actuaciones de los procesos penales relativos a Michele Sindona de los que forman parte. De la causa penal romana, paralizada durante años, se hablará enseguida.
Apenas seis días después del juramento del gobierno Spadolini, el 14 de julio de 1981, el «maestro venerable» de la P2 reaccionó al golpe recibido con un movimiento de su parte, haciendo que el texto de su «Plan de resurgimiento democrático», el inquietante manifiesto político de carácter programático de la logia, fuera intervenido por la policía judicial, con objeto de suscitar un seguro clamor mediático, transformando de este modo un texto originariamente destinado a permanecer secreto, en un documento de dominio público recogido por la prensa nacional. En efecto, aquel día, la hija de Gelli, Maria Grazia, al llegar a Fiumicino en un vuelo procedente de Niza, fue registrada en la aduana y el «Plan» apareció en su maleta, oculto de mala manera en un rudimentario doble fondo junto con otros documentos.
Es evidente que el movimiento de Gelli estaba destinado a cerrar las filas descompuestas de sus desorientados hermanos de logia, y también a llamar al orden a todos los personajes políticos de altura vinculados a la lógica y a los chantajes del Sistema P2. El mensaje implícito y vagamente amenazador emergente del «Plan» era desde luego transparente: que nadie piense que va a poder evadirse, el proyecto sigue adelante y será ejecutado. En lo que sigue de este libro se verá en qué medida el proyecto contenido en el «Plan» continuaría efectivamente su marcha20.
7. El «Plan de resurgimiento democrático» de la logia P2
Según la Comisión P221, el «Plan de resurgimiento democrático» se elaboró entre finales de 1975 y comienzos de 1976, es decir—no por casualidad—, cuando el Gobierno italiano estaba presidido por Aldo Moro, cuya apertura en relación con la izquierda y el eurocomunismo de Enrico Berlinguer no fue nunca acogida con entusiasmo en los medios de la OTAN (comprendidas sus ramificaciones ocultas), ni por el ala derecha de la Democracia Cristiana (DC), representada por Giulio Andreotti.
Tal es probablemente el motivo por el que dos gobiernos Moro de mediados de los setenta (Moro IV y Moro V) fueron los últimos dirigidos por el estadista pullés, mientras que los tres siguientes lo fueron de manera continuada, precisamente, por Giulio Andreotti.
Cuando, en la primavera de 1976, el Partido Socialista retiró la confianza al gobierno Moro se fue a las elecciones anticipadas del 20 de junio, que concluyeron con un crecimiento impresionante del PCI, mientras la DC consiguió mantenerse como el partido de la mayoría relativa solo por pocos votos.
En el preliminar del «Plan» se precisa que el adjetivo «democrático» significa que se excluye cualquier proyecto de golpe de tipo tradicional, dado el cambio en la actitud americana puesto de manifiesto después de 1974, cuando el escándalo Watergate provocó el alejamiento de Nixon y una sustancial modificación de las modalidades de intervención de la CIA en Europa.
En suma, ya no más proyectos golpistas, nunca más cosas del tipo de la Grecia de los coroneles. Pero debía quedar bien claro, siempre manteniendo alta la guardia «ante la perspectiva de una plena implicación del PCI en el gobierno del país, que continuaba siendo no deseable»22.
En sustancia —con un lenguaje oscuro, entre burócrata y castrense— venía a sostenerse que ya no era el caso de perseguir el derrocamiento del sistema, sino simplemente su revitalización.
¿Y cómo conseguir la revitalización del sistema?
Se conseguiría —he aquí la respuesta— «mediante la presión de todas las instituciones previstas y disciplinadas en la Constitución, desde los órganos del Estado a los partidos políticos, la prensa, los sindicatos, los ciudadanos electores». Lo que debía comportar necesariamente —se añadía a continuación— «algunos retoques en la Constitución subsiguientes a la restauración de las instituciones fundamentales».
Si se lee el «Plan» con atención, haciendo lo posible por desencriptar el lenguaje retorcido y nebuloso, se observa que el sustantivo «presión» y el verbo «presionar» comparecen ocho veces, asumiendo siempre un curioso valor semántico, similar al que tienen en ingeniería mecánica, donde el término «presiones» sirve para denotar las acciones externas que, actuando sobre una estructura o sobre un sistema, modifican su estado provocando en él una deformación.
Pues bien, las modalidades de las presiones que el «Plan» pretendía ejercer sobre «todas las instituciones previstas y disciplinadas en la Constitución», con la pretensión de determinar su revitalización y su restauración, están descritas en las páginas siguientes del texto en términos tales que —al contrario de lo que se quiere hacer creer— ponen de relieve su naturaleza decididamente subversiva.
Podría convenirse que el fin no era derrocar el sistema mediante un golpe de tipo tradicional, pero la intención era ciertamente la de vaciar el sistema constitucional desde dentro mediante operaciones ocultas, que bien pueden calificarse de golpismo reptante23.
Véase, por ejemplo, como se explicita el primer objetivo del «Plan», «Partidos políticos, prensa y sindicatos constituyen el objeto de posibles presiones en el plan de la maniobra de tipo económico-financiero. La disponibilidad de cifras no superiores a 30 o 40 millardos [de liras] parece suficiente para permitir que hombres de buena fe y bien seleccionados conquisten las posiciones clave necesarias para controlarlos».
Los partidos políticos que controlar a través de estos improbables hombres de buena fe aparecen relacionados así: «los partidos políticos democráticos del PSI al PRI [Partido Republicano Italiano], del PSDI [Partido Socialista Democrático Italiano] a la DC y al PLI [Partido Liberal Italiano]