Italia oculta. Giuliano Turone. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Giuliano Turone
Издательство: Bookwire
Серия: Serie Derecho
Жанр произведения: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
Год издания: 0
isbn: 9788498798180
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Ya el título de la entrevista era significativo en extremo: «El discreto encanto del poder oculto. Habla, por vez primera, el ‘señor P2’»; y no se diga la larga entradilla, de la que se trascriben solo las primeras líneas: «Licio Gelli, jefe indiscutido de la más secreta y potente logia masónica, ha aceptado someterse a una entrevista exponiendo también su punto de vista – La organización: ‘un Centro que acoge y reúne solo elementos dotados de inteligencia, cultura, sabiduría y generosidad para hacer mejor a la humanidad’».

      Por tanto, ya que corría la voz de que el «maestro venerable» Licio Gelli tenía un gran número de hermanos de logia de la máxima confianza, ubicados un poco por todas partes en las instituciones públicas, los magistrados instructores impusieron a los hombres de la GF de Milán encargados de los registros del 17 de marzo (todos por ejecutar fuera del propio territorio) una particularísima medida de precaución: abstenerse de seguir la práctica habitual que, por razones de cortesía institucional, habría requerido prevenir a los comandos locales de las operaciones que se iban a realizar.

      Francesco Carluccio, un enérgico salentino de cuarenta y tres años, uno de los más hábiles investigadores del cuerpo, fue designado jefe de la patrulla destinada a registrar la sede de Castiglion Fibbocchi. No era oficial, sino mariscal mayor, pero, por su gran habilidad profesional y su total fiabilidad, gozaba de la plena confianza de los dos oficiales superiores que coordinaban las operaciones de aquel día: el coronel Vincenzo Bianchi y el mayor Vincenzo Lombardo.

      3. El memorial del mariscal Francesco Carluccio sobre la entrada y registro de la sede de Gelli en Castiglion Fibocchi

      «La operación de policía judicial debía llevarse a cabo en varias sedes por patrullas al mando de un oficial y coordinadas por el comandante del Núcleo Regional de Policía Tributaria de Milán, el coronel Vincenzo Bianchi, auxiliado por el mayor Vincenzo Lombardo, comandante de la Primera Sección Especial de la que yo formaba parte.

      »Los dos oficiales se desplazaron al Grupo de la GF de Arezzo y a ellos tendrían que dirigirse las patrullas para cualquier exigencia relacionada con el servicio.

      »Parece que no había suficientes oficiales, por lo que el mayor Lombardo propuso mi nombre, garantizando mi acreditada competencia debida a la intervención en operaciones del mismo género.

      »El 14 de marzo de 1981 (sábado) fui llamado al despacho del comandante del núcleo, estando presente también el mayor Lombardo. En el vestíbulo había algunos oficiales. Fuimos recibidos de uno en uno. El coronel Bianchi me informó de que el lunes siguiente tendría que trasladarme a Arezzo para llevar a cabo una operación de policía judicial, sin especificar ni el lugar ni los sujetos sobre los que había que actuar: las disposiciones estaban contenidas en un sobre cerrado que recibí (no recuerdo bien si en aquel momento o el lunes por la mañana al salir para Arezzo) con la orden de abrirlo a primera hora del 17 de marzo.

      »‘No hagáis uso del teléfono, salvo por rigurosos motivos del servicio’, se me advirtió.

      »De una lista que me exhibió el mayor Lombardo elegí como colaboradores a dos suboficiales, el mariscal ordinario Concezio De Santis y el brigadier Salvatore Polo, con los que ya había colaborado y en los que tenía una confianza ciega. Pusieron a mi disposición un Fiat Ritmo conducido por el agente Luigi Voto.

      »Yo tenía el grado de mariscal mayor.

      »Partimos para Arezzo a primera hora de la tarde del 16 de marzo y nos alojamos en el hotel Intercontinental.

      »Volviendo a las cautelas de reserva con que mis superiores instruyeron a los jefes de patrulla, apenas supe que tendría que viajar a Arezzo, caí en la cuenta de que la operación tenía que ver con Licio Gelli. Esto, porque, desde 1974, yo me ocupaba de las investigaciones relacionadas con la insolvencia de Banca Privata Italiana, de la que procedían todas las vicisitudes judiciales relacionadas con Michele Sindona. Es claro que en el curso de las investigaciones sobre aquella, en los contactos mantenidos por los componentes de la patrulla con los magistrados —tanto los titulares de la causa relativa a la insolvencia como los de la concerniente al homicidio de Ambrosoli— se había señalado en diversas ocasiones a Licio Gelli y a otros sujetos como probables amigos de Sindona, también para alertar a los agentes ocupados del análisis de la documentación bancaria.

      »Ningún otro de los colegas tenía conocimiento de por qué nos dirigíamos a Arezzo, y, sobre todo, de quién era Licio Gelli.

      »Me preocupé de informarles, ya en el hotel, a última hora de la tarde (probablemente, al día siguiente no habría tenido tiempo para instruirles acerca de su deber), advirtiéndoles de que debían poner mucha atención —porque Licio Gelli, gran maestro de la masonería, era un hombre poderoso— y ser muy escrupulosos, diera o no resultado la operación. El objetivo era encontrar pruebas de contactos entre Sindona y Gelli, especialmente durante el periodo 1978-1980, cuando aquel resultaba haber ‘desaparecido’.

      »La tarde del 17 de marzo de 1981, apunté en mi agenda:

      »No he dormido muy bien. Me he despertado a las 6.30. Hemos llegado a Castiglion Fibocchi sobre las 8.30. De Santis y yo nos hemos presentado en la Giole, Polo y Voto en la Socam. No estaba Gelli. Hemos hecho el registro en presencia de su secretaria, Carla Venturi. Enseguida he tenido la impresión de que la documentación era importante, en especial la contenida en sobres sellados.

      »Ello debido a que esta última documentación parecía particularmente protegida. Obviamente, no abrimos los sobres, pero las anotaciones que figuraban en ellos eran para mí de absoluto interés.

      »El servicio se desarrolló del modo que sigue.

      »Estaba convencido de que Licio Gelli era el administrador único de Giole, por lo que, una vez que entramos en el vestíbulo del establecimiento donde estaban las oficinas, me hice acompañar por el portero al despacho del administrador, Licio Gelli. Únicamente me dijo que este no tenía ningún cargo en la sociedad.

      »Hubo un momento de desánimo (pues si el mandamiento señalaba los locales de Giole, estaba implícito que Gelli debería tener al menos un despacho). Le pedí a aquel que me acompañase al de Gelli. Y me señaló a una mujer que bajaba por la escalera, diciéndome que era la secretaria del comendador. La llamó para presentármela.

      »De forma reservada le hice saber que tenía un mandamiento de registro contra Licio Gelli y la invité a acompañarme a su despacho, pidiéndole que me indicase si existían otros locales o dependencias a su disposición en el establecimiento o en otros lugares.

      »Subimos la escalera y Venturi nos introdujo en un local de normal amplitud diciendo que era el único utilizado por Gelli, y que no había otros de los que ella supiera, ni en Giole, ni en ninguna otra parte. Aclaró que su actividad de colaboradora la desarrollaba en ese despacho.

      »Apenas iniciado el registro, después de la notificación a Venturi del auto correspondiente, llegó el administrador