El principio del mal. Nadia Noor. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nadia Noor
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417516499
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      El principio

      del mal

      Los personajes, eventos y sucesos que aparecen en esta obra son ficticios, cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.

      No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación, u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art.270 y siguientes del código penal).

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      © de la fotografía de la autora: Archivo de la autora

      © Nadia Noor 2018

      © Editorial LxL 2018

      © Sello Romantic

      www.editoriallxl.com

      04240, Almería (España)

      Primera edición: septiembre 2018

      Composición: Editorial LxL

      ISBN: 978-84-17516-49-9

      A Ben, mi compañero de vida.

      Gracias por comprender mi pasión.

      Agradecimientos

      Esta novela tiene como base una vivencia personal. El verano del año 2017 viajé a la República Dominicana, un país maravilloso que me sirvió de inspiración para escribir este libro. Quedé enamorada de la alegría, de la gente y de la belleza del paisaje.

      Hice una excursión a la selva, por lo que «Moreno», el caballo que aparece en el libro, existe en la realidad, y también el guía llamado «Papá George». El viaje a la cascada y algunos otros lugares descritos en la novela son reales, el resto de los personajes y acontecimientos son ficción.

      Por todo ello quiero dar las gracias a este maravilloso país y a su gente por ser mi fuente de inspiración. Espero poder regresar algún día.

      No puedo no mencionar a mi familia que apoya mi pasión y me da el espacio necesario para poder escribir. Quiero agradecer a mi hermosa Bianca todo su entusiasmo y el hecho de ser mi fuente de inspiración para el nombre de la protagonista.

      A mi editorial, por apostar por esta novela y otorgarle el segundo premio de novela romántica, y en especial a Angie, mi editora.

      A todos mis seguidores de Instagram y Facebook, gracias infinitas por todos los likes, palabras de cariño, corazones y comentarios. Sin vosotros este sueño sería menos emocionante.

      A mi amiga Annia, por ayudarme con la traducción de las frases en polaco, y a mí querido Fransy, por saber ser crítico conmigo cuando lo necesito.

      A todos los lectores que decidan dar una oportunidad a esta novela, ¡un gracias enorme! Vosotros sois el alma de las historias.

      Primera parte

      Max

      1

      Max estiró la manga de su almidonada camisa y miró de soslayo su caro reloj suizo. Unas ganas salvajes de gritar se apoderaron de todo su ser al ver lo tarde que era. No quería retrasarse ese día. Se removió inquieto en la silla y posó su mirada impaciente sobre el presidente del bufete de abogados en el que trabajaba. Hans Hecht, su jefe, era un hombre entrado en los sesenta, de escaso cabello rubio y avispados ojos azules. Su pasión por la comida basura y la cerveza habían dejado señales visibles alrededor de su cintura que parecía un balón hinchado a punto de explotar.

      —Señores, no podemos relajarnos. Nuestro bufete es uno de los más prestigiosos de la ciudad pero, si seguimos perdiendo juicios, nuestra reputación caerá por los suelos y perderemos a los clientes más importantes. —Juntó las manos en actitud reflexiva y analizó a los miembros del consejo con mirada crítica.

      Un repentino silencio se instauró en la sala al tiempo que, los dieciséis abogados que formaban el famoso bufete Bo&Nex, clavaban la vista en la superficie lustrosa de la mesa de juntas. Era de sobra sabido que Hecht nunca estaba satisfecho con los resultados obtenidos, por excelentes que estos fuesen, y ante esa conocida realidad, la mejor forma de librarse de sus sermones era el silencio. En ocasiones, llegaba a ser cruel y disfrutaba humillando a sus empleados en público. Los segundos cargados de tensión pasaron con lentitud mientras, de fondo, se escuchaban las nerviosas respiraciones de los abogados.

      —Bien. Vuestra actitud me dice que estáis arrepentidos. —Dieciséis pares de ojos se miraron entre sí con optimismo porque, la parte en donde los trabajadores se arrepentían de sus fracasos, era la que cerraba la agotadora reunión mensual del bufete.

      Sin embargo, el señor Hecht se levantó de su silla con dificultad y su frente arrugada indicaba que no se había quedado a gusto, todavía. Quería más, necesitaba arrancar trozos de almas inocentes y asustadizas para su regocijo interior. Así que, para la desesperación de los asistentes, no dio la reunión por finalizada, sino que abrió una carpeta y comenzó a criticar con crueldad los resultados pocos atractivos de sus empleados.

      Max sentía la impotencia recorriendo sus venas y la necesidad de comunicarse con Bianca se le hizo imperiosa. Sabía que Hans desaprobaba con vehemencia el uso de los móviles en las juntas, pero decidió arriesgarse de igual modo. Agarró con cuidado su teléfono y comenzó a escribir, por debajo de la mesa, con dedos febriles, un mensaje a Bianca. Ese día cumplían un año de casados y le había prometido llegar a tiempo para cenar. Se aseguró de no tener encima los astutos ojos del jefe y envió el mensaje, sintiéndose como un estudiante de primaria, en vez de como el reputado abogado entrado en la treintena que era. Palpó con la mano el bolsillo de su chaqueta para guardar el móvil, aunque antes de que pudiese finalizar ese gesto tan simple, sintió posarse sobre él la mirada inquisitiva de Hecht. Un sudor frío le traspasó la columna vertebral y, de pronto, se resbaló el smartphone de los dedos para terminar sobre la escurridiza superficie de la mesa. No pudo evitarlo y presenció impotente cómo el ruido que hizo el móvil al caerse se extendió por toda la sala. El sepulcral silencio se vio alterado, y las miradas de los presentes se posaron sobre aquel pequeño aparato que daba volteretas sobre el mármol reluciente, ajeno a la terrible tormenta que estaba a punto de formarse.

      —Señor Trent, se le ha caído el móvil —le dijo Hans con voz cortante, mientras sus brillantes zapatos se paraban al lado del aparato cuando este, al fin, terminó en el suelo. El temible hombre se agachó con dificultad y lo recogió con sumo cuidado—. Tome, espero que la urgencia que ha tenido fuera importante. —Alargó la mano hacia un pálido Max, que rebuscaba, con desesperación, dentro de su cerebro algo coherente que decir.

      Había sido pillado in fraganti y, ante eso, poco podía alegar en su defensa. Los dedos le temblaron ligeramente al disponerse a recuperar el móvil y las oleadas de pánico comenzaron a agitarse en su interior. Se sentía estúpido y aterrorizado al mismo tiempo, y la sensación de ser un estudiante de primaria volvió a apoderarse de él.

      «Joder, Max. Deja de tenerle miedo a este capullo. Solo has enviado un estúpido mensaje de dos líneas, no has cometido un crimen».

      Su lucha interior dejó señales visibles en su cara y, ante ese azoramiento, Hecht se creció:

      —Espero no haber entorpecido sus planes, señor Trent. —Posó sobre Max una mirada expectante.

      —No… yo… lo siento —logró articular un nervioso Max, al tiempo que observaba cómo la pantalla del móvil se iluminaba, y la cara adorable de Bianca hacía acto de presencia en las regordetas manos de su jefe. Alargó los dedos para hacerse, de una vez por todas, con su teléfono, antes de que Hans se diese cuenta de la llamada. No obstante, fue mucho pedirle al universo aquella pequeña muestra de piedad, puesto que Hecht divisó la pantalla iluminada y se quedó mirándola un rato.

      —Le