El postulado bernaliano del carácter institucional de la ciencia habría de tardar décadas en ser reconocido ampliamente. La percepción intuitiva de los investigadores, el imaginario popular y, lo que es más grave, la epistemología y filosofía de la ciencia, siguieron siendo individualistas por décadas. Sólo tras la generalización de las ideas kuhnianas se consideró el aspecto comunitario de la ciencia, pero entre la fórmula comunitaria y la institucional a la que apunta Bernal, aún media una distancia que es esencial para comprender la lógica de esta opción. El carácter institucional de la ciencia, por lo masivo de su población de investigadores, por la compleja estructura administrativa y, sobre todo, por la esencial función que cumple en el conjunto social, convierte el problema de Platón en el problema de la legitimación y relaciones entre una sociedad ordenada y una macro institución social que coopera con el propio orden social. De esta forma abrimos ya lo que es el segundo postulado central en la aproximación bernaliana, el carácter esencialmente aplicado de la investigación científica.
Mientras que el carácter institucional es descriptivo, esta segunda característica ya tiene fuerza constitutiva en lo que se refiere al conocimiento en la sociedad. Así, nos confronta Bernal con dos concepciones de la ciencia. La primera es caracterizada con esta cita de La República que sigue en el libro VII a la narración del Mito de la Caverna. "Lo que a mí me parece –dice Platón– es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea de Bien. Una vez percibida ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas […] y que es necesario tenerla a la vista para poder obrar con sabiduría, tanto en lo privado como en lo público." 8
Es curioso que Bernal defina la primera concepción con esta cita, no tanto por lo que pudiera haber pensado Platón, que ahora no nos importa, sino por cómo Bernal entiende la posición platónica. Pues Bernal cree que es la esencia de la primera concepción, que no es otra que la búsqueda del conocimiento por el conocimiento o, en su lectura de Platón, por el valor intrínseco del conocimiento, o, expresado en otros términos, del conocimiento como valor no condicional, como fin en sí. La legitimación de la ciencia por sí misma era la posición contraria a la suya en el marco de una controversia que se estaba desarrollando a lo largo de toda la década en toda Europa y, con especial virulencia, en la British Association for the Advancement of Science. Bernal opone un argumento ideológico y un argumento histórico: el proyecto del conocimiento puro, aduce, tiene la sorprendente consecuencia de que alimenta una concepción religiosa del universo, puesto que convierte en milagro todo lo que desconoce, dado que la pasión por el conocimiento es el único motor del conocimiento, y es fácilmente compartida con otros sentimientos que se ocupan de las lagunas de lo conocido. La ciencia adquiere así una función social apologética de las religiones "modernistas", sostiene. El argumento es un poco chusco, pero no debemos olvidar, primero, que en Inglaterra la relación entre ciencia y teología fue siempre muy estrecha desde la época newtoniana, y que, por otra parte, era el argumento básico de sus oponentes, Michael Polanyi a la cabeza. El segundo argumento es de orden histórico, y fue una de las conclusiones que extrajo de la conferencia sobre historia de la ciencia de 1931. La ciencia, sostiene, no hubiera sido posible sin la tecnología. Desde Galileo a nuestros días, la presencia de las técnicas en la investigación es fundamental, pero, además, la ciencia siempre tuvo en último extremo, una relación muy estrecha con las necesidades sociales de cada época. Si hubiera predominado el proyecto de la investigación pura, se atreve a decir, nunca hubiera existido la ciencia en Occidente.
El argumento histórico es una consecuencia de lo que es la segunda concepción de la ciencia, que es la sostenida por él: no hay distinción básica entre ciencia y tecnología, y la ciencia es un proyecto social que tiene como horizonte la satisfacción de las necesidades humanas en el doble sentido de disminuir los sufrimientos y crear bienestar. "Los caminos al poder y al conocimiento discurren juntos y son casi el mismo." 9 Es el proyecto baconiano puro, no solamente como justificación estratégica de la ciencia, por sus consecuencias aplicadas, sino como motor de la investigación. La ciencia es y debe ser una fuerza de transformación social. De nuevo hay que lamentar aquí que las tesis de que todo conocimiento implica un trasfondo de intereses y necesidades hubiera de esperar hasta la popularización de las mismas ideas por la escuela de Frankfurt, y especialmente por Habermas para ser reconocidas entre los filósofos, cuando no al llamado Programa Fuerte de Edimburgo. Bien es cierto que en Bernal obra una posición marxista soviética ortodoxa, mientras que posterior y contemporáneamente se divulgará una extraña mezcla de Marx y Manheim.
La concepción del conocimiento científico como parte del proceso técnico hereda el extraño lugar en que Marx sitúa al conocimiento científico, un lugar en el que participa a la vez de la infraestructura, como fuerza de producción y de la superestructura, como representación del mundo, deformada a veces por la pantalla de la ideología dominante. La tesis marxiana es una tesis anticipativamente pragmatista: solamente cuando el conocimiento marca una diferencia en la práctica puede considerarse verdadero.
Lo más importante de Bernal, ya con un sentido más práctico que filosófico, es el principio de planificación, para el cual todo lo anterior no ha servido más que como planificación. Es por este principio por el que las tesis bernalianas pueden considerarse como una solución pura al problema de Platón. La sociedad de hecho establece una agenda sobre la ciencia. La diferencia entre lo normativo y lo descriptivo es aquí una diferencia que proviene de la retención que una sociedad mal ordenada establece sobre las fuerzas de desarrollo de la ciencia. Es la distancia que establece el socialista Bernal del Canciller Lord Baco: "Guerra, caos financiero, destrucción voluntaria de bienes que necesitan millones, subalimentación generalizada, y el miedo a otras guerras todavía más terribles que cualquier otra anterior en la historia, son las imágenes que pueden ser dibujadas hoy día de los frutos de la ciencia". 10
La ciencia bajo el capitalismo, sostiene Bernal, no puede rendir sus frutos adecuados, no puede cumplir su función porque, en primer lugar, es apropiada para fines privados y particulares, en segundo lugar, porque bajo una sociedad capitalista estará siempre mal organizada. Una de las virtudes más intemporales del trabajo de Bernal es su cuidadosa descripción del sistema I+D inglés y, comparativamente, el del resto de los estados desarrollados. En la primera mitad del libro esta descripción exhaustiva, con sus ventajas y defectos, da paso a una segunda mitad en la que examina cómo podría ser la ciencia si se planificase bien, y es en ese marco en el que Bernal expone las líneas de lo que debería ser una política científica correcta.
Parecería que el principio marxista le llevaría a plantear que el único modo de ordenar la ciencia es transformar la sociedad de capitalista en socialista. Y sí, solamente en una sociedad socialista, en la que la estructura social esté ordenada a la satisfacción de las necesidades generales, ocurrirá que estas necesidades representarán de manera especular los objetivos legítimos de la ciencia, a la vez que la dinámica científica se acoplará con suavidad a la dinámica social. La esencia de la primera solución al problema de Platón es que una sociedad justa, regida por gobernantes justos, tiene el derecho y la obligación de planificar la ciencia para financiar aquellas investigaciones que se dirijan a los objetivos y necesidades decididas como prioritarios por la sociedad. Las cosas en realidad no son tan sencillas ni en el marxismo, ni en la realización soviética del momento, ni tampoco en la cabeza de Bernal. Pues la ciencia se concibe en esta existencia doble en la infraestructura y la superestructura. Ejerce un doble papel a la vez justificador y transformador de la sociedad. Pues la sociedad capitalista está condenada a transformar sus bases y fuerzas de producción más allá de lo que es capaz de soportar su estructura ideológica de legitimación y su aparato de poder. Traducida a otros términos, esta idea implica que la búsqueda de una sociedad más justa depende en cierto modo también del desarrollo de la ciencia. En una sociedad capitalista la ciencia debe ser promocionada hasta donde se pueda, pues es uno de los factores necesarios de la