En su contribución "Ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo sustentable. Elementos para un marco de referencia", Hebe Vessuri sostiene que las actuales trayectorias convencionales de desarrollo son insostenibles. El impacto de las actividades humanas, los alcances de la ciencia y la tecnología, han tenido resultados positivos y negativos. Por un lado existen mejoras en la salud y educación, mayores oportunidades para compartir información y remedios ambientales efectivos en algunas partes del globo. Por otro lado, el riesgo de cambio climático por la continua emisión de gases y por la enorme cantidad de calor y agua requerida en el proceso de extracción de petróleo, están provocando un irremediable deterioro ambiental. Ante ello es necesario mejorar la eficiencia energética, esfuerzo que hasta ahora no se ha dejado ver como parte del compromiso entre el sector privado y los intereses de la sociedad, sin poder asegurar el bienestar del todo.
Las sociedades en riesgo no son sustentables, y las amenazas no resueltas imponen más riesgos a las generaciones presentes y futuras. El nuevo ambiente de vulnerabilidad mundial y la necesidad de nuevas vías para la gobernabilidad global requieren grandes avances en los distintos enfoques intelectuales, psicológicos y estratégicos. Se hacen necesarias nuevas concepciones (concientización) y nuevos enfoques que incluyan la participación entre los sectores público y privado, la regulación trasnacional y preocupación por la sustentabilidad a largo plazo.
Para lograrlo deben multiplicarse los diálogos e iniciativas, aumentar los incentivos, vincular las diferentes escalas de interacción, medir y definir el progreso, focalizar esfuerzos, poner a la ciencia y a la tecnología al servicio de los objetivos del desarrollo sustentable; teniendo en cuenta sus consecuencias, procurando la salud, el bienestar, evitando riesgos, conservando al planeta en sus mejores condiciones.
La preocupación por la sustentabilidad ha estado en la agenda global desde hace ya varios años, y la ciencia y la tecnología pueden contribuir efectivamente a lograr los objetivos planteados en todos los niveles de toma de decisiones dentro del gobierno, la industria y la sociedad en general. Una mayor comprensión científica y capacidad técnica son cruciales, así como la producción de conocimiento a partir de la investigación en ciencias naturales y sociales, fortaleciendo la colaboración de los distintos ámbitos disciplinarios.
Eulalia Pérez Sedeño en su trabajo "Ciencia, tecnología y (auténtica) democracia" explica cómo después de la Segunda Guerra Mundial surgieron diversos movimientos sociales que realizaron grandes críticas a las corrientes principales de la ciencia, dándole importancia a los factores sociales que determinan sus contenidos, logrando cambios en la producción de conocimiento, reformulando así, la filosofía de la ciencia.
Uno de esos movimientos es el feminista, el cual ha hecho contribuciones importantes desde una perspectiva política y en busca de la auténtica democracia. El feminismo analizó la forma y contenidos de la enseñanza de la ciencia para diseñar estrategias que motivaran la participación de mujeres en ella, promoviendo una ciencia más inclusiva, realmente universal.
Para lograrlo, las filósofas feministas aportaron el análisis de la localización social del sujeto cognoscente; la importancia que tiene el tiempo y el lugar desde el cual se determina el qué y el cómo se conoce, enfocándose más en las diferencias de género, en cómo hombres y mujeres difieren en la información a la que se acercan y su interpretación. Así, se establece que la empresa científica siempre se realiza desde un contexto cultural concreto, por lo que aquellos que se dediquen a ella incorporarán valores de su propia cultura, consciente o inconscientemente. Ello no tiene porqué ser negativo, al contrario, deberían las diferentes creencias de trasfondo constituir un recurso en vez de un obstáculo para el éxito científico, ampliándolo.
Como el mundo es rico, debemos abogar por el pluralismo en la ciencia, enriqueciendo la teoría con los resultados de las muchas y variadas innovaciones metodológicas locales, descubrimientos de nuevas fuentes de evidencia y desarrollo de teorías alternativas. Habría que promover una práctica científica en la que quepan las consideraciones ideológico-políticas por su importancia en el razonamiento y la interpretación de los contenidos de la ciencia, en donde todos los procesos estén abiertos al escrutinio y exista una verdadera transparencia que permita una auténtica democracia.
Matthias Kaiser en "Ciencia y política: una pareja sin romance" asevera que hay razones para asumir que la ciencia y la política han estado tan estrechamente relacionadas que llegan a ser virtualmente inseparables, contrariamente a lo que se pretendió en los comienzos de la ciencia moderna (siglo XVII).
Existen diferentes organizaciones que fueron creadas para suministrar las bases científicas, técnicas y analíticas para una inteligente e informada toma de decisiones políticas que demuestran esta unión ciencia-política. Un ejemplo de estas organizaciones son aquellas que analizan temas relacionados con el cambio climático (ipcc, grupo intergubernamental sobre el cambio climático) o con respecto a la supervisión o protección de ballenas (iwc International Wildlife Coalition). Estas instituciones están constituidas por científicos que llegan a desarrollar un perfil político que los ayuda a enfrentar las nuevas circunstancias, teniendo que desarrollar habilidades que no formaban parte de la formación o entrenamiento propio de un científico, siendo su trabajo restringido por límites de tiempo establecidos por la agenda política, en donde no sólo es necesario presentar el resultado del conocimiento obtenido, sino que también deben hacer ver cuáles son las incertidumbres y dónde existen aún campos de ignorancia, teniendo, a veces, que lidiar con información incierta o insuficiente por la presión política de los asuntos sociales que dependen de estas materias.
Debe existir un gran compromiso entre científicos y políticos, pues si los trabajos de investigación de unos son realizados con base en las decisiones que deben tomar los otros es necesaria la amplia comunicación y responsabilidad de ambos, pues su desempeño tiene consecuencias sociales y ambientales importantes y previsibles. Se debe seguir promoviendo el intercambio activo de ideas entre disciplinas y tradiciones, preparar con mejores herramientas a nuestros científicos y políticos para que puedan responder de la mejor manera y ante las más adversas circunstancias.
Sergio Martínez en "La caracterización del riesgo tecnológico como problema filosófico", expone que la regulación del riesgo generado por el desarrollo tecnológico es uno de los temas centrales en los estudios sobre la ciencia y tecnología. Una tarea importante es el desarrollo de una categorización significativa en la práctica que nos permita detectar los riesgos y con base en esa clasificación sugerir maneras de tratarlos. Implícita o explícitamente esto requiere introducir el concepto de incertidumbre y reflexionar sobre la ontología implícita en nuestros juicios de probabilidad, y en particular sobre el tipo de juicios que pueden hacerse cuando somos ignorantes de las posibilidades que pueden jugar un papel en la caracterización del riesgo. En la literatura reciente se hace una distinción entre "enfoques precautorios" y "enfoques científicos" en el tratamiento del riesgo. Esta distinción es un avance importante en relación con enfoques anteriores, pero sigue asumiendo una cierta caracterización del concepto de riesgo y de incertidumbre, asociada con una manera de entender lo que es la ciencia y su relación con la tecnología. Martínez examina estos conceptos y algunos de los presupuestos que interesa hacer explícitos. Una crítica filosófica del concepto de ciencia, implícito en esas discusiones, va a llevarnos a implicaciones interesantes para la forma en la que puede regularse el riesgo en una sociedad democrática. Esto va a requerir incorporar una manera de entender cómo los procesos de decisión pueden