Tragicomedia de Lisandro y Roselia. Sancho de Muñón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sancho de Muñón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664121400
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morir pienso librarme, pues mi voluntad lo quiere y mi razon lo ordena, si tú, como llave desta prision, otro remedio no aplicas ó descubres.

      Cel. Señor, con pequeño trabajo no se alcanzan grandes cosas, que por eso dicen no se toman truchas á bragas enxutas, todo eso es menester que sufras por el bien que habrás tras el mal de la pena que agora padeces.

      Lis. Dichoso sería yo, madre, estar debajo de la bandera de tantas pasiones, si consiguiesen la victoria que tu palabra promete.

      Cel. Por poco que tú me dés, mi dicho habrá su efecto.

      Lis. Si mi servicio hobiese de igualar y conformar con tan alto merecimiento que el prometimiento de tus palabras merece, hallo el mundo ser muy poco, que tan soberana merced no se compra por dinero.

      Cel. Este necio piensa que me empreño yo de palabras hinchadas para parir viento. Harias mejor cerrar la boca y abrir la bolsa, que no usar de tan largo ofrecimiento, que las muchas palabras son indicios de las pocas obras.

      Lis. ¿Qué dices?

      Cel. ¿Qué? que mujer soy de contentar, aunque tu galardon y mi peligro no emparejen en satisfaccion de igualdad, porque la vida y persona, la cual en semejantes casos se pone en suerte de perder, es más digna y de más valor que otra cosa ninguna.

      Lis. Toma esta esmeralda, y con ella recibe mi voluntad, y no mires al dón, sino al dador, que mayor deseo le queda que poder tiene para gratificar tu trabajo.

      Cel. Dios te dé tanta parte en el cielo como mereces en la tierra, que tu larga franqueza pone silencio á mi lengua á darte las gracias por tan crecida y sobrada merced; pero aunque me faltan palabras para agradecer, no me fallece conocimiento para ver cuanta obligacion me has puesto para despertar mi ingenio en la invencion de tu remedio, que bien dicho está, el premio anima á las artes y la honra las sustenta. Y duerme descuidado, que yo soy Celestina, que en las duras peñas hago camino, y con hucia desto descansa, y quede Dios contigo.

      Lis. Y él guie tu reverenda persona. ¿Paréceos, hermanos, que lo hará bien esta mujer?

      Olig. ¡Y cómo! aunque tu amor fuese fingido, ella le haria parecer verdadero, que en esto tiene las veces de natura en suplir sus defectos y necesidades. Solamente es menester que hables á Brumandilon, que es un descarado rufian que tomó la vieja por su guarda, temiendo el desastre de su tia. Éste, aunque aprovechar no te pueda, pero puede dañar estorbando lo que á remediar no basta, que si ve tantico peligro en el negocio, porque á él no le quepa parte, disuadirá á Celestina que en ningunas maneras se meta en danza de espadas, de las cuales él á sabor blasona, siendo como trueno, que espanta y no hace mal.

      Lis. Tráemelo luégo acá, que yo le haré mudar de propósito, que en semejantes personas dádivas rompen peñas, y lo que temor acobarda, avaricia incita. ¿No vas?

      Olig. Voy.

      Lis. ¿Y tú, no vas con él, Eubulo?

      Eub. Suplícote, señor, me escuches una palabra.

      Lis. Di, y con brevedad. ¿Qué querrá este necio, que ya me amohina?

      Eub. Señor, en todas las cosas sabiamente ordenadas, el deliberar es primero que el disponer, porque en lo primero hay enmienda, en lo segundo arrepentimiento. Así que, en las cosas que mucho va, los sabios y cuerdos toman consejo, porque despues no se arrepientan de la errada deliberacion, que si una vez ocasion vuelve su cabeza, despues, cuando la quieras asir de los cabellos, hallarla has calva. Despues de esto, conviene los corazones de aquellos, que en arduo negocio proveer tienen, estar desembargados de pasion, porque los oidos con ella cerrados empiden la entrada al consejo, de manera que resultan dos cosas que te cumple hacer, si quieres no errar en lo malo y acertar en lo bueno, lo uno que mires lo que haces y no confies en tu prudencia en cosa en que si yerras haces gran ofensa á Dios y á tu fama, que quien á solas se aconseja, á solas se desconseja; lo otro que apartes de tí la pasion que perturba tu razon en el sabio ordenamiento. Esto hecho, asiéntate en la silla de reposo y toma la vara de justicia, y oidas entrambas partes, sentencia como recto juez, y la sentencia que tu razon ordena, pronuncie tu voluntad con consentimiento. Mira que las virtudes con dificultad se ganan y con facilidad se pierden; si agora aflojas y sueltas la rienda al apetito y lo desenfrenas, tarde lo tornarás en obediencia, que poco aprovecha que una vez le encojas las riendas, si con una sobarbada hace que sueltes, y no seas señor dél. No hay cosa que más reverdezca que es el amor, guárdete Dios de su desenfrenamiento, que no parará fasta despeñarte.

      Lis. ¿Has dicho, cuerdo?

      Eub. Dixe, aunque no todo lo que queria.

      Lis. Pues véte de ahí, necio, que eso yo me lo sabía, y cierra esa puerta.

      Eub. Malaventurado de hombre que entiende y no obra; vana es la potencia sin acto conforme á regla de razon: oh Lisandro, Lisandro, prosigue en tu locura, que tú te verás en mucho tiempo de arrepentirte, y en poco lugar de remediarte.

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