se mueven por toda la tierra
como dispensadores de riqueza.
Este destino como regalo tuvieron ellos […]».
San Agustín, uno de los más grandes doctores de la Iglesia, nos dice en el siglo V: «De cada una de las cosas visibles de este mundo se ocupa un ángel. Los ángeles son espíritus, pero no es el hecho de serlos lo que les hace ser ángeles. Se convierten en estos cuando se les encomienda una misión. El nombre de ángel, de hecho, se refiere a su función y no a su naturaleza. Si preguntáis por el nombre de esta naturaleza os contestaré que es espíritu; si preguntáis por su función os responderé que es la de ser ángel, que tiene el significado de mensajero».
El Maestro Eckhart, un místico de la Edad Media, nos explica: «Esto es lo que es mi ángel, nada más que una idea de Dios».
John Henry Newman, cardenal inglés que vivió en el siglo XIX, escribe que: «Aun siendo tan grandes, gloriosos, puros y estupendos que con sólo verlos (si se nos permitiera) nos lanzarían por los suelos, como le sucedió al profeta Daniel, que era un hombre santo y virtuoso, son nuestros compañeros de servitud y trabajo, y velan y defienden hasta al más humilde de los nuestros».
La estadounidense Mary Baker Eddy, fundadora en el siglo XIX del movimiento científico-religioso de la Ciencia Cristiana, dice que: «Los ángeles no son seres humanos etéreos que esconden en sus alas cualidades animales muy evolucionadas, sino más bien visitantes celestes que vuelan con plumas espirituales y no materiales. Los ángeles son sólo pensamientos de Dios, alados de verdad y amor, sea cual sea su individualidad. El hombre realiza conjeturas y les concede una estructura propia en su pensamiento, caracterizada por las supersticiones, y los convierte en criaturas con sugestivas plumas. Pero esto no es más que una fantasía detrás de la cual no existe mayor realidad que la que hay en el pensamiento del artista cuando esculpe la estatua de la libertad, que encarna su concepto de cualidad invisible… Los ángeles son los representantes de Dios, seres que tienden hacia las alturas y nunca nos conducen al pecado o al materialismo, sino que nos guían hacia el principio divino de cada bien, allí donde se reúne cada individualidad real, a imagen y semejanza de Dios. Sólo es necesario prestar una atención sincera a estos guías espirituales y nos encontraremos con los ángeles sin saberlo».
Massimo Cacciari, un filósofo de formación marxista, también se sintió atraído por la problemática sobre los ángeles hasta el punto de que escribió un libro sobre el tema: El ángel necesario (Milán, 1986). En una entrevista[3] afirmaba que el ángel era una metáfora de la capacidad que posee la mente humana para salir del círculo cerrado de nuestro horizonte tridimensional y abrirse así a una cuarta dimensión. Cacciari observa que en el interior de las tradiciones monoteístas (hebrea, cristiana e islámica) existen, a propósito de los ángeles, diferencias muy notables, pero también numerosos puntos de contacto: «Más que las diferencias entre una tradición y la otra, es interesante destacar las dos diversas líneas de desarrollo que se han producido en el interior de las tres. Por un lado, una visión del ángel como una criatura perfecta y separada de la humanidad, y por otro, una concepción de esta figura como “seducida” progresivamente por la naturaleza humana, puesto que el ángel, al compadecerse del hombre, se sitúa cada vez más cerca de él y se va debilitando hasta el punto de llegar a confundirse con él».
Henri Corbin, destacado islamista y profundo conocedor de la angelología, afirma que: «Si no existieran los ángeles, todos los universos de los dioses y del más allá permanecerían en el mundo del silencio. Los ángeles son los mensajeros de luz que anuncian e interpretan los misterios divinos».
¿Una entidad siempre positiva?
El número de ángeles es enorme. Los textos sagrados de las distintas religiones, cuando se refieren a ellos, hablan de comitivas, legiones o ejércitos. Las cifras al respecto son muy dispares, ya que oscilan desde los cien mil hasta los cuarenta y nueve millones de la cábala hebraica.
Al hablar de los ángeles, es necesario hacer una alusión, aunque sea breve, a sus antagonistas, los demonios. Desde un cierto punto de vista ambos son dos caras de lo mismo, en el sentido de que poseen idénticos orígenes, naturaleza y prerrogativas; la diferencia reside en el hecho de que los primeros están encaminados hacia el bien y la obediencia a la voluntad divina, mientras que los segundos han escogido el camino de la rebelión y del mal.
La existencia de ángeles y demonios se encuentra en conexión con el problema más dramático no sólo del hombre, sino también del universo: la lucha entre el bien y el mal. Emmanuel Swedenborg, del cual ya hemos hablado, afirma en su Memorabilia que: «Cuando le apetece a Dios, los buenos espíritus se nos aparecen y también a sí mismos, bajo forma de luminosas y límpidas estrellas, que resplandecen según su grado de caridad y fe, mientras que los espíritus malvados se muestran como bolitas de carbón ardiente».
La existencia del mal, según una consolidada tradición que se encuentra presente sobre todo en las grandes creencias monoteístas, pero también en otras religiones, derivaría de la rebelión, consumada en la noche de los tiempos, por parte de una multitud de ángeles que se negaron a obedecer a Dios y al orden cósmico que Él había creado.
El príncipe de los ángeles rebeldes es Lucifer, «el portador de la luz», «el hijo de la mañana», que también recibe el nombre de Satanás. Sobre él habla, en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías (14, 12-15): «¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora, expulsado de la tierra, tú, el dominador de las naciones? Y tú decías en tu corazón: “Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas del cielo, elevaré mi trono y me asentaré en el monte de la asamblea, en las profundidades del aquilón. Subiré por encima de las cumbres de las nubes, y seré igual al Altísimo”. Pues bien, al seol has bajado, a las profundidades del abismo».
En la Biblia (tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) existen diversos fragmentos sobre la rebelión de Lucifer, pero se echa de menos una descripción detallada de los sucesos acaecidos.
Según el Génesis el mal existía ya antes del hombre, pues la mítica pareja de Adán y Eva fue seducida por el «tentador» en forma de serpiente.
Los ángeles en las otras religiones
El islamismo, como ya hemos dicho, se plantea la existencia de los ángeles y en el Corán se citan más de ochenta veces. Se afirma, por ejemplo: «Todos aquellos que no creen en Dios, en sus ángeles, en sus libros y en sus profetas se perderán en el último día pero de forma muy lejana» (4, 136).
El ángel (malak, «mensajero») es una criatura de luz dotada de alas, pura y perfecta. Pero, a pesar de esto, se sitúa en el último lugar del orden jerárquico que parte de Dios y que continúa con los arcángeles profetas, los seres humanos y los ángeles. Los ángeles, o malaika, protegen a la humanidad y apuntan todas las acciones de los hombres.
Para los místicos sufíes, en cambio, son los seres humanos quienes registran sus acciones, que se analizarán en el día del Juicio Final. «Sobre aquellos que dicen “Nuestro Señor es Dios” y se conforman, descienden los ángeles y dicen: “No tengáis miedo y no estéis afligidos, sino que recibid la buena nueva del paraíso que se os había prometido. Nosotros somos vuestros amigos, en esta y en la vida futura; y allí habrá para vosotros lo que desean vuestras almas y lo que pidáis”» (41, 30-31).
Los musulmanes consideran que Jesús, Isa, es un ser de naturaleza semiangélica y que, junto a los ángeles, se encuentra sentado cerca de Alá.
Entre los arcángeles, el más citado es Gabriel, Jibril, que habló a María de Nazaret y a Mahoma, al cual inspiró en sueños el texto del Corán. Otro de los arcángeles importantes es Miguel, Mikail, que domina las fuerzas de la naturaleza.
Las tareas específicas de los ángeles, antes incluso que la protección de los seres humanos, son la adoración de Dios y el cumplimiento de sus designios. Según el Corán, Dios mandó a sus ángeles a combatir en algunas de las batallas en las que luchó Mahoma: «Él respondió: “De verdad que os ayudaré con mil ángeles