El mundo prodigioso de los ángeles. Susana Rodriguez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Susana Rodriguez
Издательство: Parkstone International Publishing
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная эзотерическая и религиозная литература
Год издания: 2011
isbn: 978-84-315-5168-1
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con una espada, separando a los ángeles buenos de los malos. Aparece en cuatro ocasiones para mostrar que caza demonios al norte, al sur, al este y al oeste. A la derecha los asientos están vacíos: son los que corresponden a los ángeles rebeldes que, en su batalla, caerán a la tierra y se transformarán en diablos murciélagos. Cuando los ángeles se alejan del cielo y se acercan a la tierra, sus vestidos pierden los bellos colores. También existen ángeles cocineros, carpinteros, músicos…

      La cocina de los ángeles, de Bartolomé Esteban Murillo (1618- 1682), museo del Louvre.

      En este cuadro de 1646, de Murillo, se ve un monje en pleno éxtasis, con los pies sin tocarle al suelo. Mientras él levita, los ángeles pasan a la mesa, preparan los platos y los sirven. Se dice que la obra representa al hermano Francisco Dirraquio, encargado de las cocinas, que asiste sorprendido al trabajo de los ángeles que preparan la comida, y que se queda sorprendido por la levitación del superior del monasterio.

      Este cuadro formaba parte de una magnífica serie de doce pinturas ejecutadas para embellecer el pequeño monasterio de los franciscanos de la ciudad de Sevilla, a la que también pertenece Fray Junípero y el pobre.

      Adán y los ángeles músicos, de Stefano di Giovanni, llamado Sasseta (ca. 1400-ca. 1450), museo del Louvre.

      Los ángeles existían mucho antes que el hombre. Un día Dios decidió dar un alma a Adán, y no una cualquiera, sino ejemplar, puesto que era el primer hombre. Sin embargo, el alma no quiso entrar en el cuerpo del primer hombre Adán. Dios pidió a sus arcángeles que entraran en el cuerpo de Adán para tocar música y, entonces, el alma, subyugada, saltó a su interior. Desde aquel día el hombre tiene cuerpo y alma.

      A los ángeles no siempre les corresponde realizar tareas agradables. Así, por ejemplo, tuvieron que encargarse de expulsar a Adán y Eva del paraíso terrenal, por orden de Dios. Algunos ángeles se rebelaron contra Dios, como Satanás.

      San Miguel abatiendo al demonio, de Rafael (1483-1520), museo del Louvre.

      El arcángel Miguel, juez, justiciero y contable de Dios, es el encargado por Él de registrar nuestras buenas y malas acciones en los grandes libros. En este cuadro de Rafael, datado en 1518, Miguel abate a Satanás, el ángel rebelde, que se había negado a prosternarse ante el hombre, tal como Dios le había pedido que hiciera, con el pretexto de que, al haber sido creado a partir de una materia noble, el fuego, él no podía arrodillarse ante el hombre, hecho de limo negro y arcilla.

      Pero Miguel no acaba de vencer a Satanás. A veces lo domina y lo hace prisionero, pero este se escapa y hace temblar al mundo. En el cuadro de Rafael, Miguel está representado con una magnífica indumentaria de caballero, con unos colores vivos que muestran su fuerza divina.

      La Anunciación, del taller de Rogier van der Weyden (1399/1400- 1464), entre 1435 y 1440, museo del Louvre.

      El arcángel Gabriel, príncipe de los mensajeros, siempre está representado con una flor de lis cerca de él. A menudo visita a los hombres mientras duermen, pero muchas veces tiene que volver otra vez a pleno día para hacer entender su mensaje.

      Se cuenta que Gabriel se había aparecido a María, la madre de Jesús, una mañana que ella iba a buscar agua, pero que ella creyó haberlo soñado. Entonces Gabriel volvió al mediodía, acompañado de otro ángel, y le dijo: «Bendita eres, María, y Jesús, tu hijo, nacerá del Espíritu Santo y será bendito».

      Pasado un tiempo, María, advertida por su ángel de la guarda, fue al templo de Jerusalén para hablar a Dios: «Os ruego, Señor, que me enviéis al arcángel Miguel para que esté cerca de mí cuando me llegue la hora de la muerte hasta que mi alma haya salido de mi cuerpo». Tiempo después, María cayó enferma. Los ángeles entraron en su casa, seguidos por el diablo y unos demonios, pero el arcángel Miguel, enviado por el Señor, montaba guardia y los expulsó de allí. Cuando María murió, el arcángel Gabriel y su tropa de ángeles recibieron su alma y la depositaron en una tela de seda blanca, y un cortejo de ángeles músicos acompañó el alma de María hasta el lado de Dios.

      En La Anunciación se ve al arcángel Gabriel representado en una miniatura en el momento de aparecerse a Mahoma. El rostro del profeta es blanco porque no está permitido representarlo. Gabriel reveló el Corán a Mahoma, y también el misterio de la Creación, los cielos y el lugar de los ángeles.

      «Yo, Mahoma, os hablaré de los ángeles que llevan el trono. Cada uno tiene cuatro rostros: uno mirando hacia arriba, otro hacia atrás, otro hacia la derecha y otro hacia la izquierda; uno de hombre, otro de águila, otro de león y otro de toro. El rostro del hombre pedirá a Dios por los hombres; la cara del águila solicitará a Dios el favor de los pájaros; la del león lo hará a favor de los animales de la selva, mientras la del toro suplicará a Dios por los animales domésticos. Estos ángeles tienen seis alas y no cesan de loar a Dios».

      En un cuadro de Giotto, se ve una representación de estos ángeles de seis alas que viven cerca de Dios.

      No hemos de olvidar que el arcángel Gabriel también es profesor y escritor.

Anunciación del nacimiento de Jesús a María (Lucas, I)

      «A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, para visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. El ángel se acercó a ella y le dijo: “¡Te saludo, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ante estas palabras, María se perturbó y se preguntó qué podría significar este saludo. El ángel le dijo: “No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”».

Anunciación del nacimiento de Jesús a José (Mateo, I)

      «Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo”».

La huida a Egipto (Mateo, II)

      «Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”».

La tentación de Jesús (Mateo, IV)

      «Luego el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, entonces tírate abajo. Porque escrito está: ordenará a sus ángeles que te sostengan en sus manos, para que no tropieces con ninguna piedra”».

La aparición a María Magdalena (Juan, XX)

      «Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro y vio ahí a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies».

      La redefinición de la función de los ángeles

      El nacimiento de Dios como hombre en la persona de Jesucristo cuestionará de un modo muy singular el lugar que ocupaban hasta entonces los ángeles y cambiará la orientación de su papel de vínculo entre el hombre y la divinidad: así, a partir de ese momento se convierten únicamente en servidores de su Creador.

      Poco importa desde entonces si su función es la de ensalzador, mensajero o guerrero. Las diferentes funciones tienen sólo un objetivo: servir los designios de Dios – partiendo de la verdad, la luz y el amor– sin olvidar al hombre, para quien fue creado el mundo, y a quien se encargan de asistir en el duro camino de la redención.

      Además, hay muchas citas del Nuevo Testamento que son testigo de esta revolución, fácilmente perceptible desde el anuncio del arcángel Gabriel a María de su divina maternidad. A partir de ese instante, los ángeles ceden efectivamente lugar a su Señor, contentándose con intervenir cuando él se lo pide, explícita o implícitamente. De ese modo pueden luchar junto a Él («¿Crees que no podría invocar a mi Padre, que me daría de inmediato doce legiones de ángeles?», afirma Cristo en