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será esposa del príncipe, porque será digna de él.

      Yo por mí mismo pondré á prueba la virtud de Bekralbayda, porque tratándose de la felicidad de mi hijo, de nadie me fio mas que de mí mismo.

      Despues de haber adoptado esta resolucion he escrito esta gacela, que enrollaré y sellaré, y sobre la cual pondrá Bekralbayda su nombre.

      De este modo, ya la entregue á mi hijo, ya la separe de él, podré hacerla comprender cuáles han sido mis intenciones al pedirla amores, y no podrá dudar de mi nobleza y de mi fé como caballero y como rey.»

      Bekralbayda habia leido lentamente y con acento trémulo este escrito; durante su lectura el corazon del príncipe y de la sultana Leila-Radhyah habian latido violentamente.

      – Ya lo habeis oido, dijo el rey: necesitaba saber si Bekralbayda era digna de mi hijo, y la he sujetado á grandes pruebas: Bekralbayda ha salido de ellas victoriosa: Bekralbayda es la esposa de mi hijo.

      Y asiendo á la jóven de la mano, la arrojó en los brazos del príncipe.

      Los dos jóvenes se arrojaron á los pies del rey Nazar, llorando de alegría.

      Leila-Radhyah lloraba tambien.

      Yshac-el-Rumi, estaba pálido, trémulo, con la vista fija en el suelo.

      En aquel momento resonó fuera una alegre música, y luego alto alarido de trompetas y ronco doblar de timbales y atambores.

      – Ha llegado la hora, dijo el rey Nazar: hoy serán las bodas del sultan de Granada con la noble y hermosa sultana Leila-Radhyah, y las de su hijo el príncipe Mohammet, con el sol de los soles la sultana Bekralbayda.

      Y asiendo de la mano á Leila-Radhyah, salió de la cámara, seguido de su hijo y de Bekralbayda, á los que seguia con paso lento y á alguna distancia con la cabeza inclinada Yshac-el-Rumi, que murmuraba en acento ininteligible:

      – ¡Todos son felices! ¡todos menos yo!

      VIII

      EN QUE SE DA FIN Á ESTA MARAVILLOSA HISTORIA

      Y hubo aquella noche zambra en el alcázar en celebridad de aquellas dobles bodas, y durante ocho dias justas, sortijas, toros y cañas en Bibarrambla.

      Se dieron cuantiosas limosnas á los pobres, y se pusieron en libertad centenares de cautivos.

      Todo el mundo estaba alegre.

      Granada disfrutaba de una paz inalterable bajo el justo y sábio dominio del sultan Nazar; crecia en comercio y en industria, y por lo tanto en riqueza, y en aquellas alegres y felices bodas veian los súbditos de Al-Hhamar el augurio de nuevas prosperidades.

      Solo un hombre asistió triste y silencioso á aquellas bodas, á pesar de que el rey le habia honrado y favorecido nombrándole wacir y concediéndole grandes mercedes.

      Aquel hombre era Yshac-el-Rumi.

      Terminadas las fiestas, Yshac desapareció sin despedirse del rey ni de Leila-Radhyah, ni del príncipe ni de Bekralbayda.

      En vano el rey movido de piedad, porque creia comprender la causa de la desaparicion de Yshac, ofreció una fuerte cantidad al que le encontrase.

      Nadie supo lo que habia sido de él.

      Entretanto la construccion del Palacio-de-Rubíes continuaba.

      Nazar le habia dado su nombre.

      Aquel alcázar que prometia ser maravilloso, se llamaba la Alhambra40.

      Al-Hhamar habia terminado la Alcazaba que mira al occidente, donde se levantan aún la torre de la Vela, la del Homenage y los Adarves; la plaza de las Cisternas, colocadas entre el muro interno de la Alcazaba y la fachada principal del alcázar, y toda la parte de este, desde la plaza de las Cisternas (hoy de los Algibes) hasta la torre de las Siete Bóvedas, y la de las Infantas; lo restante del recinto crecia: levantábanse ya sobre la ladera del monte los muros de Djene-al-Arife41, mas arriba los del castillo de la Silla del Moro, mas allá, en el cerro del Sol, los del palacio de los Alijares, y por último, sobre la colina de Al-Bunets (hoy de los Mártires), crecian los muros del recinto de las Torres Bermejas.

      Pero Al-Hhamar no pudo ver terminado su alcázar; solo habia visto parte de él: la torre del Juicio; la parte en que hoy se alza el palacio del emperador Cárlos V; la gran mezquita en cuyo mirab habia ocho columnas con capiteles de oro, en cuyo lugar se levanta hoy la iglesia de Santa María; la mezquita del palacio que aun se conserva; el patio del Mexuar ó del Consejo (hoy del Estanque ó de los Arrayanes); la sala de Comares y el Mirador de la sultana.

      Los demás retretes, cámaras, patios, jardines y departamentos estaban únicamente comenzados, trazados, preparados, pero en embrion.

      Sus nietos debian terminar aquella maravilla.

      Su hijo, su nieto y su biznieto continuaron lentamente su construccion.

      Su tercer nieto Ismail Abul-Walid concluyó el delicioso palacio del Generalife; por último, su cuarto nieto Juzef-Abul-Hhedjadj, vió al fin completo aquel acrópolo inmenso que cubria cuatro montes, compuesto por la Alhambra, por el Generalife, por el palacio de la Silla del moro, por el de los Alijares y por las Torres Bermejas.

      Por el año de la Hegira 650, durante la luna de Xawan, unos labradores trajeron al rey Nazar, que ya contaba sesenta años, una caja de lata cerrada, sobre la cual se leia.

      «Solo el poderoso sultan Nazar ó su hijo, si ha muerto, cuando se encuentre esta caja deben ver, so pena de traicion de quien la encuentre, lo que en ella se contiene.»

      Aquella caja se habia encontrado en lo profundo de una gruta del rio Darro, cuya entrada correspondia á un ensanchamiento en que habia un remanso, entre las ropas podridas de un esqueleto humano.

      El rey Nazar mandó abrir aquella caja, y dentro se encontró un pergamino muy bien conservado, en que se leia lo siguiente:

      «Yo amaba con toda mi alma á la sultana Leila-Radhyah.

      Pero jamás conoció esta mi amor.

      Leila-Radhyah amaba á un poderoso rey.

      Yo la vengué de su enemiga, cuya sombra lívida acompaña á mi espíritu condenado, y la entregué al rey á quien amaba y la hice dichosa.

      He cumplido la última voluntad de Daniel-el-Bokarí: su hija será sultana y el Palacio-de-Rubíes se levantará sobre cuatro montes.

      Pero no he podido sobrevivir á mis celos.

      No he podido ver á Leila-Radhyah entre los brazos de otro hombre.

      He preferido la muerte, y un tósigo me ha abierto las puertas de la region de las sombras.

      Para que se sepa cuánto he amado á Leila-Radhyah, y cuánto he sufrido por ella; para que se sepa hasta qué punto me he sacrificado por cumplir el último y ardiente deseo de mi único amigo, dejo escrito este pergamino que algun dia se encontrará sobre mi cadáver.==Yshac-el-Rumi.»

      El rey se enjugó una lágrima y mandó poner en un sepulcro de mármol los restos de Yshac-el-Rumi con esta inscripcion.

      «En el nombre de Dios piadoso y misericordioso: el sultan Nazar á los restos del mártir del amor y de la amistad. Que Dios, el Altísimo y Unico tenga compasion de su alma.»

      El Mirador de la sultana permaneció cerrado y deshabitado mientras vivieron los que tenian memoria de la desastrosa muerte que habia sobrevenido en él á la terrible sultana Wadah.

      Hay quien cree que durante las oscuras noches de tormenta se ven vagar dos sombras blancas y diáfanas que exhalan de sí una claridad ténue, mate y pálida, por las galerías del Mirador de la sultana, precedidas de un buho que vuela lentamente en derredor de las columnas.

      ¿Serán las sombras de la sultana Wadah y de Yshac-el-Rumi? ¿de la víctima y del verdugo?

      ¿Será aquel buho Abu-al-Abu?

      ¿Será,


<p>40</p>

Al-Q'ars-al-hhamar castillo del Rojo, por corrupcion Alhambra.

<p>41</p>

Generalife.