2. Мне нужно учиться перед завтрашним экзаменом.
3. Им нравится путешествовать по миру.
4. Хочешь поесть в том новом ресторане?
5. Мой брат умеет играть на гитаре очень хорошо.
6. Важно говорить на нескольких языках в современном мире.
7. Я предпочитаю читать книги вместо того, чтобы смотреть телевизор.
8. Давайте играть в футбол в парке!
9. Моя мама обычно готовит вкусную еду.
10. Я бы хотел/хотела научиться танцевать сальсу.
3.
1. Yo soy estudiante.
2. Tú eres muy inteligente.
3. Él es médico.
4. Ella es amable.
5. Nosotros somos deportistas.
6. Vosotros sois estudiantes de español.
7. Ellos son simpáticos.
8. Ellas son artistas.
Capítulo 3
Ya hace un rato largo que los habitantes pacíficos de Toledo cierran con llave las pesadas puertas de sus antiguas casas[27]. La campana gorda de la catedral anuncia la hora del toque de queda.
En lo alto del alcázar, convertido en cuartel, se escucha el último toque de silencio de los clarines. Diez o doce oficiales se han ido reuniendo en la plaza de Zocodover y toman el camino que lleva al convento donde vive el capitán[28]. Están animados, pero más por la esperanza de disfrutar las botellas prometidas que por el deseo de conocer la maravillosa escultura[29].
La noche está oscura y amenazante. El cielo está cubierto de nubes de color gris. El aire, atrapado en las estrechas y retorcidas calles, agita la tenue luz de los faroles o hace girar con un chirrido agudo las veletas de hierro de las torres.
Los oficiales ven la plaza donde se encuentra el alojamiento de su nuevo amigo[30]. El capitán, impaciente, sale a recibirlos. Después de intercambiar algunas palabras en voz baja, todos entran juntos en la iglesia. En el oscuro recinto, la débil luz de una linterna lucha con las sombras densas y espesas.
– ¡Por Dios! – exclama uno de los invitados, mira a su alrededor. – ¡Este lugar no es el más adecuado para una fiesta![31]
– En efecto, – dice otro, – nos traes aquí para conocer a una dama y apenas si vemos nuestros propios dedos. Es un sitio muy oscuro.
– Y, sobre todo, hace un frío que parece que estamos en Siberia[32], – añade un tercero, abrigándose en su capa.
– Calma, señores, calma, – interrumpe el anfitrión. – Todo se provee. ¡Eh, muchacho! – prosigue, dirigiéndose a uno de sus asistentes. – Busca un poco de leña por ahí y enciende una buena hoguera en la capilla mayor. Tengo el placer de presentaros a la dama de mis pensamientos[33]. Creo que convenís conmigo en que no exagero su belleza.
Los oficiales vuelven los ojos al punto que les señala su amigo, y una exclamación de asombro escapa involuntariamente de todos los labios.
En el fondo de un arco sepulcral revestido de mármoles negros, se arrodilla delante de un reclinatorio, con las manos juntas y la cara vuelta hacia el altar, ven, en efecto, la imagen de una mujer tan bella, que jamás sale otra igual de manos de un escultor, ni el deseo puede pintarla en la fantasía más soberanamente hermosa.
– ¡En verdad que es un ángel! – exclama uno de ellos.
– ¡Lástima que sea de mármol! – añade otro.
– No hay duda de que aunque solo sea la ilusión de estar junto a una mujer tan bella, es suficiente para no despegar los ojos en toda la noche[34].
– ¿Y no sabéis quién es ella? – preguntan algunos de los que contemplan la estatua al capitán, que sonríe satisfecho de su triunfo.
– Recordando un poco del latín que supe en mi niñez, consigo, con dificultad, descifrar la inscripción de la tumba, – contesta el capitán. – Y por lo que puedo comprender, pertenece a un título de Castilla, famoso guerrero que hizo la campaña de Italia con el Gran Capitán; he olvidado su nombre, pero su esposa, que es la que veis, se llama doña Elvira de Castañeda[35]. Por mi fe, si la copia se parece al original, debe ser la mujer más hermosa de su siglo.
Después de estas breves explicaciones, los invitados, que no pierden de vista el objetivo principal de la reunión, abren algunas de las botellas y se sientan alrededor del fuego. El vino empieza a circular entre ellos.
A medida que beben más y más, y el vapor de la burbujeante bebida comienza a afectar sus cabezas, la fiesta se anima[36]. Los jóvenes lanzan los cascos de las botellas vacías hacia las estatuas de piedra junto a los pilares, cantan canciones alegres y ruidosas, y algunos ríen a carcajadas, aplauden o discuten con palabras fuertes.
El capitán bebe en silencio, sin dejar de mirar la estatua de doña Elvira. Iluminada por el resplandor rojo del fuego y a través de la confusa nube que la embriaguez ha puesto frente a sus ojos, le parece que la figura de mármol se transforma a veces en una mujer real[37].
Piensa que ve cómo sus labios se abren como si estuviera murmurando una oración, cómo su pecho se levanta como si estuviera angustiado y sollozante, cómo cruza las manos con más fuerza y cómo sus mejillas se ruborizan, como si estuviera avergonzada ante ese espectáculo sacrílego y desagradable.
Los otros oficiales, que notan la tristeza callada de su amigo, lo sacan de su ensimismamiento y le ofrecen una copa, diciendo todos juntos:
– ¡Vamos, brinda tú que eres el único que no lo ha hecho en toda la noche!
El joven toma la copa, se pone de pie y la levanta en alto, mirando a la estatua del guerrero arrodillado junto a doña Elvira.
– Brindo por el Emperador y por la suerte de sus armas, gracias a las cuales podemos venir hasta el fondo de Castilla[38], – dice el joven.
Los militares reciben el brindis con aplausos, y el capitán va hacia la tumba.
– No… – dice a la estatua del guerrero, con una sonrisa tonta propia de la embriaguez… – no creas que te guardo rencor porque te veo como un rival…[39] Al contrario, te admiro como un esposo paciente, un ejemplo de paciencia y mansedumbre, y también quiero ser generoso. Tú serías un bebedor por ser soldado… no puedo permitir que mueras de sed mientras vaciamos veinte botellas… ¡toma![40]
Diciendo esto, lleva la copa a sus labios, se humedece los labios