Cada uno de nosotros anhela desempeñar un trabajo importante.
Podría contarte historia tras historia de personas que solían ser parte de ese miserable 70%. Por ejemplo, mi amigo Jim, que se pasó 40 años manejando el almacén de muebles de su familia en lugar de ir tras su pasión por las leyes. O Rachel, que estuvo 10 años trabajando en el campo bancario, soñando con ser organizadora de eventos.
Lo mismo le ocurrió a Noah, un ejecutivo de ventas de unos 30 años de edad que siempre quiso entrenar fútbol americano en la escuela secundaria. Ellos tres anhelaban perseguir sus sueños y hacer más para alcanzarlos.
Yo entiendo ese sentimiento porque también estuve en esa misma posición.
Algo tenía que cambiar
Durante años, soñé con ser locutor de alguna emisora radial, pero yo también era uno de los que hacía parte de ese 70% atrapado en un trabajo que no amaba.
Entonces, algo me impactó una mañana.
Me encontraba sentado en el patio trasero de mi casa, con café en mano, mirando hacia el bosque y sintiéndome perdido y completamente frustrado. Lo único en lo que pensaba era en la distancia que existía entre donde me encontraba en ese instante y donde quería estar. Mi mente iba a gran velocidad. Me preguntaba: ¿Será demasiado tarde para empezar algo nuevo? Y si no es, ¿qué pasará si lo intento y fallo? ¿Qué dirán mi esposa, mi familia y mis amigos si les digo que voy a dejar mi trabajo para probar algo nuevo? ¿Sí será posible para mí iniciar una carrera en el campo de la radiodifusión? Para ser sincero, sentía vergüenza de no haber hecho ningún progreso con respecto a ese objetivo. Sabía que algo tenía que cambiar.
Mi sueño y solo mi sueño
Entonces, ocurrió. Comprendí que mi sueño era real para mí y solo para mí. Yo estaba esperando 100% a que alguien viniera y pusiera en mi regazo un empleo como radiodifusor. Y como eso no sucedía, en lugar de hacer algo para conseguirlo, decidí hacerme una fiesta de autocompasión. La verdad es que nadie en el mundo entero estaba sentado en su patio trasero pensando en cómo ayudar a Ken Coleman a conseguir el trabajo de sus sueños.
¡Ese era mi sueño y solo mi sueño!
Comprender esa verdad fue tanto aterrador como liberador. Fue aterrador, porque comprendí que, si alguna vez me convertía en radiodifusor, yo era el único que podía lograr que así fuera. Y fue liberador, porque esa verdad me dio la patada en el trasero que necesitaba para dejar de sentir compasión por mí mismo y comenzar a hacer lo que fuera necesario para ir tras mi sueño.
¡Vaya, si me sentí entusiasmado! Pero también, un poco asustado. ¡Bueno, está bien! Me sentí muy asustado. Durante los siguientes días, mientras procesaba lo que me sucedió, recordé un pasaje de William Hutchison Murray que leí una vez y que me dio la fortaleza que necesitaba para continuar mi marcha:
“Hasta que uno no se compromete, existen dudas, ganas de retroceder y angustia ante su posible ineficacia. Con respecto a todos los actos que tienen que ver con iniciativa (y creación), hay una verdad elemental que, al ignorarla, mata innumerables ideas y planes espléndidos. Esta es que, desde el momento en que uno se compromete definitivamente, la Providencia también hace su parte. Todo tipo de cosas ocurren para ayudarnos que, de otra manera, nunca hubieran ocurrido. Una gran cantidad de eventos surgen a partir de una decisión, planteando a nuestro favor todo tipo de imprevistos, eventualidades y asistencia material como las que ningún ser humano habría soñado que le ocurrirían, ni de esa manera. He aprendido a tener profundo respeto por una de las afirmaciones de Goethe: ‘Comienza a hacer ya lo que puedes o lo que sueñas que puedes hacer. ¡La audacia está hecha de genialidad, poder y magia!2”.
Murray fue un alpinista escocés de la década de 1930 que se hizo famoso por escalar en Western Highlands durante la temporada invernal3. ¿Te imaginas la determinación y la habilidad que se necesitan para escalar montañas? ¿Y en invierno? Pensando en las palabras de Murray, me di cuenta que conseguir el trabajo de tus sueños es muy parecido a escalar una montaña. Para lograr ambas metas se requiere de valentía. En ambas necesitas a tu alrededor a las personas adecuadas que te ayuden a lograrlo. Ambas te exigen que aprendas a medida que avanzas. Y, en última instancia, para alcanzarlas, es crucial que des un paso audaz a la vez.
Un paso audaz a la vez
Ese primer paso hacia el trabajo soñado es siempre el más aterrador. Mi amigo Jim decidió darlo al inscribirse en clases de derecho a la edad de 52 años. Rachel comenzó a usar sus tardes para trabajar como pasante en una empresa local de eventos. Y después de su jornada de trabajo, Noah regresó a la escuela y comenzó a servir como voluntario con un equipo local de fútbol de la escuela secundaria.
Ese primer paso hacia un trabajo soñado siempre es el más aterrador.
¿Y yo? Yo resolví abandonar el patio de mi casa y comencé a buscar el trabajo de mis sueños. No siempre fue fácil. Hubo días —incluso semanas— en que me sentí asustado, muy nervioso y sin esperanzas. Otros días, comenzaba por sentirme emocionado y lleno de ímpetu y terminaba preguntándome si debía rendirme. Pero seguí adelante y cada paso que subía por la montaña me acercaba más a donde deseaba estar. ¡Y ahora, siete años después, llegué a la cumbre! Soy el anfitrión de mi propio programa diario en la radio, The Ken Coleman Show, y desde allí les ayudo a otras personas a acercarse al trabajo de sus sueños.
¿Eres tú uno de los millones de trabajadores que hacen parte de ese 70% que mencioné hace un momento? ¿De los que temen ir a trabajar todos los días, porque no les apasiona su trabajo? ¿Estás mirando hacia tu “Monte Everest” personal sin saber cómo dar el primer paso? El plan descrito en este libro te ayudará a llegar a la cumbre. Y esta es la emocionante verdad: encontrar oportunidades para hacer lo que amas es tan simple como rodearte de las personas adecuadas y estar en los lugares indicados. A esto es a lo que yo llamo el Principio de proximidad.
Entonces, si ya estás listo para dar ese primer paso audaz, comencemos ahora mismo.
Prólogo
Dave Ramsey
Cuando tenía unos 12 años, le pedí a mi papá algo de dinero para ir con mis amigos a la tienda a la que solíamos ir. Nunca olvidaré su respuesta:
“Tú no necesitas dinero. ¡Lo que necesitas es un trabajo!”
Lo siguiente que supe fue que me encontraba tocando puertas por todo Antioch, Tennessee. Cada vez que alguien me prestaba atención, yo le entregaba una de mis tarjetas de presentación y le solicitaba el “privilegio” de suplirle todas sus necesidades en cuanto al cuidado de su césped.
Muy pronto, Dave’s Lawns tuvo docenas de clientes y pasé un verano acalorado cortando el que pareció ser un brote de hierba en todo mi vecindario.
Por supuesto, desde entonces, he tenido varios trabajos. Empecé vendiendo bienes raíces cuando estaba en la escuela secundaria y me moví en ese campo hasta que entré a la universidad. Y si conoces mi historia, sabrás que gané mucho dinero cuando era joven; después, lo perdí todo y luego, con la ayuda de Dios y a partir de las cenizas que quedaron de mi bancarrota, construí Ramsey Solutions.
¡El mío ha sido un viaje bárbaro y he tenido mucho trabajo! Pero el trabajo duro es una característica por la cual Ramsey se ha dado a conocer a lo largo de los años. De hecho, la esencia de nuestro ancestro familiar se ha ido definiendo mediante dos palabras latinas. La primera es orar y la segunda es trabajar.
Además, como cristiano, creo que el trabajo es una bendición, no una maldición. En los primeros capítulos de la Biblia, vemos que Adán y Eva tienen un trabajo que hacer: cuidar un jardín. Antes que el pecado entrara al mundo, Dios les dio a esas dos primeras personas un propósito a través del trabajo. Y hoy, Él sigue queriendo que todos encontremos un propósito en nuestro trabajo.
¡Así es! Dios quiere que tú encuentres algo que ames hacer y lo hagas para Su Gloria y no solo para que te conformes con un empleo y un cheque de pago.
Si