A manera de cierre. Hacia una arqueología de la violencia
Los trabajos artísticos de Erika Diettes y Juan Manuel Echavarría tienen que ver más que con la memoria, con la arqueología, es decir, más que ser un trabajo que busque activar formas de recordación de hechos violentos o documentar acontecimientos específicos, se detiene en gestualidades, ruinas, objetos personales o incrustados en la selva, prácticas fúnebres que son reunidas, ordenadas, recubiertas de sentido y presentadas a los otros con un nuevo matiz, con una nueva significación. Su rol como artistas gravita en esa doble condición de mediadores y traductores. Proyectan, en todo caso, una apuesta por resignificar la experiencia de la violencia política, por hacer transmisibles algunos de sus sentidos e inscripciones.
Estas prácticas artísticas juegan un papel de frontera, de membrana permeable, de umbral, en la medida en que se sitúan justo en el límite, en la intersección entre los marcos disciplinares de la investigación social, los discursos críticos y el cuerpo como exterioridad que evidencia en su gestualidad y en su rostro las tramas biopolíticas de su acontecer y su exposición. El arte archiva la violencia en la medida en que permite hacer visible lo que la palabra no alcanza y lo que en el cuerpo se desborda como pura gestualidad.
Sin embargo, aquí la noción de archivo no es comprendida como un depósito donde se ordena información siguiendo patrones hegemónicos, sino más bien como un dispositivo de enunciación, visibilidad y performatividad que va consolidando un registro fragmentario del pasado marcado por la violencia. Los contenidos de esta forma de archivo no son datos, cifras, fechas depositadas y ordenadas, sino gestualidades, inscripciones, símbolos, objetos, testimonios que exceden el sentido particular de los hechos a los cuales hacen referencia directa y se expresan como arqueologías del pasado. En este caso archivo es, siguiendo a Agamben:
La masa de lo no semántico inscrita en cada discurso significante como función de su enunciación, el margen oscuro que circunda y delimita cada toma concreta de palabra. Entre la memoria obsesiva de la tradición, que conoce sólo lo ya dicho, y la excesiva desenvoltura del olvido, que se entrega en exclusiva a lo nunca dicho, el archivo es lo no dicho o lo decible que está inscrito en todo lo dicho por el simple hecho de haber sido enunciado, el fragmento de la memoria que queda olvidado en cada momento en el acto de decir yo.35
En última instancia, estas expresiones implican un ejercicio de apertura de nuestra capacidad política y cultural de mirar y actualizar el pasado, un proceso de recalibración de nuestra manera de recordar, la percepción de otras formas de aproximarse a la emergencia del recuerdo y de construir sentido crítico frente a la violencia en Colombia. Retomando aquí a Castillejo: “Archivar significa, en este sentido, agrupar, significar o asignar sentido, en la medida en que el pasado se nombra”.36
Tales prácticas configuran archivos culturalmente transmisibles y, por tanto, formas de arqueología de la violencia, en la medida en que atienden a esa naturaleza de resignificación a la que apunta Foucault con relación a la historia,37 en la que el documento ya no responde al ordenamiento lineal y limpio del pasado, a su memorización y fosilización en el registro, sino más bien a la enunciación y, en este caso, a la visibilización como estrategia configuradora para ampliar las posibilidades que abre la comprensión de sus rupturas y discontinuidades para el presente y el futuro.
El lugar del arte implica una distancia crítica frente al marco de las alteridades que conforman la violencia y la guerra, lo cual no implica la negación de su compromiso con la realidad política, sino más bien que sus formas concretas de intervención no terminen ahogándose en la expresión formal de la ideología o en lecturas victimizantes y le permita, por el contrario, una labor, al mismo tiempo poética y política de constante pregunta, de constante cuestionamiento frente a los relatos mediáticos y objetivables que llaman al olvido, a las conclusiones definitivas, a los informes finales.
En la mitología griega, Medusa, transformada en monstruo por Atenea, convertía en piedra a todo aquel que se expusiera a la luz resplandeciente de su mirada. Podríamos pensar, si el ejercicio del lenguaje nos lo permite, que la violencia en Colombia es una especie de Medusa que paraliza, silencia y convierte en piedra a quien la mira de frente. El arte, en este caso, sería una posibilidad de mirar a la violencia de forma oblicua, es decir, las prácticas artísticas se convierten en una forma de mirar a la violencia sin quedar petrificados.
Bibliografía
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Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auswitchz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Valencia: Pretextos, 2000.
Bal, Mieke. “Arte para lo político”. Revista electrónica Estudios Visuales, nro. 7 (2010): 40-65.
Castillejo, Alejandro. Los archivos del dolor. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008.
Das, Veena. Sujetos del dolor, agentes de dignidad. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2008.
Diettes, Erika. “‘En el dolor es donde somos iguales’, una charla con la artista Erika Diettes”. Entrevista por José Puentes Ramos. Semana rural, Bogotá, 27 de agosto de 2018.
Foucault, Michel. La arqueología del saber. México: Siglo XXI, 2010.
Gamboa, Alejandro. “Víctimas del arte: Reflexiones en torno a la representación de la guerra en Colombia”. Calle 14 11, nro. 19 (2016): 30-43
García Márquez, Gabriel. Todos los cuentos. Bogotá: La Oveja Negra, 1986.
Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: Visor, 1991.
Rancière, Jaques. El malestar en la estética. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2011.
Rancière, Jacques. “El teatro de las imágenes”. En Alfredo Jaar. Política de las imágenes, editado por Adriana Valdés, 69-89. Santiago de Chile: Metales Pesados, 2017.
Rubiano, Elkin. “Réquiem NN, de Juan Manuel Echavarría: entre lo evidente, lo sugestivo y lo reprimido”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 12, nro. 1 (2017): 33-45.
*El presente trabajo es uno de los resultados parciales del proyecto de investigación Mediaciones estéticas y expresividades de la memoria, llevado a cabo por el grupo de investigación Arte y Cultura de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira. Dicho proyecto se encuentra inscrito en y es financiado por la Vicerrectoría de Investigaciones, Innovación y Extensión de la UTP.
1.Jaques Rancière, El malestar en la estética (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2011), 27.
2.Rancière, El malestar, 28.
3.Rancière, El malestar, 28.
4.Rancière, El malestar, 29.
5.Rancière, El malestar, 30.