Pero lo que aquí nos interesa es que cada una de esas secciones y libros de El Capital, con sus respectivas categorías, esquemas, hipótesis, leyes (de tendencia) y teorías, no pueden ser desglosados, desmembrados y desarticulados en forma inconexa —violentando la lógica dialéctica a través de la cual Marx los fue metódicamente exponiendo— para reutilizarlos de forma deshilachada según las conveniencias u oportunidades del momento. Como bien advierte Ruy Mauro Marini: “el hilo lógico de la construcción teórica de Marx no puede ser roto, so riesgo de incurrir en un eclecticismo que invalida la capacidad explicativa” [de toda la obra] (Marini 1979a). Aunque en esta advertencia metodológica Marini hace particular énfasis en el riesgo de aislar y tomar por separado los esquemas marxianos de reproducción del capital en sectores (tal como aparecen en el libro segundo) para volverlos compatibles con diversos esquemas tradicionales de la CEPAL; desde el más primitivo, que divide la economía de un país (exclusivamente en escala nacional) entre un sector “primario” (dedicado a la extracción de materias primas) y uno “secundario” (volcado a la producción industrial) hasta otros más refinados, diferenciados y que cuentan con mayor cantidad de “sectores” y “departamentos”; su sugerencia vale para el conjunto de los diversos libros de El Capital.
En definitiva, la lógica dialéctica empleada en la exposición de Marx va enhebrando diversas categorías (relaciones sociales históricamente determinadas, expresadas a nivel conceptual), hipótesis y leyes de tendencia, descubiertas luego de arduas, extensas y casi incontables investigaciones empíricas, hasta derivar en la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia (y sus “causas contrarrestantes”). Aunque es inocultable que la principal obra de Marx quedó inacabada por la muerte de su autor (de allí que fuera su compañero Engels quien publicara los libros segundo y tercero, tomando como base los manuscritos marxianos), no se puede mutilar, descuartizar y desmembrar El Capital, intentando apoyarse exclusivamente en la teoría del valor, dejando a un lado los esquemas de reproducción, a la hora de intentar explicar el sistema capitalista. De igual modo, resulta completamente inválido extraer de todo el discurso crítico de Marx aquellos esquemas de reproducción que, en tanto abstracción lógico-metodológica, intentan captar la lógica de reproducción del sistema, para extrapolar dichos esquemas hacia otros paradigmas provenientes de la economía burguesa convencional, desligándolos de su concepción de la crisis.
Tampoco resulta científicamente plausible pretender “refutar” la teoría del valor por las oscilaciones de los precios de mercado (supuesta “inconsistencia lógica” que ya intentó infructuosamente argumentar Eugen von Böhm-Bawerk, cuando sostuvo que el libro primero de El Capital giraba en torno a la teoría del valor, mientras el libro tercero habría desobedecido esa teoría al explicar la superficie apariencial del mercado capitalista recurriendo a las hipótesis de la tasa de ganancia media y los precios de producción (Böhm-Bawerk [1896] 1974: 49). La lógica dialéctica que todos estos críticos de Marx desconocen no es un “adorno” decorativo, sino el corazón del proyecto crítico de Marx. Sólo al precio de violentarla, se puede “estirar” o “achicar” El Capital para volverlo digerible y compatible con los discursos convencionales de la ciencia social.
¿Cuál es el método que articula entonces estas diversas teorías expuestas a lo largo de los diferentes libros de El Capital? El método en cuestión —incomprendido, soslayado o incluso despreciado por gran parte de sus impugnadores— es el método dialéctico (Marx [1873] 1988, T. I, Vol. 1: 20), que permite articular lo lógico y lo histórico, lo genérico y común a todas las sociedades que conforman el sistema mundial capitalista y lo específico a cada una de sus formaciones económico sociales (Lenin [1894] 1960, T. 1: 149-150, 154-155, 157-158, 170, 190, 194, 201, 205, 232).
Ese método dialéctico, de carácter procesual-estructural (Lenin [1914] 1960, T. 38: 92; Lukács [1923] 1982: 5, 11; Kosik [1963] 1989: 203; Zeleny [1968] 1984: 24, 77, 173-178; Rosdolsky [1968] 1989: 620; Kohan, 2016: 101-119) comienza por abstracciones (generalizadas históricamente en el capitalismo desde inicios de la modernidad eurocéntrica hasta nuestros días) y va concretizándose cada vez más, en dirección hacia la explicación del sistema capitalista mundial entendido como la mayor totalidad concreta (Osorio 2004: 14-15); punto de llegada de sus diversos planes de investigación.
La consistencia y coherencia metodológica de Marx en esta perspectiva dialéctica que se enfoca hacia el mercado mundial puede corroborarse si focalizamos nuestra atención en los planes de redacción de El Capital. Es sabido que a la hora de organizar la redacción de su principal obra, Marx no elaboró un plan único sino varios planes, dentro de un mismo proyecto de investigación de crítica de la economía política.
La enumeración y el ordenamiento de todos estos planes que se encuentran dispersos en los numerosísimos escritos de Marx —editados e inéditos, incluyendo la correspondencia— fue pergeñada por Roman Rosdolsky. Enrique Dussel va todavía más lejos, pues sostiene que: “Al menos existen unos 19 planes hasta el 30 de abril de 1868” (Dussel 1988: 17). A partir de estos planes —sean 14, en la opinión de Rosdolsky o 19 en la versión de Dussel— se ha suscitado toda una polémica sobre si Marx abandonó el plan de investigación y exposición inicial de 1857 o lo prosiguió. Uno de los primeros que llamó la atención al respecto es Henryk Grossmann en 1929. Para este integrante marxista de la Escuela de Francfort sí hay un cambio de planes que se debe principalmente a consideraciones metodológicas, explicadas por él luego de ajustar cuentas con las defecciones teóricas de Karl Kautsky y toda la Segunda Internacional (Grossmann [1929] 1984: 55 y ss.). La contestación a Grossmann vino mucho más tarde, en 1951 como ensayo y en 1970 como libro, por parte de Otto Morf. La investigación (y periodización) de Rosdolsky se sitúa en el contexto de ese debate. Para Maximilien Rubel, editor de una versión de El Capital en francés que no respeta el ordenamiento seguido por Engels, Marx no cambió el plan original. Rubel acusa a los que sostienen esa tesis de que, en el fondo, quieren dar a entender que El Capital está concluido, lo cual califica de “indecente, por no decir más”. Los editores alemanes y soviéticos del IMEL (Instituto Marx Engels Lenin) afirman que “ese plan [el de 1857. N. K.] se alteró repetidamente”. Puede seguirse todo este debate, en forma resumida y comentada por Manuel Sacristán, en la introducción del traductor, especialista y editor catalán de la edición de El Capital que en Barcelona publica Obras de Marx y Engels [OME, Grijalbo], quien traduce de la cuarta edición alemana corregida por Engels, en lugar de la segunda edición alemana [1872-1873] corregida por Marx, como hace Pedro Scaron en la versión de editorial Siglo XXI que nosotros utilizamos en este trabajo (Sacristán 2004: 158-162).
La estructura global de su obra fue repensada y rediseñada varias veces por Marx. Sintéticamente, pueden recorrerse esos diversos planes en la siguiente secuencia (Rosdolsky [1968] 1989: 85):
Septiembre 1857: Grundrisse: 28-29
Octubre 1857: Grundrisse: 138-139
Noviembre 1857: Grundrisse: 175
Noviembre 1857: Grundrisse: 186
Febrero 1858: Carta de Marx a Lasalle, 22/2/1858
Abril 1858: Carta de Marx a Engels, 2/4/1858
Junio 1858: Grundrisse: 855-859
Enero 1859: Contribución a la crítica de la economía política, prefacio. p. II.
Febrero-marzo 1859: Grundrisse: 969-978