[…] los moldes en que ha venido desarrollándose la acción colombiana ya son estrechos y caducos; que es preciso orientarla por nuevos caminos hacia mejores fines y renovar métodos y sistemas […] no puede Colombia permanecer atada a conceptos, a rutinas, a criterios ya estériles en el pasado […]. En nuestro suelo no existe el problema indígena, como lo tienen Bolivia, Perú, Ecuador; no existe el militarismo caudillesco, como en Venezuela y Méjico; tenemos un pueblo uniforme, de una sola lengua y análogas costumbres, de espíritu eminentemente civil, y en el que crece la libertad como planta robusta y frondosa; tenemos la paz segura y debemos tener la fe y la esperanza, como alicientes para trabajar por lo muchísimo que nos falta, contra esas enormes deficiencias que nos mantienen en un puesto oscuro y humilde cuando con mejor dirección y mayor esfuerzo podríamos ocupar uno muy superior.31
2. El Centro Universitario de Propaganda Cultural (CUPC)
En este ambiente de debate, el joven estudiante Jorge Eliécer Gaitán se inventó el Centro Universitario de Propaganda Cultural con el fin de darle a las conferencias un carácter ambulante, de llevar cultura, ciencia y política a la provincia cercana y remota, de establecer allí núcleos de propaganda científica y de preparar las condiciones favorables para la creación de una universidad popular:
Que vayan nuestros compañeros a todos los barrios de la ciudad a decir a las clases trabajadoras, en forma sencilla, de manera que fácilmente entiendan, muchas verdades científicas que ellos no deben ignorar. Que en vez de vacuos teorizantes, que ningún bien van a llevarles y sí muchos males, reciban esos obreros en su seno a los jóvenes que quieren compartir con ellos el jugoso fruto de la ciencia. Que en vez de consagrar su atención a los vanos provechos de los que Gustavo Le Bon definió llamándoles los deseadores, no del triunfo del socialismo, sino del triunfo de los socialistas, oigan ellos a los que van a decirles que el triunfo del hombre, solo puede esperarse de sus propios esfuerzos, que las leyes de la humanidad no se detendrán porque miles de hombres griten locas quimeras, y que reservando esas leyes el triunfo a los fuertes, se hagan ellos fuertes por la ciencia, por el trabajo y por la virtud.32
Se trataba de un sistema de divulgación científica que pretendía también un intercambio de conocimientos entre los estudiantes: que los abogados adquirieran conocimientos en medicina y viceversa, que los ingenieros se empaparan de teorías sociales, y así sucesivamente. Y lo interesante era que los estudiantes no se salían de los marcos de la legalidad. El joven Gaitán se dirigía al ministro de instrucción pública, el futuro presidente Miguel Abadía Méndez, en busca de respaldo.
Así, las primeras conferencias programadas por el CUPC se realizaron en el foyer del Teatro Colón. El primero en intervenir el 19 de mayo fue Julio Manrique, un “eminente hombre de ciencia”. Habló durante una hora sobre el contagio de las enfermedades (fiebre tifoidea, difteria, tuberculosis, lepra) y las maneras de prevenirlas.
El 24 de mayo Jorge Eliécer Gaitán informó a El Tiempo que el Centro de Extensión Universitario había organizado una serie de conferencias para obreros sobre temas científicos que serían dictadas en las plazas de Nariño y Las Aguas. Las dos primeras versarían, la una sobre electricidad y la otra sobre vapor. El 2 de junio de 1920, por invitación del CEU, Max Grillo pronunció en El Colón una conferencia sobre “los comienzos de la literatura en Colombia”. Y en los inicios de junio empezó un ciclo de conferencias en la localidad de Facatativá. Intervino Julio Pardo Dávila acerca de temas relacionados con la agricultura: métodos antiguos, sistemas empleados en Europa y el sistema que debería aplicarse en Colombia. El 24 de junio arribaron en tren a Zipaquirá los conferencistas que iban a inaugurar las exposiciones. El primero en intervenir fue Julio Pardo Dávila, quien habló sobre la servidumbre del agua. Para finales del mismo mes estaban instalando la extensión universitaria en Girardot e Ibagué. En la primera, Joaquín Fajardo habló sobre sífilis, y en la segunda, Joaquín Caicedo lo hizo sobre las relaciones entre Colombia y Perú. La iniciativa gaitanista avanzaba con éxito. En Medellín ya estaba instalada la extensión universitaria y cada 15 días se dictaban conferencias.
En Bogotá se dictaban las conferencias estudiantiles en medio de una epidemia de tifo. La Junta de Socorro se vio en la necesidad de adecuar el Hospital de San José para atender a los enfermos pobres, a los pobres de solemnidad, y para ello acudió a la caridad pública.
El 11 de junio a las ocho de la noche se llevó a cabo la siguiente gran conferencia convocada por la Asamblea de Estudiantes: “La Juventud no decae”, a cargo del reconocido maestro Simón Araújo, hombre de Estado, además, muy posiblemente profesor de la mayoría de los jóvenes que en Bogotá hacían sus estudios. Fue, en efecto, una lección de historia nacional vista desde su propia y larga experiencia. Y más que esto, fue un homenaje al talento de los intelectuales y estudiantes colombianos que se distinguían y sobresalían en el exterior. Un homenaje a los trabajadores, a sus oficios. Francamente, se trató de una cátedra de pedagógico optimismo. Hacía treinta años que Araújo ejercía como maestro con colegio propio; y hacía cincuenta que había pasado por los claustros como estudiante.
Simón Araújo
Fuente: Cromos, 25 de noviembre de 1918, 306.
A esta altura de su vida, con 64 años, era toda una institución33. Araújo siguió por la brecha que había abierto Jorge Bejarano, quien trasladó la edad de oro del pasado hacia el futuro. Toda su exposición apuntaría a la fabricación de una arcadia colombiana. En esa dirección, el maestro desarrolló las siguientes hipótesis: 1. La inteligencia de la juventud actual no solo no ha decaído, sino que se ha intensificado notablemente, comparada con la que poseía la juventud de medio siglo atrás. 2. La capacidad intelectual no es inferior en igualdad de circunstancias, a la que poseen la mayor parte de los pueblos más civilizados del orbe. Sí ha disminuido en la mayoría de los jóvenes el entusiasmo por el estudio, pero esta disminución no es por decadencia intelectual de la raza, sino resultado de la errónea, vieja y sostenida dirección superior en el ramo de la instrucción pública. 3. La causa fundamental de los vicios de que adolecemos y los vicios que nos rodean en nuestra vida colectiva es la excesiva pobreza que nos abruma. Y dejó planteadas las siguientes tareas: 1. Reorganización y extensión de la instrucción primaria elemental, principalmente en la población campesina. 2. Proyecto de corrección de los defectos de que adolece hoy la educación secundaria. 3. Reorganización y autonomía de la Universidad Nacional. 4. Impulso del trabajo por medio del fomento de las vías de comunicación rápidas, seguras y baratas.
Prácticamente fue como si cerrara el debate. Todo era un problema de tiempos nuevos con gente nueva, mucha gente nueva. Los que estudiaban en su época juvenil eran pocos y socialmente seleccionados; en cambio, ahora la población había crecido y demandaba educación, incluso las mujeres. Todo había cambiado y todo era mejor y distinto. No solo en asuntos de las ciencias, también en las artes (ebanistería, albañilería, escultura, joyería, zapatería, herrería, arquitectura, mecánica, maquinistas, etc.), gracias a la participación de profesores extranjeros. La producción artesanal, por su calidad, estaba a la altura de la europea. Consideraba Araújo que el peón de barra y azada era igual al peón de su clase en Europa. De tal manera que podía afirmarse que la capacidad intelectual de los colombianos estaba a la altura de los pueblos de otras razas.
Se hablaba en el debate sobre la degeneración de la raza de la falta de entusiasmo de la juventud por el estudio. A juicio