Extrañas criaturas. José Güich Rodríguez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Güich Rodríguez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789972454691
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han desdibujado su propuesta, a la que se le reconocen valores formales, pero que es considerada menor al lado de las grandes renovaciones de otros autores de la Generación del 50.

      Mejía Valera inició su trabajo con dos breves propuestas narrativas: La evasión (1954) y Lienzos de sueño (1959). El segundo de ellos fue recogido en 1966 con la incorporación de algunos poemas en prosa y nuevos relatos en Un cuarto de conversión, que es su libro más conocido y difundido. Posteriormente publicó el poema en prosa Para verte mejor, aparecido como una plaquette artesanal de la colección Cuadernos de Estraza, en 1978, y el conjunto de prosas Adivinanzas. Allí aparecen 42 textos de formato breve que pueden inscribirse en el dominio de la microficción.

      La adivinanza es una modalidad discursiva que supone una pregunta peculiar. En cualquier enunciado interrogativo, quien lo formula no conoce normalmente la respuesta y espera que el interlocutor pueda ofrecérsela. En la adivinanza ocurre lo contrario pues aquel que formula la pregunta es el dueño del sentido y espera que el otro se confunda y extravíe; por eso las palabras de cualquier adivinanza son elusivas y ambiguas. Esa estrategia de capas, rodeos y de un señalamiento tangencial están presentes en todos los textos del breve volumen de Mejía Valera; a ellos se añade un conjunto de referencias culturales e intertextualidades que operan por acumulación y que señalan en forma oblicua el objeto de la inquisición. Obsérvese, por ejemplo, un fragmento de la primera adivinanza:

      Azoro que apacigua, tiniebla que deslumbra, desnudo que cobija, soledoso recinto, historia desandada, tiempo cercado que mide la envidiosa soledad escondida en un tinajo. Visión que pone boca abajo los universos a su paso y, fuera de quicio, arroja al sueño un barco por la comba de sus velas. Ebrio vino que apresura la libertina redención del hombre.

      Su prosa extiende unos pocos recursos: un ritmo sostenido, las enumeraciones y la acumulación de imágenes. Si bien hay hallazgos interesantes, la reiteración en todos los textos de la misma estrategia y una cierta exigencia preconcebida de estilizar y embellecer el lenguaje, recurriendo a formas y estructuras sintácticas de la poesía clásica, empañan la intensidad de la propuesta.

      Un socavón alberga tu esfumado rostro, tus vedados gestos, tu barba legendaria. Desempolvada niebla de recuerdos, limpio sabor de un fuego extinto, errante naufragio cenagoso a temores ofrecido. Muda identidad, violenta súplica, agua desnuda que cruje en la madera hasta el hastío. Ruido de cadenas con reflejos de oro, fuegos fatuos que crepitan en la noche, proliferan y envejecen. ¿De verdad sufres en la tamizada luz de una casa abandonada?

      Martirio espacioso de los niños, tus flacas manos estrujan doncelleces, tus cuencas de penumbra entorpecen los pasos trashumantes, y pasma a los profesionales del misterio tu estatura de añoso junco inhabitado. Implacable ronda de la muerte.

      (Ánima en pena)

      Desordené el universo. Nací de un ser embriagado en una mueca de hastío y aletargado entre salmos que horadaban la verde tiniebla. Abolí estériles cosechas a la sombra de un manzano, con solo una astilla de polvo. Mudos vegetales y reptiles rumorosos contemplaron la castidad del acto que nos multiplicó en la lejanía. De no haber sido así, habría naufragado el navío en que navega Dios.

      Ignoro si declinó el amanecer o permanece creando la enloquecida efusión de los colores, pues fui piedra de toque de nuestras ansias desterradas tan lejos del principio.

      Mostrando gracioso gesto, beso rostros que quisiera ver quemados en la hoguera y propicio nupcias entre los bravos vientos del azoro y los tratos inoportunos del amor.

      Alegre, blanda y halagüeña, con inusitada ganancia canjeo lo falso por lo verdadero para destruir las indemnes almas en su orfandad de aturdidas mariposas. Conozco el sentido, el sinsentido y su santo y seña radioso.

      Mis pasos desvelados se pierden en el laberinto del pensamiento, pero el aroma de la rosa de los vientos es un elogio a mi persona hasta el sinfín de la palabra. Como mi antecesora más lejana, que antes de nacer murió, soy tan vanidosa que mi memoria, hija de mi capricho, afirma que la historia del mundo es el jardín errante que solo florece errante entre mis brazos.

      (La mujer)

      Cóncavo azul coagulado, nada vale mi astucia taciturna pues soy odiado por el hombre, aunque amo codiciosamente sus sanguinolentos ojos. Sobrellevo la vida como una letal condena. Sumergido en la somnolencia del incorruptible fuego de la luna, propago la embozada negrura que, fétida, repta en las cenizas mustias de la muerte. Vieja sombra enceguecida por los silencios del sol, me alimento de la sangre y su aullido supremo.

      Conspicuo en las tinieblas, con plácidas gasas edifico el móvil estamento de una cueva.

      Con mi nombre los niños deletrean las vocales: dulce oscuridad de sus primeros poemas.

      (El murciélago)

      En cierta época, entre solaz pueril, algunos temieron bravamente conocerme, pero la humanidad me busca a trote obstinado desde que irrumpió la primera vertiente de la tarde. La simple sospecha de mi presencia vuelve ardiente el afán de más de un rudo pecho y los sabios, para poseerme, se han enfrentado al nudo gordiano, al nudo corredizo, al nudo en la garganta y a muchos nudos por hora van tras mi sombra, esquiva y dura, que imanta toda pupila abierta.

      Alguna vez, los científicos se vinieron abajo, a uno de mis mínimos recintos. Ahí, en manos de nadie hallaron el mismísimo nunca en un horrísimo estallido. A partir de entonces, los posee un devorador remordimiento.

      Estoy en el meollo del mundo natural y de la historia y, debajo de mí y de mi sombra, hay otros yo mismo quietos, intactos, intocados. Ante la curiosidad de los humanos, ellos se escurren, saltan y evaporan.

      Para explicar la insinuación ardiente del Universo, en cuyo seno estoy, las religiones recurren a mí, aunque cambiándome de nombre. Yo acudo con mucha jovialidad y subrayo que, para explicarme a mí mismo y a mis ánimos constantes, no quedo sino yo, mis agradables trampas, mis remotas venturanzas.

      Existo cuando estoy preso, pero en libertad me muero.

      (El misterio)

      Gestos desesperados, graves y livianos desfilan ante mis ojos que ya nunca parpadean. Un vuelo trasegado de azul marino, enmudeció para siempre mi melosa lengua.

      Cercado y combatido por las olas, se apagó mi mal contento espíritu y mi aliento roto se trocó en callado fuego. Y entonces vi al ángel de la guarda, construido de espuma, en el festivo ritual de la entrega inapelable.

      Fue un junio sin edad cuando, numeroso y grande, el mar abolió mis placeres, mi virtud ardiente y su anhelo incierto y peligroso. Nublado oscurecido, el húmedo amor me da la mano y fantasmas de ramos desabridos me brindan cuidado generoso.

      Desasosegado cuerpo que repasó los días y tristeza líquida que mira fijamente un solo amanecer. Astrosa suerte que naufraga en la arena: ése, ése es el signo ajado de mi libertad cautiva y anegada.

      (El ahogado)

      Me rige un regreso al que no le estorba la tardanza.

      Mi vida no conoce el verdadero reposo: se derrama y recompone sin término en su inmortal morada.

      El judío errante sigue mis pasos aunque carece del golpe cadencioso del ritornelo implacable. De mis despojos brotan canciones afiebradas de un gemelo manjar. Me atribuyen una paternidad apócrifa —Europa— y mi nombre enaltece el ingenio más fecundo en hondas tinieblas sepultado.

      Al descanso soy esquivo y cada nueva vida me sirve para escudar pecados. Menoscabo, doy y quito el fuego de los dioses. Rémora tal vil, la vida, tiene mi agudo yerro: en ella creció con un malestar el desatino.

      Ansío lo perecedero y no puedo ser sino lo que soy: eterno retorno y movimiento perpetuo.

      Mi mayor deseo: que la muerte, pródiga, deponga su aversión hacia mi violenta súplica.