Uno de los aspectos más significativos para los estudiantes es justamente la posibilidad de socializar entre ellos, de interactuar, generando vínculos, que en ocasiones perduran por muchos años. Por ello, el proceso de acompañamiento o de dirección de grupo requiere de un adecuado trabajo, puesto que para los estudiantes este ámbito tiene mucha relevancia y significancia.
La dimensión afectiva se puede entender como
el conjunto de potencialidades y manifestaciones de la vida psíquica del ser humano, que abarca tanto la vivencia de las emociones, los sentimientos y la sexualidad, como también la forma en que él se relaciona consigo mismo y con los demás; comprende toda la realidad de la persona, ayudándola a construirse como ser social y a ser copartícipe del contexto en el que vive. (Acodesi, 2002)
La dimensión afectiva incluye los sentimientos y las emociones, las formas como el ser humano se relaciona consigo mismo, con los demás y con el entorno, a través de la expresión de su condición humana y particularmente de su condición de género, que le da un carácter especial a la vivencia de la sexualidad y a la existencia individual y única. En este proceso de crecimiento psicoafectivo el ser humano va descubriendo la riqueza personal y social y desarrollando sus habilidades para disfrutar de estas riquezas (Acodesi, 2002).
El desarrollo y la maduración afectiva de los estudiantes requiere especial cuidado y atención por parte del acompañante de curso. Este es uno de los aspectos o dimensiones del desarrollo humano que tal vez requiera más atención y cuidado por parte del acompañante.
Acompañar este proceso de los estudiantes no significa ‘jugar’ al psicólogo o al orientador, que son quienes tienen la formación y los elementos necesarios y adecuados para atender profesionalmente los aspectos más complejos y delicados de su vida afectiva. Acompañarlos en esta dimensión de su desarrollo humano va más en la dirección de conocer lo que pueden estar viviendo, saber orientar los aspectos básicos de su proceso de desarrollo, escuchar y orientar la búsqueda de ayuda profesional en caso de que lo requieran, entre otros aspectos.
La dimensión afectiva de los estudiantes, junto con la dimensión cognitiva, son los dos aspectos que más cambios y transformaciones tienen durante la vida escolar, justamente por todo lo que significa la vida en sociedad, pero además porque son los aspectos que más evolucionan en su proceso del desarrollo humano. Esta dimensión, entre otros muchos aspectos, incluye el manejo de las emociones y los afectos, la maduración sexual, la construcción de la autoimagen y el concepto personal, la formación de elementos como la autoestima, la seguridad en sí mismo, la construcción de un proyecto de vida.
Ser acompañante en este aspecto afectivo supone ir más allá del plano de la información, contrarrestar con su presencia y orientación el inmenso influjo de los medios de comunicación, que generalmente en este campo desorientan y deshumanizan (Ramírez, 2003). No se debe olvidar que los dispositivos electrónicos ofrecen posibilidades ilimitadas de acceso a información en diferentes formatos los cuales mantienen sobreinformadas y sobreexpuestas a las actuales generaciones, incluso llegando a exponerlos a problemas y delitos como el sexting, el grooming, el ciberbullying y demás fenómenos que han surgido fruto de los actuales desarrollos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Por dimensión ética se puede entender la posibilidad del ser humano de tomar decisiones a partir del uso de su libertad, la cual se rige por principios que sustenta, justifica y significa desde los fines que orientan su vida, provenientes de su ambiente sociocultural. Como es obvio, esta es una manera como se puede definir la dimensión ética del ser humano, en tanto es una de sus potencialidades que es preciso trabajar para alcanzar su pleno desarrollo como persona. También se la puede entender como aquella condición de la realidad humana por la que esta se construye libre y coherentemente. Desde esta perspectiva, se puede afirmar que la historia humana depende, en gran medida, de las decisiones responsables y libres de los seres humanos que, en cuanto tales, están orientadas por modelos que trascienden normativamente (sentido, fines, ideales) la realidad fáctica (Acodesi, 2002).
Una de las preguntas fundamentales de la ética es con relación a la coherencia. ¿Puede un individuo ser coherente consigo mismo, sin tener en cuenta la coherencia que debe también tener con su comunidad? Para que la persona sea coherente en sus principios y valores, debe saber poner en práctica y saber formular las consecuencias y los desafíos de la comunidad en que vive. La primera pregunta orienta la moral hacia una ética ‘individualista’, mientras que la segunda lo hace hacia una ética ‘colectivista’ o comunitaria. La solución adecuada está en realizar una síntesis dialéctica de los dos cauces de la responsabilidad, aunque destacando la importancia metodológica y real de la responsabilidad comunitaria (Acodesi, 2002).
El proceso de formación ética de los estudiantes es tal vez uno de los elementos más relevantes de las acciones y procesos educativos que se dan en la escuela, puesto que ella está llamada, junto con la familia, a generar los procesos necesarios y pertinentes para que los estudiantes, en su proceso de desarrollo humano y de maduración, avancen hacia niveles cada vez más altos de juicio moral. En este proceso hay elementos que desempeñan un papel preponderante, como el manejo de la norma, la asunción de las consecuencias por las decisiones tomadas, la aplicación de consecuencias lógicas y sanciones por las faltas cometidas, la racionalidad de las normas, la construcción personal de principios y criterios de acción, entre otros.
Desde esta perspectiva, el acompañamiento del docente a los estudiantes es vital, puesto que en muchos de los elementos y procesos mencionados el acompañante o director de grupo se halla involucrado o desempeña una función preponderante en ellos. En este sentido, el trabajo del acompañante es fundamental para lograr el desarrollo moral de los estudiantes, la maduración de su juicio moral. Este trabajo no se hace desde la adoctrinación o la imposición heterónoma de normas, sino más bien y sobre todo desde el conflicto moral, el debate en torno a la racionalidad de las normas, el respeto y cumplimiento de lo prescrito en el Manual de Convivencia de la institución, el respeto a los acuerdos de grupo y todo lo demás que se proponga desde la dirección de este, de tal manera que se contribuya real y efectivamente al desarrollo o la formación de este aspecto.
Lo político y la formación ciudadana
Se entiende por lo político el conjunto de acciones, procesos y formas de interactuar entre los integrantes de un grupo humano o social, en relación con los asuntos que conciernen a lo público, a la organización y a las interacciones entre sus integrantes, con el fin de lograr una adecuada organización, el bien común y la vida digna para todos. Si bien la institución educativa no es igual a una sociedad y a un Estado, sí tiene muchos elementos semejantes a ellos, y muchos de los trabajos e interacciones que se dan en su contexto contribuyen a la formación política y ciudadana de los estudiantes, puesto que la escuela es como un laboratorio donde se vive en pequeño aquello que posteriormente será su vida como adultos.
Por formación ciudadana se entiende toda aquella acción formativa y educativa que se lleva a cabo en la escuela, con el fin de educar a los estudiantes en el proceso de asumir los elementos más significativos del sistema político del cual hacen parte, poniendo especial énfasis en los mecanismos, estrategias y procesos propios del sistema político que hacen posible la participación de todos los ciudadanos, como integrantes de un Estado. Esta formación ciudadana involucra otros procesos, como la formación ética y moral, la formación en la vida afectiva, la resolución de conflictos, entre otros muchos aspectos que