Las siguientes son algunas de las funciones que debe tener o puede cumplir un acompañante en el contexto escolar.
— Hacer seguimiento a los estudiantes, lo que necesariamente implica que los conoce, sabe de sus fortalezas y debilidades, cómo les ha ido en el año y cómo les fue en el grado anterior, si tienen materias pendientes, si tuvieron o no compromisos académicos o disciplinarios, si poseen condiciones emocionales, de salud o académicas especiales que el colegio y quienes interactúan con ellos deben conocer.
— Acompañar los procesos convivenciales, académicos, socioafectivos y demás que hagan parte del proceso formativo y académico de los estudiantes, de tal manera que está al tanto de cuanto sucede con ellos, lo que viven, lo que les preocupa, lo que hacen bien y aquello en lo que tienen dificultades.
— Orientar a los estudiantes en el desempeño y trabajo de los procesos y actividades realizados por ellos en la institución, de tal manera que lleva adecuados y eficientes registros de cada uno de ellos, en los que consigna lo pertinente para su seguimiento y orientación.
— Guiar a los estudiantes en la cotidianidad de la vida institucional, con el fin de que puedan responder adecuadamente a las expectativas y necesidades de aquello que el colegio y el grado al cual pertenecen esperan y exigen.
— Aconsejar a los estudiantes, de manera individual o grupal, cuando se hallen en alguna situación que requiera la guía o palabra de un adulto. Aconsejar es guiar y dar un punto de vista, dejando que el estudiante sea en últimas quien tome la decisión y, por lo mismo, asuma las consecuencias de lo decidido.
— Mediar en los conflictos presentes en su entorno, especialmente cuando intervienen en ellos los estudiantes de su grupo, cuando ocurren entre estos o con otros profesores, con el personal de apoyo o administrativo de la institución, con los padres de familia, o entre los padres y los profesores, por citar algunos.
— Representar los intereses de los estudiantes frente a la institución, los diversos estamentos o los profesores, cuando se requiera mediar o negociar con ellos para salvaguardar sus intereses y atender sus necesidades.
— Saber discernir en las distintas situaciones de la vida escolar, sobre todo en las situaciones y problemas en los que se ven envueltos los estudiantes a su cargo, para juzgar dichas situaciones y asumir posiciones particulares bien a favor de ellos o de la institución, con criterio siempre de contribuir a los procesos formativos a su cargo.
— Acompañar de manera individualizada a cada estudiante en su proceso de desarrollo humano para que se vaya construyendo como persona mediante el cuidado y la atención a todas y cada una de sus características personales (Martínez, 2013).
— Hacer seguimiento pormenorizado a las características de cada estudiante, de tal forma que se atiendan oportunamente las dificultades que se puedan presentar en su proceso de desarrollo y maduración para que dichas dificultades no se conviertan en problemas o limitantes para su vida académica, socioafectiva o convivencial (Martínez, 2013).
— Ofrecer acompañamiento y tutoría oportuna a los estudiantes a fin de hacer posible que el proceso de desarrollo humano y de crecimiento como persona se dé dentro de los ideales y parámetros del PEI (Martínez, 2013).
— Contribuir al proceso de ajuste en los procesos educativos y formativos de los estudiantes, de tal manera que se logre una atención lo más individualizada posible y, por supuesto, oportuna y adecuada a las necesidades de cada estudiante (Martínez, 2013).
— Ser el intermediario entre el colegio y los padres de familia, atendiéndolos de manera oportuna y adecuada cuando ellos lo requieran o cuando el acompañante considere que debe interactuar con ellos, en orden de hacer seguimiento a los procesos formativos de los estudiantes y mantenerlos informados sobre este particular (Ramírez, 2003).
— Ser el responsable inmediato del bienestar general del grupo, liderando ideas desde lo académico, lo informativo, lo deportivo, lo social, la convivencia, lo cultural, lo afectivo, entre otros asuntos, promoviendo así el desarrollo individual y grupal del curso que lidera (Ramírez, 2003).
— Mantener comunicación permanente con los demás educadores que trabajan en el curso a su cargo, para conocer y hacer seguimiento al proceso de cada uno de los estudiantes de su grupo (Ramírez, 2003).
— Participar activamente en las reuniones de seguimiento y evaluación, así como de los diversos comités en los espacios de capacitación y demás actividades del curso o grado, contextualizando a los otros educadores o profesores sobre la realidad y necesidades de los integrantes de su grupo (Ramírez, 2003).
— Apoyar de manera efectiva la labor que realizan al aprendizaje el jefe de año, las jefes de escuela y el personal del equipo de apoyo, de tal manera que las actividades y funciones que estas instancias programen lleguen a feliz término (Ramírez, 2003).
Además, todas aquellas que la institución considere necesarias y pertinentes para el logro de sus objetivos formativos.
Aspectos formativos que requieren especial acompañamiento
Si bien el acompañamiento se debe dar en todos los aspectos de la vida escolar de los estudiantes, existen algunos aspectos que revisten especial importancia en el día a día de la institución y por lo mismo deben ser objeto de especial atención por parte de quien lleva a cabo el proceso de acompañamiento. Dichos aspectos son los siguientes:
Se entiende por dimensión social del ser humano la capacidad que este tiene para vivir ‘entre’ y ‘con’ otros de tal manera que puede transformarse y transformar el entorno sociocultural en el que está inmerso.
La dimensión social abre la posibilidad a los seres humanos de fomentar, construir y participar de una convivencia con los otros que garantice bienes sociales primarios, la libertad, el reconocimiento de la diferencia, la equidad y la responsabilidad social, valores que deben protegerse bajo una idea de justicia legitimada por la formación en instituciones democráticas, que lejos de favorecer los intereses de mayorías o minorías busquen que todaslas personas se integren y comprometan en el desarrollo comunitario de la sociedad a la cual pertenecen para que puedan tener derecho a vivir dignamente (Acodesi, 2002).
Los educadores tienen una especial responsabilidad con la formación en los procesos sociales. Aunque la persona nace con predisposiciones sociales, es necesario estimularlas para propiciar un desarrollo adecuado esas habilidades. Es muy importante, desde pequeño, enseñarle al estudiante a tener en cuenta a los demás, a reconocerlos como interlocutores válidos, a saber compartir lo que se tiene, a ser solidario con los más necesitados, a ser agradecido y cordial, a demostrar el afecto con respeto, a tener alta autoestima y sólida personalidad al relacionarse con los demás (Ramírez, 2003).
En esta perspectiva, el acompañante debe implementar trabajos y talleres conducentes al desarrollo de las habilidades prosociales2 de los estudiantes, puesto que estas se constituyen en un repertorio de comportamientos adecuados para la interacción con sus pares, con los profesores, con otras personas y con sus padres.
Las habilidades prosociales son características y condiciones esenciales para una adecuada interacción en la vida de los estudiantes, de tal manera que adquieran o cuenten con dichas competencias y habilidades, las sepan usar adecuadamente, y con el uso de ellas, interactuar en los múltiples espacios de la vida escolar, social y familiar.
Hoy es común que las personas se quejen o manifiesten que las actuales generaciones de niños y jóvenes carecen de ‘buena educación’ o de ‘buenas costumbres’, lo que tradicionalmente se ha llamado ‘buena educación’. Muchas de estas habilidades y competencias constituyen las normas básicas de cortesía que se requieren para las interacciones sociales, las cuales generalmente se forman en el ámbito familiar y, de alguna manera,