La historiadora estadounidense Serena R. Zabin hace del caso de Juan Miranda el leitmotiv del quinto capítulo, “Black Cargo or Crew”,31 de su libro Dangerous Economies. Status and Commerce in Imperial New York (2009).32 En esta sección, Zabin trata distintas materias, interconectadas con los ejes guerra, mar y comercio en la Nueva York dieciochesca. Vuelve repetidamente al asunto mirandino que considera un ejemplo de que “la captura de un marinero negro por un capitán blanco era solo el comienzo de la historia”.33 Se concentra más en la fase inicial del pleito de Miranda, y también incurre en varias incorrecciones alusivas al caso. Su tesis central es que, en el contexto de las guerras imperiales entre España, Francia e Inglaterra por el dominio de las rutas marítimas comerciales del Atlántico, los marineros de origen africano, de banderas española y francesa, detenidos por barcos británicos procedentes de Nueva York, estaban expuestos a ser tratados como mercancía y a ser esclavizados. El corso en el siglo XVIII era una empresa militar y económica. Por un lado, los ataques corsarios contra buques enemigos representaban golpes contra el comercio de la corona contraria; mientras, por otro, constituían oportunidades de obtener ganancias al sujetar naves y cargamentos con que los capitanes y mercaderes comerciarían. En cuanto a los marineros capturados, los negros, mulatos y mestizos, vistos como adversarios y como mercancía, de la que se podían obtener jugosos beneficios monetarios, podían sufrir la transformación de personas libres a objetos mercantiles. Zabin afirma que la esclavitud no era siempre un destino permanente para estos hombres, por lo que la participación de la urbe en las guerras por el comercio y el dominio imperial resultaba en la desestabilización de aquellas ideas dieciochescas asentadas en estrictas jerarquías raciales. Ciertamente, en la conversión del adolescente en mercancía y en el intento, veinte años después, de resquebrajar categorías racistas en la colonia británica de Nueva York, la historia de Juan Miranda es pertinente; pero debe esclarecerse que Miranda no fue un cautivo de las guerras declaradas entre Inglaterra y España, ni fue designado esclavo por el Tribunal de Vicealmirantazgo, como antes apuntó, con acierto y brevedad, Charles R. Foy.34
En el aspecto metodológico, acorde con una tendencia historiográfica contemporánea, esta investigación se funda en un estudio de caso o en la microhistoria. Disecciona la situación compleja de Juan Miranda, un personaje afectado por fuerzas externas y multiformes, en las décadas de 1730, 1740 y 1750, primero en el Caribe y luego en Nueva York. Una porción de la trayectoria del protagonista se extraerá del remanente conservado del expediente legal, cuya lectura crítica buscará cuestionar las aseveraciones de ambos lados del litigio. Las aspiraciones de libertad del neogranadino y las acciones y reacciones de los personajes involucrados en el pleito nos dan acceso a confrontados ángulos de mira. De la bibliografía y otros manuscritos sobre el corso y la esclavitud, se desprenderán los filones más generales relativos al entorno ideológico, político y social. Asimismo, hilando microhistorias, se establecerán conexiones con la documentación incompleta de litigios de otros Spanish Negroes, que también se localiza en la New-York Historical Society y en los New York State Archives. Además, se expondrán experiencias de hispanoantillanos mencionados individualmente o en grupos en la prensa neoyorquina dieciochesca.
Se ha venido a denominar microhistoria la práctica, elucidada por el historiador italiano Carlo Ginzburg en el prefacio de su libro Il formaggio e i vermi (El queso y los gusanos), de reconstruir la personalidad o de realizar el estudio biográfico de un “individuo modesto quien en sí mismo carece de importancia y por esta misma razón” resulta “representativo” para “indagar, como en un microcosmos, las características de un completo estrato social en un periodo histórico específico”. Aun el caso de un individuo atípico puede ser representativo, expone Ginzburg, porque ayuda a explicar, por contraste, lo que se debe entender, en una situación dada, como lo característico en la mayoría; o porque permite definir con mejores contornos aspectos de una realidad que solo nos llegan a través de documentación fragmentaria y distorsionada, procedente, casi toda, de los “archivos de la represión”. El autor enfatiza que, en la historia de las clases subordinadas, la precisión de la investigación cuantitativa no puede prescindir del “impresionismo notorio” de la cualitativa. En vez de incorporar a un sujeto humilde en las cifras solo como un número más, romper el anonimato de su existencia contraría la tendencia de condenarlo al silencio.35
Más que “modesto” o “carente de importancia”, Miranda, el esclavo, se ubica en el lugar social más bajo que podía ocupar un hombre de su época. Se trata de una figura marginal, desposeída en un sentido esencial, pues no se pertenecía ni a sí mismo. Seguir parte de su trayectoria vital, juntando pistas dispersas y discontinuas, cedidas por los documentos sobrevivientes, da cuenta del microcosmos casi desconocido del Spanish Negroe, o negro español. Las experiencias y las aspiraciones del neogranadino vienen a ser representativas de aquellas de los hispanocaribeños forzados a la esclavitud en la Nueva York colonial. Pero allí acaba su tipicidad. Este sujeto que ejemplifica a un grupo es también extraordinario porque logró el apoyo total y desinteresado del fiscal general de la provincia y porque su lucha se estiró a extremos inusitados. Esta mezcla de representatividad y excepcionalidad impulsan estas páginas dedicadas a la historia de Juan Miranda, aunque siempre cediéndoles espacio a otros Spanish Negroes con trayectorias menos respaldadas por los archivos.
El fenómeno de hombres negros de habla castellana, la mayoría muy jóvenes, apresados en el Caribe y trasladados a las colonias inglesas de América, en esta situación concreta a Nueva York, revela violentas instancias de dispersión afrodescendiente desde las Antillas. A partir de este primer estudio en español, la suerte de Juan Miranda podría darse a conocer en el mundo hispánico, y se reconocería el suyo como el caso mejor documentado, y uno de los más tempranos, de la presencia forzada de la diáspora afrodescendiente en Nueva York, en particular, procedente de Cartagena de Indias, en la costa caribeña de la Colombia actual. A la vez, el ingreso de los Spanish Negroes desde inicios del siglo XVIII, y aun antes, demuestra que, por siglos, la Gran Manzana, como se apoda hoy esta metrópolis, en palabras del poeta español Dionisio Cañas, ha formado parte de nuestra geografía cultural.
1 Lieutenant governor, gobernador encargado.
2 En cierta documentación, aparece como John, la forma inglesa de su nombre, y alguna vez como Johan.
3 Johan Manuel Miranda en el documento por interferencia del inglés. A veces también aparece como John Manuel Miranda, mientras que el nombre de la madre se escribe como Nicolassa Lopez y Nicholasa Lopez.
4 Rodolfo Segovia indica que en Cartagena de Indias muchos esclavos “de ambos sexos, pero en especial mujeres, obtuvieron la libertad: autocomprada u otorgada”; cf. Rodolfo Segovia, “Esclavitud y composición étnica de Cartagena de Indias”, Boletín Cultural y Bibliográfico 44, n.º 75 (2007): 40.
5 Maria Louisa en el documento.
6 La ortografía del apellido varía: Axen y Axlen en la instancia, y Axhon, Axlon, Axton y Axon en otros documentos del archivo de Miranda. Las declaraciones juradas de Gurtryda o Gertrude Pinhorn, Peter Brower y